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'Dos años, ocho meses y veintiocho noches', Apocalipsis yinn

'Dos años, ocho meses y veintiocho noches', Apocalipsis yinn

juan francisco ferré

Sábado, 14 de noviembre 2015, 09:34

Salman Rushdie es uno de los más brillantes novelistas actuales. La escritura de esta ambiciosa novela, la mejor desde los Versos satánicos, inscribe en su fascinante despliegue una parte significativa de las secuelas de haber escrito su novela más famosa.

En su libro anterior (Joseph Anton), Rushdie expuso cómo se había modificado el sentido de la historia, en apenas dos décadas, pasando de una narrativa trasnochada (la guerra fría) a otro relato dialéctico mucho más importante: la lucha de la libertad, los derechos humanos y la democracia contra el fanatismo religioso.

Con esta idea en mente, Rushdie, novelista de compromiso global, organiza su narración desde un futuro milenario donde el triunfo improbable de la razón sobre la sinrazón, el amor sobre el odio y la tolerancia sobre la intolerancia se habría convertido en una realidad incontestable.

El cronista anónimo que se esfuerza en narrar la última batalla de la humanidad por extirpar su parte oscura, con la ayuda sobrehumana de los juguetones yinn, e imponer el orden luminoso de una nueva era (gobernada «por la razón, la tolerancia, la magnanimidad, el conocimiento y la contención»), concluye su relato con una nota de amarga ironía. El mundo de la reconciliación por venir es un mundo donde el sueño, ese sueño que produce monstruos y pesadillas, como se exhiben en el libro, pero también maravillas, habría sido abolido para siempre. Para purgar el mal congénito, bromea Rushdie, los humanos dejarán de soñar y renunciarán a quimeras e ilusiones peligrosas.

Para un novelista fantástico como Rushdie, encuadrado dentro de lo que denominaría un realismo mágico transnacional, ya que utiliza mitologías orientales para describir el turbulento presente occidental, esta renuncia al poder creativo de la imaginación podría parecer un desenlace castrador. Pero el célebre grabado de Goya El sueño de la razón, antepuesto al comienzo del libro como advertencia, previene al lector de que la última palabra no la tiene el resignado narrador futuro sino el polémico autor real.

Tras desatar el apocalipsis carnavalesco de la ficción sobre el mundo mediante una guerra desastrosa entre el reino superior de los Ifrits (esos genios malignos de la tradición arábiga preislámica plasmada en los relatos de las Mil y una noches) y el reino inferior y decadente de los humanos, Rushdie da una suprema lección de arte narrativo al demostrar que la gran victoria de la cultura sobre el integrismo creyente es siempre simbólica. Un ideal de la historia colectiva, como la lucha interminable por la libertad en la exégesis hegeliana.

No es arbitrario, pues, que la novela comience en Lucena, en el siglo XII, teniendo como protagonista de excepción al escéptico filósofo andalusí Ibn Rushd (Averroes), adoptado como nombre familiar por el padre de Rushdie. Sus relaciones maritales con una yinnia egregia (Dunia), con la que engendra un linaje multitudinario de criaturas libres, y sus disputas intelectuales con el teólogo dogmático Al Gazel se entrelazan como hilos recurrentes de la vasta narración. La pugna entre absolutismo y tolerancia se constituye como metarrelato histórico en esa prodigiosa síntesis de Oriente y Occidente representada por Al Ándalus, modelo multicultural de la utopía del futuro.

Como novelista con sensibilidad contemporánea, en los episodios más fantásticos Rushdie recurre con fruición estética a la cultura de masas global (películas y cómics de superhéroes, videojuegos bélicos o mitológicos, los Cazafantasmas, pirotécnicas películas chinas sobre guerras celestiales, mangas y animes, etc.) para proporcionar una alucinante dosis de efectos visuales a esta epopeya novelesca sobre el designio humano de la vida en la tierra.

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