Eloy Tizón rompe diez años de silencio narrativo con 'Plegaria para pirómanos'. Isabel Wagemann

Eloy Tizon

Escritor
«El costumbrismo en el cuento ha dado frutos maravillosos, pero estaba agotado»

Regresa a las librerías con un volumen de relatos cortos en el que renueva su compromiso con la experimentación literaria

Miércoles, 13 de septiembre 2023, 00:32

Eloy Tizón (Madrid, 1964) es un renovador del cuento contemporáneo y un escritor convencido de que la narrativa breve que ha crecido a la sombra del realismo estaba condenada a la repetición de formulas obsoletas. Tizón acaba de publicar un nuevo libro de relatos, 'Plegaria ... para pirómanos' (Páginas de espuma), que, como todos los suyos, ha cuajado a ritmo lento. Después de una década de silencio, el cuentista vuelve a las librerías con el compromiso de no defraudar a sus seguidores. Cree que el relato corto demanda un lector más formado que el de la novela, al menos la que busca no solo el entretenimiento. «El cuento no es una literatura de evasión», sostiene.

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-¿Por qué el título de 'Plegaria para pirómanos'?

-Es una combinación de palabras que a mí, personalmente, me agrada. La plegaria tiene mucho que ver con la literatura, que tiene algo de rezo, de monólogo interior, de susurro que acompaña a lo largo de la vida. El recogimiento de la plegaria contrasta con la piromanía, que representa el incendio.

-Asegura que escribe pensando en imágenes. ¿Hay alguna poderosa que haya trasladado al papel?

-La literatura es una especie de festival de imágenes. Cuando escribo veo la escena, al personaje y sus movimientos. Si no veo lo que ocurre no puedo escribir. El libro está lleno de imágenes de todo tipo, unas más oníricas y otras más pegadas a lo cotidiano.

-¿Qué tal lleva que le consideren un escritor de culto? ¿Eso es bueno o es malo?

-Voy haciendo mi camino con un ritmo pausado. Publico libros que yo creo tienen una cierta calidad. Lo que ocurra luego entra en el terreno de lo incontrolable.

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-¿Se identifica con otros autores de su generación?

-Siento cercanía hacia el trabajo de Carlos Castán, Juan Bonilla, Hipólito G. Navarro o Pedro Ugarte..., aunque su literatura es muy distinta a la mía. Observo una sensibilidad que puede tener elementos comunes. Somos la generación previa a internet, anterior a la difusión masiva de juguetes electrónicos. En nuestra educación sentimental tuvieron mucho peso los escritores latinoamericanos del 'boom'.

-¿Se define como un escritor transgresor?

-Intento no repetir las estructuras que sabemos que funcionan, dignas de admiración en muchos casos. Cada escritor debe intentar aportar algo, aunque sea un pequeño matiz, una cuestión mínima. Dentro de nuestras posibilidades y conforme a nuestra ambición literaria, es legítimo añadir algo al cuerpo del canon literario.

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Nuevas vías

-Ha roto con el costumbrismo. ¿Era un camino sin salida?

-Yo creo que estaba agotado. Dio frutos maravillosos, sobre todo en la Generación de los 50, pero algo nos empujaba a intentar encontrar otros caminos. También la vecindad de la literatura latinoamericana, más volcada hacia lo fantástico y lo insólito nos retaba en cierto modo a encontrar nuevas vías.

-Decía Julio Cortázar que en la novela se gana por puntos y en el cuento por KO. ¿Funciona para usted esa premisa?

-Se puede intentar otro modelo de cuento que no sea un gancho a la mandíbula del lector. El cuento puede funcionar también como una lluvia fina, de manera que se confiera a la escritura un sentido de extrañeza, de misterio, hasta llegar a un final que no sea conclusivo ni determinante, sino que parezca suspendido.

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-Habla mucho de la necesidad de que el cuento sea una especie de epifanía. ¿A qué se refiere?

-El cuento es un género especialmente proclive a trabajar con esos momentos de deslumbramiento que ocurren a veces en la vida cotidiana. Dentro de la existencia más o menos gris que todos llevamos, siempre acontece algo, una visión, un momento de belleza o de terror que desequilibra esa placidez inicial. Son breves destellos que en cierto modo nos cambian la vida.

-Los editores suelen arrugar el ceño cuando se enfrentan al cuento. ¿Por qué se da este prejuicio?

-Cada vez ocurre menos. El cuento es un género literario que nos ha brindado horas de felicidad, tantas como la novela. Hay obras maestras indiscutibles. No se puede poner ningún reparo a 'El Aleph' de Borges; 'El nadador', de John Cheever, o 'El huevo y la gallina, de Clarice Lispector. En ocasiones, sin embargo, aparece cierta pereza lectora.

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