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. «Déjame en paz que estoy viendo Netflix», se escucha una voz aguda y de persona mayor sin saber a ciencia cierta de quién se ... trata. De repente, el profesor asoma de la maleta negra que se ve en el escenario. «Gracias por vuestros calurosos aplausos», dice antes de que al público le dé tiempo a reaccionar. Así fue el inicio de la presentación de 'Kota y el niño' (Maldragón Editorial), el nuevo libro de Ángel Ídigoras, de la mano del titiritero Antonio Pino y su profesor en el Museo Ruso. Un comienzo nada convencional que dio paso a una historia de infancia y de miradas.
El nuevo libro del ilustrador se compone de dos partes. La primera transcurre en el Rincón de la Victoria, pueblo natal de Idígoras. «Ocurrió cuando era un pueblo de pescadores. Aún no se parecía a Manhattan», bromeó con su fina ironía. El autor vivía cerca de la playa y ya tenía claro que quería ser dibujante o algo similar. Todo gracias a un libro de pintores famosos que su padre tenía y que se sabía «de memoria». En este inicio también aparecen los pescadores que acudían a la taberna del Quitapenas; Bronca, la perra del protestante que «no hace nada, pero es fundamental», y Reina, el jefe de la estación que paseaba por allí a pesar de que hacía cinco años que no pasaba ningún tren. «Todos los personajes son reales», anunció Idígoras antes de que El Pirri, quien cuenta con un pequeño cameo en el libro, se levantara a saludar.
El humorista gráfico se lamentaba de que en el pueblo nadie pintaba. Hasta que un día apareció un asiático con un caballete al hombro. «Paró en el patio de mi casa, mi padre era el médico del pueblo, pero el señor no estaba malo. Parecía calculado», contó con ilusión esta historia real. El Idígoras de nueve años pensaba que pintaría una marina, como esa que veía en el libro de su padre, pero se equivocaba. El objetivo era un merendero. «Mi mente de nueve años no podía entender que quisiera dibujar la bazofia de merendero. Era tonto, pero un pintor. No podía separarme de él», aseguró. Fueron cuatro días en los que el escritor fue descubriendo algo nuevo, algo que hasta el momento no sabía, algo mágico. «Me enseñó que mis neuronas podían ir por otro lado que no habían ido nunca: encontrar la belleza en lo roto», relató. Conforme el japonés, Kota, iba terminando el cuadro, Idígoras iba cambiando de opinión. «El último día era la cosa más bonita que había visto en el mundo. Cambió la cabeza del niño que quería ser pintor. Descubrí que todo es pintable, que todo es digno de representación artística», narró.
Kota acabó su cuadro y volvió a Japón. «Nunca olvidé su nombre. Se fue, pero yo quería que se quedara», aseguró sobre esta historia de la que sólo se ha inventado los diálogos. Una historia de la que ya han transcurrido 50 años en los que no ha pasado nada nuevo. «Solo pasa una cosa. Los voluntarios de Avoi me piden un texto de mi infancia y recuerdo a Kota. Me pienso mucho una frase que no sabía que luego sería tan mágica: 'Kota me enseñó a encontrar la belleza incluso en las cosas feas solo entrecerrando los ojos», relató. Una frase con mucha importancia en el relato, pero que no es el origen. La compañía de payasos de Sevilla 'Síndrome Clown' le propuso hacer una obra de teatro. Una obra basada en la historia con Kota pensada para estrenar en 2025, pero que se estrenará el próximo 12 de octubre en el Centro Cultural María Victoria Atencia, donde también dará una clase magistral ese mismo día. «La segunda parte es la búsqueda de Kota. No puedo decir nada más», anunció.
Antes de que tomara la palabra el autor del libro, lo hizo su hijo: Pablo Codes, quien señaló los dos ejes centrales de esta historia real que el humorista gráfico vivió cuando era un niño. El artista comenzó por la infancia. «Hay que entender la infancia como un territorio, no como un periodo. Nos mudamos a la edad adulta, pero venimos de la infancia. Las edades no se sustituyen, se acumulan», comenzó para seguir con el segundo eje: la importancia de la mirada. «Hay que mirar el mundo de una forma bonita, cómo aprendió mi padre con Kota. Aunque nos parezca que mirar es un acto pasivo no lo es, es un acto creativo», dijo en la presentación en la que también estuvo el editor de 'Kota y el niño', Raúl Cordero.
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