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Sin hacer ruido mediático, pero revolucionando las librerías, Javier Castillo (Málaga, 1987) ha demostrado que no era el fenómeno fugaz de una sola novela. ... Nos recibe en su recién estrenada casa de Mijas para hablarnos de 'El juego del alma' (Suma de Letras), su quinta novela, que publica este jueves 25 de marzo y vuelve a estar protagonizada por la periodista Miren Triggs, aunque avisa que no es una segunda parte, sino un 'thriller' que se puede leer independiente y que aborda desapariciones, abusos y el fanatismo religioso. En su luminoso despacho abundan, paradójicamente, las novelas negras, tiene amontonados en una mesa varios centenares de libros que ha firmado para lectores y tiene colgado un gran cuadro que le regaló la editorial con una placa que dice que ha vendido un millón de ejemplares. En la estantería, debajo de su último libro, tiene el premio SUR Malagueño del Año que recibió el pasado diciembre en reconocimiento a su ya acreditada maestría novelesca. Siempre se le pregunta sobre sus comienzos como escritor, compaginándolo con su trabajo de consultor de finanzas y su repentino éxito en Internet con 'El día que se perdió la cordura' (2017). Pero esta vez, en la conversación previa a la entrevista, se va más atrás y descubre que, pese a lo que aparenta el casoplón, procede de una familia modesta –«Mi padre era albañil», cuenta– y el máster internacional MBA que hizo se lo pudo pagar gracias a un préstamo de 30.000 euros que fue devolviendo al banco. Sabe que llegar no es fácil y ya ha aprendido que no necesita el aplauso de la crítica porque tiene a los lectores.
–¿Cómo digiere un hombre que viene de abajo llegar a lo más alto con un millón de libros vendidos?
–Con la sensación de que no me está pasando a mí. Soy el escritor, pero lo que ocurre después está tan fuera de mi control que tengo la sensación de que le está pasando a otra persona. Y más después de un año y pico sin poder hacer firmas ni verme con los lectores.
–Sorprende viniendo de un autor tan activo en redes sociales.
–Las redes permiten la instantaneidad y sentirte un poco más cerca, pero no cerca. Yo valoro las palabras escritas, pero el tono de esas mismas palabras de alguien que te habla lo hecho en falta.
–¿A partir de ahora va a contar de millón en millón?
–Ja, ja. He pedido a la editorial celebrarlo poco a poco, como antes.
–Con usted no puede ni una pandemia. Le fastidiaron la presentación en Madrid a teatro lleno, pero fue el más leído del confinamiento con 'La chica de nieve'.
–Fue duro. La semana antes a la presentación lo pasé mal. Finalmente lo cancelamos y la editorial estuvo muy rápida. Fue triste, pero estoy contento de haber tomado una decisión valiente. Algunos nos llamaron alarmistas, pero cuatro días después con el estado de alarma se entendió. Se cerró todo, pero pese a los problemas se vendieron miles de ejemplares. Todas las librerías comenzaron a hacer envíos y tengo la sensación de haber recibido el mayor regalo que le pueden hacer a un autor. Como lector siempre recordaré que en el confinamiento me leí '1793', de Niklas Natt och Dag , y me hizo olvidarme de la situación. Por eso, que tanta gente haya hecho lo mismo con mi libro es para pensar que ya me puedo retirar.
–¿Qué es lo malo de vender tanto? Y no me diga que la responsabilidad.
–El éxito de las ventas y las reimpresiones están fuera de mi control y dependen de la editorial, las librerías, los lectores... Y como es imposible de controlar, me genera ansiedad. Mi sensación es que estoy en deuda con todo aquel que dedica horas a leerme. Con 'El juego del alma' tenía la opción de publicarlo más tarde, porque 'La chica de nieve' se ha vendido muy bien, pero quería que la gente siguiera leyendo. Y he tenido cuatro meses en los que me levantaba a las 9 y me acostaba a las 4 de la mañana.
–¿Es de dormir poco?
–Sí. Puedo dormir cuatro horas. Pero tampoco puedo hacerlo siempre, porque a partir de la tercera semana respondo con monosílabos y hay que aguantarme.
Pederastia y religión
–En la lista de ventas de esta semana está 'La chica de Nieve' y también 'Cordura'. ¿Su primera novela se está poniendo muy pesada?
–Ja, ja. 'Cordura' es muy espectacular, con muchos giros e intensidad. Es un buen 'thriller' para gente que no suele leer este género.
–¿Cómo ha evolucionado su escritura desde ese debut?
–Mantiene el estilo de capítulos cortos, pero ha cambiado en los temas que trata. En 'El juego del alma' encuentras la violación de una chica y cómo se bloquea. Hay evolución del dolor y del drama, y un personaje más complejo. En 'Cordura' eran más explosivos e instantáneos.
–¿Hay más madurez en su obra?
–Me gusta pensar que no se trata de madurar, sino de seguir encontrando historias sorprendentes, pero tocando diferentes ramas del suspense para jugar y disfrutar. He pasado por el 'thriller' psicológico, el dramático o el 'domestic noir', porque escribir siempre 'thrillers' de acción, como mis dos primeras novelas, me aburriría.
–¿Y se atrevería a probar algún otro género?
–Algún día escribiré una novela romántica o una distopía, aunque me siento muy cómodo con el suspense. Todavía tengo planteados 'thrillers' muy buenos y nuevos que no he leído nunca.
–¿Lo del Stephen King español le resulta incómodo?
–Sí. Me imagino a Stephen King en su casa leyendo que hay un 'stephen king' en todos los países. Y en España incluso más de uno, porque hablan de Mikel Santiago, de Juan (Gómez-Jurado), de que si Stephen King fuera mujer sería no sé quien. Él está en un nivel planetario inabarcable para cualquier autor y yo intento labrarme mi camino y tener mi seña de identidad.
–Vamos a su novela. En la segunda línea de 'El juego del alma' ya hay sangre. ¿Marca de la casa?
–La historia nació de esa escena. Me imagine a Miren, la protagonista de 'La chica de nieve', a punto de morir y me impactaba esa escena de ella en la oscuridad y huyendo. Y jugar con la elipsis para mantener el suspense, que lo hacía genial Agatha Christie.
–¿Por qué rescata al personaje?
–Tiene mucho que contar. Miren tiene muchas heridas que curar porque es incapaz de amar y de sentirse querida. Además, funciona muy bien como libro independiente y no tienes la sensación de que sea una segunda parte.
–¿Tenía premeditada esta saga?
–No diré si va a continuar, aunque no la concebí como una bilogía, sino como historias protagonizadas por la misma persona en diferentes momentos.
Sobre la religión
–Miren está un poco harta del «circo» de la promoción de su libro. ¿Un mensaje a sus editores?
–Ja, ja. No. Ella tiene una editora horrible e implacable y los míos son maravillosos y hasta nos hemos ido a veranear.
–A ella le pagan un millón por el libro. ¿Aquí se cobra igual?
–No me puedo quejar. En España hay pocos autores que se ganen muy bien la vida con los libros y tengo la suerte de estar en ese grupo. Hay mucha precariedad y sería bueno que se leyera más porque hay muchos autores con talento que no venden tanto como deberían.
–¿El consultor de finanzas de su otra vida le asesora bien en sus inversiones?
–Pues no tanto. Pensaba que iba a ser capaz de gestionarme mejor, pero estoy tan metido en escribir, que tengo muy abandonadas las cuentas. Sé que errores básicos no cometer, pero no estoy en invertir.
–En 'El juego del alma' aborda temas controvertidos, como el fanatismo religioso, el abuso de la mujer y la pederastia.
–La pedofilia no se puede ocultar, pero se denuncia poco y eso no se puede tolerar. En la novela hay crítica a la iglesia por tapar estos casos tan horribles. Es un tema que me duele como padre. Las instituciones religiosas tienen que afrontar esto más abiertamente y no se puede depurar internamente, sino ir a la justicia y afrontar la cárcel.
–¿Javier Castillo es religioso?
–Soy ateo al cien por cien. No creo en Dios. Cuando me muera se acabará todo y fundirá a negro. Desde luego es triste, porque la idea fácil y divertida es que, cuando te mueres, te vas a un sitio mejor. Soy de ciencia y si no tienes recuerdos de antes de nacer, ¿por qué vas a tener conciencia tras la muerte?
–En la novela también hay una defensa de la prensa libre. ¿La ve en peligro?
–Lo que la gente pide es prensa libre e información veraz sin sectarismo. Como dice un personaje, el periodismo no puede ser las relaciones públicas del poderoso de turno. Hay que cuestionarlo todo, hasta la rueda de prensa que presenta un parque infantil. Hay que ir y tirarse por el tobogán y ver si merece la pena.
–Aquí hemos tenido un caso con el tobogán 'asesino' de Estepona.
–Es verdad, menos mal que lo contaron porque yo me quería tirar.
–Su protagonista dice: «No hay nada que atraiga más que ver a alguien sufrir. Es imposible apartar la vista». ¿Es una declaración de intenciones de su literatura?
–Dentro de mis novelas hay mucho sufrimiento y es parte del atractivo de cada personaje. Todos tenemos un morbo innato y cuando vemos algo llamativo somos incapaces de no mirar. Controlo esa curiosidad que te hace leer y en mis novelas juego con eso.
éxito de ventas
–En 'La chica de nieve' hacía un guiño a Málaga con el caso del Niño Pintor, pero una vez más vuelve a la ambientación de EE UU. ¿Eso es ya seña de identidad?
–Mi seña de identidad son las tramas explosivas e intensas. Cuando tenga una trama que ocurra en España no la obviaré y alguna tengo pensada, pero no está entre mis prioridades. Mi lenguaje es más internacional, porque también me publican en muchos países.
–Al fin se ha anunciado la adaptación de 'Cordura' ¿Cómo va la producción de la serie?
–Va lento por la pandemia y lo tenemos previsto para este 2021. Pero no puedo contar mucho más.
–¿Están ya los guiones?
–Sí, ya los tenemos, pero mi participación ha sido de consultor externo de la trama.
–¿Se ambientará en EE UU o la trasladarán a España?
–Eso no puedo contarlo. Será sorpresa.
–¿Qué ha sacado usted de la pandemia?
–He disfrutado de la familia, que era de lo poco bueno que nos ha dejado. Pero la situación me tensaba mucho y de marzo hasta julio era incapaz de concentrarme para escribir. Y estoy deseando que todo pase porque no poder moverte, ni encontrarte con amigos o ver a dos personas besándose por la calle me aleja del mundo.
–¿Fatiga pandémica?
–Sí. Echo mucho de menos viajar. Nos hace falta a todos.
–Le he visto muy crítico con la gestión del coronavirus.
–Al principio fue una incongruencia que, teniendo datos de otros países, no los usáramos. O decir que no va a pasar nada en Navidad, cuando tres semanas antes había sido Acción de Gracias en EE UU y se vio la locura. Más que la ciencia, tengo la sensación de que priman otras cosas, como las elecciones. Estoy un poco quemado de la política porque lo invade todo. Ya solo le falta meterse en 'La isla de las tentaciones'.
–Para la presencia que tiene en redes sociales, tiene pocos 'haters'…
–Alguno tengo. No puedes caerle bien a todo el mundo y si tienen animadversión por mí no me preocupa mientras no vengan a mi casa. El problema de exponerte mucho es que se crean prejuicios. Si eres muy jovial, como es mi caso, hay gente que piensa que no escribo bien, porque un escritor de novela negra tiene que mantener una postura de autor serio. Pero a mi me gusta ser como soy.
–¿Cómo le trata la prensa?
–Ha habido evolución. Al inicio fue indiferencia. Había locura con mis libros, pero era invisible en los medios. Muchos pensaron que era un fenómeno de un único libro, pero ya llevo cinco con esta trayectoria ascendente y han ido tomándome más en serio. Al principio me frustraba porque veía a autores consolidados que tenían mucha menos repercusión que yo en los lectores, pero que estaban en todas partes. Pero cuando asimilé que me trataban bien los lectores y me trataba mal la prensa, me dio igual.
–¿Su cuenta pendiente es la crítica?
–No. Mi libros no requieren crítica y además agradezco que no la tengan. No quiero que un crítico aparezca hablando de la profundidad sicológica de mis novelas, porque son historias para disfrutar, sorprender y despertar las ganas de seguir leyendo. Encontrar el equilibrio para todos los públicos es imposible. Hay gente que lee a Proust, otros a Nabokov y yo lo que primo son las tramas. Y para mi las tramas de Proust son insufribles y, en cambio , un 'thriller' me lo puedo leer en cinco horas. Por eso prefiero que la crítica me ignore totalmente y que el lector sea mi crítico. Como dice Elisa Benavent, el público es soberano y es el que manda.
–Le vi un mensaje de apoyo al 'youtuber' El Rubius cuando anunció que se iba a Andorra. ¿Está pensando en marcharse?
–Ni de lejos. Me compensa mucho más mi familia que cualquier ahorro fiscal. Pero también entiendo a quien lo hace. Son sectores muy nuevos que no saben cuánto van a durar. Es como los futbolistas, que tienen una carrera corta y no se van porque tienen que jugar aquí. Es una decisión razonable cuando tu tiempo de trabajo son dos o tres años. A mí, me va muy bien y lo podría hacer porque puedo escribir en cualquier lugar, pero me pesa más estar cerca de mi abuela y mi madre. Y eso vale más que todo el dinero que pueda ahorrar. No comparto la crítica porque cada uno se puede mudar donde quiera.
–Pero está la responsabilidad social. Irse cuando se gana dinero es insolidaridad.
–Cierto. Pero también hay gente de Francia o Finlandia que se viene a España por el clima y también tienen esa responsabilidad con sus países. Lo que pienso es que no podemos juzgarlos por esa decisión. Pero también entiendo a los que lo critican.
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