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A mediados de los noventa reivindicó un lugar propio: «Nadie tiene derecho a juzgarme». Pero ya era tarde. Años atrás, durante el último aliento del ocaso franquista, Amparo Muñoz resultó elegida Miss Universo y aterrizó sin pretenderlo en una crónica social ávida de ... nuevos paradigmas del régimen, un corsé que dinamitó pronto. Por entonces, ni sus alabados ojos verdes ni la sonrisa perpetua traslucían aquel insobornable afán de libertad que la caracterizaría durante toda su vida y que la llevó, harta de sufrir las manipulaciones de la organización del certamen, a devolver el título apenas seis meses después de ser coronada pese a que había firmado un contrato leonino con más inocencia que convicción. La polémica comenzaba a alimentar la leyenda de su rebeldía, pasto mediático durante más de tres décadas.
Ahora el periodista Miguel Fernández, con quien escribió sus memorias, publica 'La vida rota' (Roca Editorial), donde repasa su biografía, truncada hace una década. SUR adelanta en exclusiva un capítulo del libro, construido en base a las cientos de horas de entrevistas que Fernández tiene de la actriz y modelo malagueña. «Llegaba a Estados Unidos de madrugada», relataba Muñoz, «y al rato salíamos hacia el otro extremo del planeta. Nunca me informaban de dónde recalaría al día siguiente ni qué haría. La dificultad para entenderme en inglés, el tono de superioridad que empleaban al dirigirse a mí y la vigilancia constante hacían que me sintiera desorientada». En otro momento confesó: «A veces me veo rota».
Su historia se remonta a 1954, cuando nació en el Arroyo de los Ángeles. Hija de Manuel Muñoz y Juana Quesada, fue la menor de seis hermanos. Estudió mecanografía y trabajó como dependienta de Almacenes Mérida hasta presentarse, en 1973, al concurso Miss Costa del Sol. Ganó. Unos meses después se alzaría con la banda de Miss España. El resto del relato ya es célebre: el título mundial un año después, las portadas, el miedo a las críticas y la inocencia perdida entre adicciones y fracasos sentimentales. Y mientras trataba de encauzar aquella fama que tanto se le había indigestado, Amparo inició su carrera como actriz. Sus primeras películas ('Vida conyugal sana', 'La otra alcoba', 'Tocata y fuga de Lolita', 'Sensualidad'), en ocasiones firmadas por reconocidos directores como Eloy de la Iglesia, retratan un cine ansioso por sacudirse, aun a costa de rayar en la tosquedad, los años de dictadura.
Tras separarse de su primer marido, el actor y cantautor Patxi Andión («Pisoteó todas mis ilusiones, convirtió la convivencia en un infierno», escribió sobre él), entabló una relación con el productor Elías Querejeta. Intervino en títulos como 'Mamá cumple cien años', de Carlos Saura, nominada al Oscar como mejor película extranjera y en la que la malagueña compartía protagonismo con Fernando Fernán Gómez y Geraldine Chaplin. Su calidad como actriz aumentaba con cada personaje y comenzó a ganarse el respeto de la crítica y de realizadores como Pilar Miró, Emilio Martínez Lázaro e Imanol Uribe, que contaron con ella en nuevos proyectos. A pesar del despegue de su carrera, se mostró incapaz de controlar la continua exposición pública a la que se veía sometida su vida personal y acabó participando de un juego, el de la prensa rosa, que lastraría su futuro de forma irreparable.
Con Flavio Labarca, un anticuario chileno condenado por tráfico de estupefacientes con quien se casó en 1983, se introdujo en el abismo de las adicciones, que la arrastraron durante años. La espiral resultó tan violenta que abandonó el cine. La condena mediática había alcanzado cotas repulsivas. En 1990, el diario 'Ya' publicó en su portada: «El sida pone a Amparo Muñoz al borde de la muerte». Aquella noticia era falsa, pero la historia moralizante sobre la mujer que lo tuvo todo y se quedó sin nada, el cliché de juguete roto, se instaló como una coletilla inherente a su nombre.
Tras cada tropiezo, sin embargo, estoica y divertida como era, Amparo parecía hacer suya la actitud de Fray Luis de León, que ignoró los años de cárcel inquisitorial para, en su regreso a la docencia, limitarse a comenzar la clase con un irónico: «Decíamos ayer…». Así, en 1996, el debutante Fernando León la llamó para participar en su película 'Familia'. La cinta fue un éxito y su interpretación, aplaudida por la crítica. Amparo recuperó la sonrisa, empezó a practicar budismo, viajó a la India y volvió a estudiar con la intención de matricularse en Filosofía. «Espero que comiencen a respetarme a partir de ahora», llegó a comentar: «No todo lo que he vivido ha sido una mierda». Un tumor cerebral truncó el feliz resurgimiento. El peregrinaje médico, las operaciones y los tratamientos dejaron noqueada a la malagueña, que no se reconocía en el espejo. El 27 de febrero de 2011 moría en su ciudad natal como consecuencia de la enfermedad, a la que su familia nunca quiso poner nombre. Unos años antes había presentado su libro de memorias, cuyo título sentencia, con fatal predicción, que la vida es el precio.
'La vida rota' será presentado en el Aula de Cultura de SUR, en el Centro Cultural La Malagueta, el 14 de junio, con la presencia de su autor, Miguel Fernández, y la directora de Roca Editorial, Blanca Rosa. El acto contará con la actuación de Aurora Guirado. En el capítulo adelantado por SUR.es se descubren detalles como las condiciones contractuales de Miss Universo: «El contrato dice más cosas, pero mientras recorría en coche descubierto las islas no pensaba en asuntos materiales. Miles de personas intentaron acercarse a ella. La policía, los guardaespaldas, no dudaron en utilizar la fuerza para alejarlos de la comitiva. Aunque se esforzaron en mostrarle los atractivos naturales y el potencial económico del país, Amparo no podía evitar conmoverse por los signos de pobreza y miseria que entrevió. 'Por primera vez me llamó la atención algo que sería una constante en los muchos viajes que realicé durante mi corto reinado y que no parecía preocupar a nadie. El lujo, la ostentación que derrochábamos eran un insulto para toda aquella gente pobre que alargaba la mano. ¿Qué veían en mí?', se preguntará durante toda su vida».
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