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El escritor Javier Marías.
Javier Marías: «Es ridículo pensar en la posteridad»

Javier Marías: «Es ridículo pensar en la posteridad»

El escritor celebra los 25 años de ‘Corazón tan blanco’ y lamenta que «los libros literarios sean hoy una rareza»

Miguel Lorenci

Miércoles, 15 de febrero 2017, 00:34

«Pensar en la posteridad es ridículo; es un concepto pasado». Lo dice Javier Marías (Madrid, 1951), escritor y académico que tiene asegurado un lugar preeminente en la historia de la literatura española del siglo XX. Candidato al Nobel, aspirante recurrente a un premio Cervantes que ya veríamos si acepta, Marías celebra los 25 años de la novela que le cambió la vida y la carrera. Corazón tan blanco apareció en 1992, pero no reventó el mercado hasta que cuatro años más tarde el pope de la crítica alemana, Marcel Reich-Ranicki, lo puso por las nubes en su programa de televisión y lo convirtió en un best-seller en Alemania. Cree Marías que no repetiría el éxito hoy, cuando prima la bulla y el griterío digital en las redes y «la imbecilidad organizada, tan difícil de combatir como el crimen organizado».

Corazón tan blanco se ha ganado el honor de ser un «clásico contemporáneo», según su última editora, Pilar Reyes. «Es obvio que para mí hay un antes y un después del libro», concede Marías, que pudo dedicarse en exclusiva a la escritura gracias al inopinado éxito de su séptima novela, que tuvo una modesta primera edición de 10.000 ejemplares.

Ha escrito un nuevo prólogo para la exquisita edición conmemorativa de Alfaguara, pero se ha negado a releer la novela. «No me releo salvo por causa de fuerza mayor, por razones utilitarias, y porque además tengo la sensación de que antes escribía mejor, de que empeoro con cada libro», dice risueño el autor de Mañana en la batalla piensa en mí o Los dominios del lobo.

El libro que lo catapultó en la escena internacional no lo tuvo fácil. Varias editoriales alemanas lo rechazaron y llevaba cuatro años en el mercado cuando Ranicki lo ensalzó sin medida «llegando a compararlo con Tolstoi». «Fue una enorme fortuna para un libro que, milagrosamente, sigue vivo, que se reedita en Francia, Italia y Reino Unido». «Es insólito que se haya vendido como si fuera un best-seller», explica su autor. Tuvo enormes dudas con el título y solo al poner el punto final comprendió que «los temas que abordaba son el secreto y su conveniencia, la persuasión, la sospecha y el matrimonio», precisa.

Sabe que fue un triunfo extraño y «si no ocurre de nuevo, no me quejaré». Advierte, con todo: «No seré jamas rehén de su éxito». «Pensar en la posteridad es ridículo», reitera, lanzando la vista al futuro. Está ultimando otra novela, la decimoquinta en sus 45 años de carrera, y se debate sobre la elección del título, que podría ser Berta Isla o Berta Isla de Nevinson. Será una historia que discurre entre los años 60 y los 90 y de la que Marías no suelta prenda, aunque hace notar que es obvio que la protagonista es una mujer casada y cuenta que recupera algún personaje de Tu rostro mañana.

Pero del tema y la trama no explica nada. «Mientras escribo, invento, averiguo y descubro qué quiero decir», asevera, pero no acaba de saber de qué van sus libros hasta que concluye su viaje creativo. «Mis novelas no tienen mucho argumento, ya Benet me lo decía», admite.

Cree el escritor que las cosas han cambiado radicalmente en el mundo literario y editorial en este cuarto de siglo, y no para bien. Que los lectores son hoy menos ambiciosos y exigentes, «más impacientes y deseosos de intriga».

«Si hoy apareciera Corazón tan blanco, dudo que tuviera la fortuna y los lectores que tuvo hace cinco lustros», aventura. Su novela se batió el cobre entonces en las listas de ventas con Kundera y Umberto Eco, entre otros, «pero hoy es una rareza que haya libros literarios en estas listas», se duele el autor.

El mundo de la escena se le ha echado encima con saña por decir que no va al teatro, dado que a este shakespeareano de pro no le gustan las osadías experimentales que tanto proliferan en nuestros escenarios. Los ataques que ha recibido son, a su juicio, un síntoma de la nueva y regresiva situación. «En poco tiempo hemos pasado de la estupidez de toda opinión es respetable esa falacia que pide respeto para quien opine que hay que gasear a los judíos al no tolero una opinión que me contraríe».

«No he faltado al respeto a nadie. Expreso mi opinión y digo que ese teatro no es para mí», acota Marías, que detecta en el ambiente «una furia vocacional que hace que guste mucho ser víctima e indignarse». «Dije ya hace tiempo que vivimos una era de estupidización y tontificación», recuerda.

Un fenómeno que alimentan las redes sociales «dando alas y visibilidad a los iracundos comentaristas de barra de bar, cuyas invectivas se convierten en globales». «La gente se esfuerza en decir sandeces que llegan a todas partes y se hace una enorme presión sobre los opinadores. Hay pánico a ser tachado de algo, y eso sí que es peligroso, porque se ejerce una presión sobre quien escribe», lamenta.

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