Antonio Soler: «Al situar mis novelas en Málaga lucho contra ese complejo que nos dice que lo importante ocurre en la Quinta Avenida»
LIBROS ·
El escritor malagueño regresa a las librerías con 'Sacramento', donde se asoma a la secta creada por el cura Hipólito Lucena en la iglesia de Santiago de la capital y, en ese viaje, reflexiona sobre sus primeros años como narrador
Las campanas anuncian las doce del mediodía, el otoño duda todavía en el cielo y la calle Granada recuerda a los hervideros previos a la pandemia. Un reguero de turistas y algún devoto desfilan por la iglesia de Santiago y, en una terraza cercana, el ... escritor Antonio Soler reflexiona sobre lo que allí ocurrió hace poco más de medio siglo. El cura Hipólito Lucena había convertido un grupo de fieles en las hipolitinas, al modo de las sectas del iluminismo. Es la historia real que surca 'Sacramento' (Galaxia Gutenberg), la novela híbrida con la que Soler (Málaga, 1956) regresa a las librerías este martes. Una historia de credulidad, silencios y renuncias que sirve al autor para asomarse a su propia forja como novelista.
-'Sacramento' hunde sus raíces en un suceso real: el caso de Hipólito Lucena y las hipolitinas. ¿Cómo conoció esa historia?
Me llegó a mediados de los años 80, cuando yo apenas había publicado nada. Rafael Pérez-Estrada, Rafael Ballesteros y José Ignacio Díaz Pardo, a los que conocía muy poco, me citan para un almuerzo y me dicen que van a crear una revista cultural y me preguntan si quería escribir de don Hipólito y de las hipolitinas. No sabía de qué me estaban hablando y me contaron la historia de ese cura que había existido en Málaga y que, sobre todo a partir de los años 50, había formado esa secta con mujeres muy al estilo del iluminismo clásico; es decir, que a través del sexo podían encontrar la verdad, la perfección y la comunión con Dios, al margen de la iglesia. Rafael Pérez-Estrada me dijo que fuese a hablar con Alfonso Canales, que era el abogado del Obispado y primo suyo, a ver si le conseguía sacar algo. Allí me fui a verlo y algo me dijo, por lo menos reconoció la existencia del caso. Vi que había algo muy extraño, silenciado por la época. En la conversación con Canales salió el nombre del librero Pepe Negrete. Fui a verlo esperando que fuera una especie de ariete contra el cura y me encontré justo lo contrario. Me quedé con toda aquella información, la revista no salió y no escribí nada. Pero al tiempo entré en contacto con la hermana de una de las hipolitinas, de nuevo a través de Rafael Pérez-Estrada, que me volvió a animar a escribir algo, pero seguía sin verlo claro, porque no quería hacer lo típico: contar la historia de un supuesto sinvergüenza y tirar una pedrada contra la Iglesia. Eso me parecía algo muy simple. Al final me puse a ello, justo antes de la pandemia. Lo comento con Fernando Arcas y justo coincide que él se encuentra con una persona que le dice que ha heredado un álbum de fotos dedicado entero a don Hipólito, además con documentos como los programas de las obras de teatro que montaba en la plaza de la Merced y ya me pareció que la historia me estaba persiguiendo.
-Durante más de tres décadas.
-Sí, con una especie de goteo, pero aquello fue el colmo. Me encuentro con un personaje poliédrico, con luces y sombras, y de ese modo, durante más de tres décadas, lo que era un ente externo se había convertido en materia literaria y se había ido fraguando un mundo literario al modo en como en mí se gestan las novelas: imaginando, creando atmósferas y llegando a formar parte de mí mismo. A partir de ahí, el problema era cómo contaba la historia, porque no veía una novela tradicional. El propio proceso me parecía lo suficientemente curioso y literario y me llevaba a hacer reflexiones literarias como para dar parte también de él y de la época. No se podía explicar un individuo de estas características en un país como la España de 2020 o 2021. Todo esto responde a una época llena de bulos y de rumores. De hecho, el rumor era oficialidad en todos los órdenes. Por eso la inmersión en la hemeroteca fue fantástica, porque te das cuenta de toda esa sociedad que vive a partir de una especie de fábula, de ficción.
-¿Y cree que eso ha cambiado mucho? Comenta que Hipólito Lucena no se podría explicar en la España actual, pero las noticias falsas, los bulos y rumores siguen a la orden del día, desde los negacionistas hasta los conspiranoicos.
Sí, es cierto. A medida que lo decía lo estaba pensando. Quizá tendría que haber dicho que no se hubiera podido explicar en la España de 1999 o algo así. Tengo la sensación de que hemos vivido en un paréntesis en el que todo ese mundo de ficción y de fábula da paso a una sociedad un poco más razonable, que sería la que se vivió aproximadamente durante la Transición; pero ahora, con las redes vuelve otra vez el rumor a instalarse y a formar parte de lo cotidiano.
El oficio
«La inseguridad es una buena garantía para escribir y está bien que te acompañe siempre»
Antonio Soler
Escritor
-Hablando de lo cotidiano, ¿estamos ante su novela donde la ficción tiene menos peso?
-Creo que no, porque en 'Apóstoles y asesinos' incluso tuve que preguntarle al editor qué adjetivo le iba a poner y me dijo que era una novela, porque, aunque todo estaba constreñido a la realidad, las herramientas presentes eran las de un novelista. Y aquí creo que todavía hay más novela. Hay espacios de la realidad que he tenido que completar con ficción. Puede que, intencionadamente, no sea una novela que se atiene al código clásico, eso sí.
-¿Tiene sentido escribir una novela clásica con su planteamiento, su nudo y su desenlace en 2021?
-Supongo que para alguna gente sí. Yo, desde que empecé a escribir, me voy planteando en cada libro una nueva estructura, un nuevo hallazgo. Quizá para un lector cómodo y para un escritor acomodaticio tenga sentido hacerlo así, pero no es el caso.
-Porque el caso que plantea 'Sacramento' es también el suyo propio, su forja como escritor.
Sí, porque me parecía que si contaba la historia de don Hipólito desde el principio, como empieza la tercera parte del libro, la novela se quedaba coja, con muchas cosas en el tintero que dejaban el libro por completar. Y también porque si no contaba ese proceso tan largo mediante el cual don Hipólito se había convertido para mí en un personaje literario, sentía que se quedaba fuera algo muy importante. De hecho, al principio concebí el libro con tres partes muy diferenciadas, incluso en su género. La primera parte correspondía a las memorias, incluso al ensayo, con reflexiones sobre lo que entonces era para mí la literatura y en qué ha consistido el aprendizaje de la escritura... La segunda correspondería a una crónica y la tercera sería puramente una novela. Ha habido un proceso de depuración muy, muy largo... Es el libro que más me ha costado escribir.
-¿Por qué?
-Por esa dificultad de encajar mundos que eran difíciles de coser y que pertenecían a géneros distintos, incluso. Contar la historia como una novela tradicional me parecía pobre y tenía que encontrar el modo de enriquecer eso y, al mismo tiempo, de coser esos géneros en apariencia contradictorios para meterlos en un volumen. Llegué incluso a pensar que se podían publicar en una especie de estuche con tres libritos, pero me parecía que también eso era darme por vencido.
La forja de un escritor
-Habla de ese proceso de aprendizaje como escritor. ¿Ha obtenido alguna lección?
-Que tengo que seguir aprendiendo... (ríe).
-Pero alguna más tendrá.
-Sí... (piensa unos segundos) Hay una distancia de treinta y tantos años. La primera conclusión es que la inseguridad es una buena garantía para escribir y está bien que te acompañe siempre.
-Esa reflexión la comparte incluso de manera literal en un pasaje de 'Sacramento'.
-Sí. Me parece fundamental y no decir 'Bueno, esto lo domino yo. Tengo mano, tengo oficio...'. Hombre, en treinta y pico años, mal estaría si no hubiera aprendido algo de oficio, pero ese estado de alerta, de no andar por el camino ya conocido es fundamental. También hay una reflexión sobre lo que para mí, en un determinado momento era la literatura y lo que ha significado en mi vida. Al final es como ponerte al otro lado del camino, mirar atrás y preguntarte si los sueños se cumplen y, si se cumplen, ¿son mejores cuando estás al principio y los imaginas de un determinado modo o cuando ya los has conseguido?
-Respóndase, por favor.
-Son mejores al principio, porque están libres de las aristas del día a día. Aunque es cierto que también se puede pensar a la inversa y quizá por eso tanta gente cae en lo manido de que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque se olvidan las piedras del camino que entonces había. Yo intento que no se me olviden. Cuando idealizas poder vivir de la literatura, viajar, formar parte de ese mundo, el estar incluido y lo excluido... porque para mí, en cierto modo, la literatura ha sido un camino de inclusión en el mundo.
La vocación literaria
«La literatura ha sido para mí un camino de inclusión en el mundo»
Antonio Soler
Escritor
-En ese aprendizaje como narrador que brinda en 'Sacramento' también sostiene: «Un escritor debe escribir de lo que conoce». ¿Aquí lo ha aplicado como nunca?
-Sin duda. Recuerdo que cuando publiqué 'Las bailarinas muertas', en una entrevista me preguntaron qué libros habían sido importantes para mí y elegí 'Últimas tardes con Teresa', de (Juan) Marsé. No es la mejor novela que he leído, ni el libro que más me ha gustado, quizá, pero sí fue una revelación. Recuerdo que (Eduardo) Mendoza lo dijo con otras palabras: 'Marsé nos enseñó a vernos a nosotros mismos'. El secreto para mí de esa novela es decirte 'Tienes la novela delante de la cara y estás pensando en montar un relato novelesco yéndote a peripecias más o menos alambicadas'. No, no. Está contigo. La tienes delante de la cara. Lo importante es dónde pones el foco dentro de ti, dónde encuentras los elementos literarios que están dentro de ti y que están a tu alrededor. En el libro, cuando me asomo al Callejón de las Puercas, me digo '¿Esto es un mundo literario?'. Y el tiempo me ha dado la respuesta: sí. Cuando empiezo a situar novelas en Málaga en cierto modo lucho contra ese complejo que nos dice que lo importante ocurre en la Quinta Avenida. Pues mire, depende. ¿Lo que le ocurre a un personaje que vive en la Quinta Avenida, sus conflictos amorosos o existenciales, son más importantes que los de una persona que vive en la Avenida de Andalucía? Evidentemente, no. Recuerdo perfectamente a una lectora que un día me dijo 'He leído un libro tuyo y me ha gustado. Y no lo quería leer porque me habían dicho que escribías de Eugenio Gross y pensaba ¿qué puede pasar en Eugenio Gross que tenga interés?'. Entonces, ¿lo que ocurra en Eugenio Gross, no; pero en Vía Laietana, sí? ¿Por qué, porque es Barcelona? Me parece un concepto de la novela completamente ajeno al que yo tengo.
-Y cuando tiene la novela delante de la cara, ¿es el oficio quien le hace reconocerla?
-Completamente. Incluso en algunos novelistas estoy viendo su gran novela, la llevan encima y quizá por eso no se dan cuenta. No lo sé. Se ponen a escribir de mundos lejanos que le pueden sonar más novelescos, pero en mi opinión, no.
-¿Ha llevado a cuestas 'Sacramento' durante este tiempo?
-De forma intermitente. Ha sido algo muy extraño. Ha ido apareciendo y desapareciendo y con el tiempo, quizá por esas intermitencias, se ha ido condensando y transformando en materia literaria hasta convertirse en algo que pertenece a mi mundo, en algo que podía abordar como escritor sin apartarme de mi camino.
«A los catastrofistas los llevaba a la Málaga de 1978, a ver si estaban contentos con ese páramo cultural»
-«La literatura ha sido una manera de dar sentido a las cosas», escribe en 'Sacramento'.
-Sí.
-Suena a confesión.
-Sí, claro. Aparezco como Soler escritor y como alguien que se está fraguando, que desea pertenecer a ese mundo y que al principio se está encontrado en ese camino que las voces que oye aquí en Málaga no le parecen interesantes ni que tengan que ver con él y que cree que tiene que encontrar su camino en soledad y no hacerse eco de voces que no son la suya. Ese ha sido el reto permanente y lo que siempre he intentado.
-¿Se sentía entonces un verso suelto en la escena literaria malagueña?
-Me sentía al margen. Luego empezaron a publicar novelas Justo Navarro, Jose Garriga... Y en el orden cultural el panorama es ahora completamente distinto.
-Sin embargo, no pocos profesionales de la cultura en Málaga denuncian con frecuencia la conversión del centro histórico en un parque temático para turistas y la ausencia de una apuesta por la cultura de base.
-A los catastrofistas los llevaba a la Málaga de 1978, a ver si estaban contentos con ese páramo cultural absoluto. Cuando se crea el Centro del 27 y por aquí aparecen Vargas Llosa o Cabrera Infante... Aquello era un espejismo. Ocho o nueves años antes eso era ciencia ficción. Esas cosas ocurrían en Madrid y en Barcelona, en Málaga no. Así que a los catastrofistas me los llevaba a aquella época para que se dieran cuenta de lo que es un mundo y otro. Evidentemente, hay desperfectos en la gran construcción que se ha hecho y mejoras, sobre todo en el ámbito literario. Que se ha apostado más por lo audiovisual, entiendo por ese visual también a los museos, sí; pero ¿cuántos actos literarios hay a la semana ahora en Málaga?, ¿cuántos escritores aparecen por aquí? Me parece que el cambio es absolutamente positivo. Con mejoras, claro, pero positivo.
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