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antonio garrido
Martes, 15 de septiembre 2015, 09:24
No es la primera vez que alabo a la editorial Valdemar por una publicación. No será la última, espero. Repetir una alabanza es bueno y más si se trata de libros. No me pude resistir y compré el volumen. Esperé a la noche y a la brisa que entraba por la terraza. Encendí la lámpara y me senté. Silencio solo arrullado por las olas. Momento de soledad con el terror, con el miedo, como horizonte. ¡El placer! Las momias están preparadas en los veintidós relatos que forman el volumen.
El estudio preliminar de José Antonio Navarro, No despertéis a los muertos, nos informa, nos ilustra, nos sugiere y nos prepara para sumergirnos en la ficción, en el rico venero del que cada autor ha sacado lo mejor de sus facultades y que tiene como elemento común, salvo el caso de mi colega en las tareas universitarias, Pilar Pedraza, que trata un tema en el que demoraré.
Y llegó Napoleón. No es que antes la cultura egipcia no fuera objeto de interés, basta citar la obra de Atanasio Kircher y los obeliscos romanos; pero es con la fracasada expedición del Corso cuando Egipto se populariza hasta crearse una moda que afecta a los muebles, a la manera de vestir, a la ópera, a las artes en general. Egipto se convierte también en un lugar de peregrinación. En el imaginario, de la misma manera que ocurrió en el imperio romano, la mitología y los embalsamamientos se han transmitido a través del tiempo firmemente.
Si existe una figura que concentra todas las magias y secretos de los siglos y también los horrores es la momia. Un ser que llena los museos del mundo. Su aspecto entre vendas no es muy grato y sin ellas, qué decir. La momia es un cadáver que no se ha unido a la tierra de donde procedemos. Es cuero y dientes que se pueden ver como amenazadores y también como grotescos. La ficción de terror y en este volumen se incluyen títulos magistrales ha fijado un arquetipo: la momia como un muerto que vuelve con una fuerza y una maldad extraordinarias.
El secreto de la momia como el de los vampiros y el de los zombis, tan de moda, es que contravienen la única ley universal e irreversible, la muerte. Se trata de una figura que coincide con el pánico primigenio, con el miedo a perecer; ese miedo que se oculta pero que nunca puede desaparecer. El punto de partida está en la profanación de la tumba, en la interrupción del sueño. Las causas son diversas: robo, conjuros, objetos mágicos. Las momias tienen sentimientos: odio para la venganza y para el amor. Las momias viajan y pueden aparecer en cualquier momento. Sería injusto hacer una lista de teléfono de autores y de títulos. El lector encontrará todos los matices.
Yo también, Pilar, me he demorado mucho tiempo delante de la urna que contiene el cuerpecito de Rosalía Lombardo en el marco de las criptas de Palermo. Entre cientos de momias absurdas, cómicas, terribles, grotescas, tiernas y tantos calificativos. Se han convertido en un espectáculo y un día se cansarán y destrozarán a tanto turista de todo incluido. En la soledad, murmuran y se quejan. Ella no, ella es feliz detrás del cristal en la belleza del sueño, del tiempo detenido en una moda pasada y perenne.
Un acierto del cuento, y todo él lo es, radica en el ambiente académico, en la tesis doctoral de Goran Pizca, en el acto de defensa. Humor y un control perfecto del tiempo narrativo. ¿Quién es esa niña, qué hace en este acto tan solemne? ¿Qué pasó una noche en las criptas? Termina con la estructura delirio doctoral, muy cierto, en la academia hay muchas momias y más jeroglíficos. Insisto, léase.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Cristina Vallejo, Antonio M. Romero y Encarni Hinojosa | Málaga
José Antonio Guerrero | Madrid y Leticia Aróstegui (diseño)
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