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Tras un año algo mustio en cuanto a estrenos y penetración, Netflix nos ha deleitado estas navidades con uno de esos mantecados que tanto gustito dan a la hora de la sobremesa. La plataforma ha retomado su hasta ahora mayor éxito global, la producción coreana ' ... El juego del calamar', con una segunda tanda de capítulos ahítos de intriga violenta y maneras tan coloridas como extenuantes. Aunque hace ya más de tres años de su estreno, permanece en nuestra memoria aquel juego macabro de seres necesitados entregados a un ritual competitivo donde solo uno, ah, resultó superviviente. Ya saben, sí, les hablo de la serie que hizo popular aquella muñeca gigante algo fallera que masacraba por doquier en una cacería sin sentido, o también aquel 'guiso' o rayuela sobre el abismo. Una crítica velada, decían, al inmisericorde capitalismo que a tantos deja en sus cunetas. Claro que sus posibles ínfulas filosóficas se desvanecían por el aplastante temor, entre jocoso y trastornado, trasladado por ese ejército de enmascarados en trajes rojo-fucsia, o por la diversión que nos proporcionaba un divertimento tan sangriento como deliciosamente atroz. En 'El juego del calamar 2' volvemos a reencontrarnos con los mismos esquemas, ligeramente renovados pero igual de rudos, y que encuentran su aquel, ay, cuando nos inducen a pensar con qué tipo de jugadores podríamos identificarnos en cada uno de sus maléficos retos. Un dulcecito para quienes gustan de estas obras 'glocales', los detalles coreanos no impiden, como en 'La casa de papel', que todo ser humano o lo que quede de él se aliene siete horitas en una historieta magnética, llena de clichés (esta vez hay embarazadas, hijos sumisos, personajes trans y hasta raperos), que pierde parte de su turbación inicial pero gana en tiroteos y sobre todo al dejarnos ver la trastienda del chiringuito aniquilador. Una segunda temporada inconclusa, que deja el cuerpo algo cortado pero necesitado de ver el desenlace, ya sí total, de la tercera temporada, que nos dicen vendrá en el inminente 2025. Allí sucumbiremos.

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diariosur El calamar mantecado