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Antonio A. Gómez Yebra
Miércoles, 14 de octubre 2015, 12:01
Basado en la película de animación que ha encontrado tantos seguidores en el mundo, estamos ante un libro en cartoné, para los más jóvenes de la casa, que se deleitan con las aventuras de los minions, esos personajes amarillos que usan pantalón vaquero y trabajan para el amo perfecto: Scarlet Overkill, una criminal de mucho calibre. En esta aventura los envía a Londres para robar la corona de la reina Isabel, y los pone en contacto con Herb para que les proporcione (como si fueran el agente secreto más famoso del mundo, 007) las armas y herramientas imprescindibles, algunas, herederas de las que usaba el inspector Gadget.
Dotados del material adecuado, se presentan en la Torre de Londres, donde se guarda la corona, y, cuando están a punto de cogerla (la historia y la ficción abundan en este tema), se llevan el símbolo de la realeza británica y lo colocan en la cabeza de la reina.
Los minions siguen a la reina, recuperan la corona, son perseguidos por la policía, pero Bob, como un nuevo Arturo, saca la espada de la roca y es coronado nuevo rey. Y estamos, de este modo, en otra vuelta atrás en la Literatura: el niño, o pobre, o loco, a quien nombran rey por un día, que en este caso serán ocho. Pero aquí todo se hace con alegría, sin ningún tipo de dolor, sin traumas: el Rey Bob lleva a cabo pequeñas reformas, como vestir a los guardias reales de amarillo, asemejándolos, así, a los minions. Es un cambio simpático que no se puede considerar una burla.
Cuando Scarlett recibe la corona de manos de Bob, esta confiesa que los minions no solo han robado el símbolo de la realeza británica, sino también su corazón (nota ternurista de la obra). Ilustrado con fotogramas de la película, el libro resulta muy atractivo para sus destinatarios, que rememoran y reviven felices las secuencias del filme.
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Pilar Martínez | Málaga y Encarni Hinojosa
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