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«Querida Srta. Woolsey: Me pregunto si le gustaría venir, alguna tarde de estas, a tomar el té conmigo. ¿Mañana, por ejemplo?». Son las primeras ... líneas que Gerald Brenan escribe a Gamel Woolsey tras conocerla un día de 1930 en casa de la familia Powys, en el condado inglés de Dorset. Él, formal e impaciente. Ella, comedida y con reticencias: «¿Me perdonará si no voy de excursión esta tarde? Estaba tan agotada de todo el día de ayer». Son los primeros pasos del cortejo, el inicio de una historia de amor que duraría casi cuarenta años, hasta la muerte de ella. 'Epistolario íntimo', de la colección 'La vie en rose' de Jákara editores, descubre en dos tomos la primera correspondencia de la pareja, un romance epistolar que evoluciona de la frialdad inicial a la entrega absoluta. «Estoy y soy tuya», le acabará escribiendo Gamel. Este jueves a las 19.30 horas se presenta en el hogar que ambos compartieron, en la Casa Gerald Brenan de Churriana.
'Epistolario íntimo' desmonta la hipótesis de quienes sostienen que el suyo era un matrimonio de conveniencia. «Estas cartas ofrecen una perspectiva distinta, había amor sincero y verdadero», asegura Carlos Pranger, su albacea literario y el encargado de la selección y la traducción de las cartas. Ambos guardaron todas ellas con mimo en sus archivos. Brenan incluso conservó el mechón de pelo con un lazo violeta que ella le envió junto a un poema dedicado en una de las últimas misivas que se intercambiaron antes de iniciar la convivencia. Los versos inéditos de 'Microcosmos' se incluyen ahora en esta publicación y revelan la pasión que sentían: «Y sé que vendrás a la cama / antes de que el gallo de medianoche cante; / por muy lejos que viaje tu pensamiento, / yo soy el final de tu camino».
Pero no fueron unos comienzos fáciles. «A Brenan le costó lo suyo conquistar el castillo de Gamel», asegura Pranger. Al escritor, con 36 años entonces, le traicionan las prisas, «estaba desesperado» por encontrar el amor. Y Gamel se puso a la defensiva porque atravesaba por un momento convulso en su vida. La poeta, tras haberse separado de su primer marido en Nueva York, vivía en una especie de triángulo amoroso con Llewelyn Powys y su mujer Alyse en Inglaterra. «Alyse era una feminista convencida y permitió que se formara triángulo y, de cierta manera, se enamoró también de Gamel». De hecho, los tres residían juntos cuando el hispanista la conoció. Gamel incluso se había quedado embarazada de Llewelyn, pero perdió el niño tras un accidente.
Todo eso hacía que ella, con 35 años, pusiera sus barreras y dudara de las intenciones del escritor. «Ambos estaban dañados emocionalmente por sus relaciones amorosas anteriores», apunta Pranger. El mismo Brenan ansiaba un amor estable tras haber vivido una tormentosa historia con la pintora Dora Carrington. Y sufría por no lograrlo. Hay un momento en el que Gamel Woolsey se muestra distante y él le habla del martirio que le está haciendo pasar. «Le conecta con el misticismo porque Brenan era un lector acérrimo de los místicos españoles», analiza Pranger.
Pero tras meses de invitaciones, paseos, excursiones y tardes de té en Dorset, Gamel se enamoró de Brenan. Y ambos ordenaron sus sentimientos por escrito. «Oh, cariño, si supieras cuán profundamente, cuán profundamente has cambiado la corriente de mi vida. Las aguas que, forzadas por la cruel marea, han estado navegando río arriba, contracorriente, hoy fluyen de vuelta, liberadas y satisfechas, hacia el mar. Al amarte, no solo soy más yo, sino mejor que yo mismo (...) Desde que empecé a amarte, oh, Gamel, cada célula de mi cuerpo, cada átomo de pensamiento, cada sentimiento ha renacido. Es una conversión religiosa, y tú eres la santa que adoro, por la que pongo en tela de juicio todas mis opiniones y reflexiones, y en la que se sacian y vivifican todos mis sentimientos e impresiones», le dice él.
Y ella le abre por completo su corazón: «Pienso mucho en ti. Es como si fueras ya un habitante de mi mente, apareces en mi pensamiento una y otra vez. Incluso cuando estoy pensando en otra cosa: estoy y soy tuya. Es como si estuvieras en la habitación conmigo. Es una sensación extraña. Es porque estoy enamorada». La pareja contrajo matrimonio en 1931, al año y medio de conocerse, y ya no se separarían hasta el 18 de enero de 1968, el día de la muerte de Gamel Woolsey.
'Una carta', así titula José Manuel Cabra de Luna el texto que abre el tercer tomo del 'Epistolario íntimo' (Jákara editores). Sin más. Porque fue eso, una sola carta, la que dio un giro a su creación y le hizo cambiar la visión sobre su propia poesía. Era 1978 y el pintor y poeta acaba de publicar 'De los que frecuentan las alturas', siete poemas editados por Rafael León con los pájaros como elemento poético, un guiño a la obra del Premio Nobel Saint-John Perse. Rafael León le dio una lista de nombres a los que debía enviar un ejemplar y Gerald Brenan era uno de ellos. Enseguida le llegó su reacción por correo. «Me dijo que le había gustado mucho y añadió: ¿Sabía usted que San Juan de la Cruz escribió un libro sobre las propiedades del pájaro solitario?»
Y no, no lo sabía. Había leído mucho al místico español, pero desconocía ese detalle. «Así que me dirigí hacia lo que San Juan tenía en su obra, esa consideración del ave mayor, del pájaro como una simbología pura del espíritu». Siguió el camino que le había trazado Brenan y reeditó aquel libro con más de 20 poemas impregnados ya de la visión del poeta del Renacimiento. «Es bonito cómo una carta es capaz de hacerte girar 180 grados en tu consideración de algo. Esa carta cambió completamente mi libro», explica Cabra de Luna. El impacto que en su creación tuvieron las palabras de Brenan y la propia carta se completan en este cuaderno con la edición facsímil de 'De los que frecuentan las alturas' (que incluía un dibujo de Dámaso Ruano) y el poemario final.
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