La carrera poética de Edgar Neville comenzó en la cama de un hospital de Málaga. Aunque el paciente no era el director de cine, guionista y autor teatral, sino el editor Ángel Caffarena al que un infarto lo había puesto a las puertas de su ... última estrofa en este mundo. La situación era grave. Y en torno a su lecho estaba su mujer, Isabel, y sus hijas. Todo era silencio y tensa espera hasta que por el pasillo comenzó a escucharse un alboroto. A la puerta de la habitación se asomó la «inmensa humanidad» de Neville, que entró sin pausa para sorpresa de todos, se sentó a los pies de la cama y le soltó al enfermo que también tenía un ataque al corazón, pero de enamoramiento, que había escrito una serie de poemas y que los tenía que publicar. «Pero Edgar, yo me estoy muriendo», le contestó con asombro el infartado, que no contaba con la arrolladora fuerza del cineasta cuando algo se le metía entre ceja y ceja: «¡Mentira! No te puedes morir sin hacerme un libro». Efectivamente, aquella frase que sonó a una orden más que un deseo se cumplió. Y Caffarena no solo le editó un volumen, sino una decena con la firma del director de 'La torre de los 7 jorobados' al final de su vida. Una producción que ahora ha sido recopilada, ordenada y corregida en una edición crítica publicada por el Centro del 27 de la Diputación de Málaga.
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«Al autor lo enmarco en la Generación del 27 con una obra fundamentalmente cinematográfica, aunque también publicó relatos en 'Litoral' y era amigo de Lorca y Alberti», explica a SUR el responsable de la edición de 'Edgar Neville. Obra poética (1964-67), Rafael Inglada, que como avanza el propio título fue una actividad postrera y corta, pero intensa en la trayectoria del cineasta: 73 poemas en apenas cuatro años. «Fue muy tardía en su vida y en muy pocos años, pero ocupó toda su etapa final hasta su muerte», añade el experto e investigador sobre una carrera que arrancó con la cuidada edición sobre papel de hilo de 'La borrasca', a la que siguieron como un torrente los versos sueltos de 'Mar de fondo', 'El naufragio', 'Dime, amor, tu nombre', 'Su último paisaje', 'Figuras de pericón y coplillas', '4 estampas andaluzas' y 'Tres poemas', todos ellos publicados en Málaga con el mimo del editor Ángel Caffarena y su Librería Anticuaria El Guadalhorce.
Esta vinculación poética con la Costa del Sol es una más del hombre que estuvo casado con la mecenas del teatro malagueño Ángeles Rubio-Argüelles y que fue figura central de la jet-set marbellí con su mítica residencia Malibú, a la que denominó así en recuerdo de su etapa en Hollywood, cuando se hizo amigo de Charles Chaplin. Por aquel chalé de la Costa del Sol pasaron todos los famosos de la época, aunque fue Sean Connery el que se quedó allí a vivir cuando adquirió la lujosa propiedad tras la muerte del cineasta español. No falta en esta edición crítica un poema titulado 'Málaga' de marcado acento popular y en el que habla de «callejones propicios», «barrios jaraneros», los toros de la feria, olor a nardo y «pescao frito», La Caleta, las palmeras, las chumberas y un «beso contenido» para preguntarse: «¿Sería Málaga, si todo esto no fuera?».
Según explica Rafael Inglada, los versos de Neville mezclan lo culto y lo elegante con lo popular y la influencia de los palos del flamenco. «A mi personalmente me encanta 'Mi barrio', en el que regresa al escenario madrileño de la infancia del 'niño Nevil'», explica el autor de esta antología, que reconoce que tuvo que hacer una labor detectivesca para dar con todas las primeras ediciones de la obra poética del cineasta. Además, recalca que el primer impulso lírico de Edgar Neville fue el amor, ya que toda su producción inicial estaba inspirada por Jualia Altuna Mendizábal, de la que se enamoró perdidamente en Málaga en 1964, aunque después sus poemas derivaron hacia otros temas personales, como su memoria y los retratos de amigos.
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«La poesía de este hombre orquesta vino a cubrir en sus últimos años un espacio de creación que había tenido que abandonar tanto en el teatro como en el cine», señala Inglada que añade que la escritura la podía desarrollar de manera privada y sin tener que contar con la financiación o las injerencias de otros. Una producción tan libre que el autor se permitió incluso cruzar fronteras vetadas. Como en el poema a su «amigo en los estrenos y terturlias», Federico García Lorca, de cuyo asesinato no se hablaba ni se denunciaba públicamente en plena franquismo: «Ya dirán dónde está cuando vayamos/ para llevarlo a hombros a la Alhambra,/ a que repose a los pies de una fuente/ que murmure: 'El crimen fue en Granada'».
«Lorca no era un autor prohibido, pero la dictadura ejercía la censura sobre lo que se escribía y no admitía el asesinato de Federico», recuerda el autor de 'Edgar Neville. Obra poética', que no oculta su sorpresa al encontrarse este poema publicado originalmente en el libro 'El naufragio' (1964). Una respuesta estaría en que el cineasta fue un hombre influyente, respetado y bien relacionado, cuya presencia nunca pasaba desapercibida. Un prestigio del que también gozaba su editor malagueño. Pero denunciar la muerte de Lorca ante el mismo régimen que lo fusiló era jugársela. «No sé como se pudo publicar este poema», apostilla Rafael Inglada.
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Título: 'Edgar Neville. Obra poética (1964-1967)'.
Edición: Rafael Inglada.
Editorial: Centro Cultural de la Generación del 27 - Diputación de Málaga, España, 2022, 184 páginas.
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