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Recibe en su despacho tras una reunión sobre el Festival de Málaga y la presentación de un nuevo ciclo flamenco en el Cervantes. Por la tarde, estará en las butacas del Echegaray en el último estreno de su Factoría teatral. Le faltan horas al día ... para atender todos los frentes, pero en ningún momento mira el reloj. Es una de las virtudes de Juan Antonio Vigar (Málaga, 1958), un hombre tranquilo al estilo fordiano, un gerente con la valiosa capacidad de transmitir calma cuando fuera faltan días para el festival de cine, la maquinaria teatral no frena y se suman nuevos retos a su agenda. Como el Centro Cultural Astoria, el proyecto anunciado por el Ayuntamiento para la parcela de oro del centro histórico. A él recurrió el Consistorio para esbozar las líneas básicas de lo que debería ser ese espacio, una nueva sala versátil que se incorporará a las que ya gestiona Málaga Procultura (Cervantes, Echegaray, Albéniz). Una iniciativa no solo útil para la ciudad, sino «imprescindible» para aliviar al sobrecargado Cervantes. Él ha creado el germen del Astoria, pero quién sabe si ya lo disfrutará como un espectador más: «Deben ser protagonistas de cada tiempo las personas de ese tiempo», deja caer.
–Segundo Festival de Teatro en pandemia. ¿Qué balance hace?
–Muy positivo, por varias razones. Primero porque hemos podido gozar de un aforo pleno después del año pasado, en el que tuvimos un promedio de unos 300 espectadores por función. Me acuerdo de días con 150 espectadores para un aforo total de mil.
–Un sinsentido.
–Tenía el sentido que marcaba el cumplimiento de las distintas normativas sanitarias que están dictadas para protegernos. Nosotros siempre defendimos que los espacios culturales eran seguros y que la cultura como actividad esencial debería haber quedado fuera de esas limitaciones. Y el paso del tiempo nos dio la razón, los espacios culturales no han generado contagios. Pero este año el crecimiento ha sido muy amplio. Hemos llegado al 58% sobre aforos plenos, lo que significa en datos porcentuales un crecimiento de un 72% en el número de espectadores por función. La gran lección de la pandemia la ha dado el público que siempre ha querido disfrutar del mundo de la cultura.
–Habla de un 58% de ocupación media, ¿eso se entiende como un éxito?
–Sí, en función de varios parámetros: desde dónde venimos y desde el balance económico que eso puede suponer. Lo que ya se ha celebrado de esta edición del Festival de Teatro, porque aún nos quedan espectáculos para mayo, ha supuesto prácticamente un equilibrio entre los costes y los ingresos, lo cual es un éxito de gestión.
–¿No hay que aspirar a cubrir el cien por cien del aforo?
–Creo que hay que ser realistas. Ojalá se hubiera producido un cien por cien de asistencia, pero en otros festivales de teatro, como el de 2019, tampoco estuvimos ahí, estuvimos en el 77%. Este año venimos con una serie de condicionantes de partida que nos hacen pensar que el crecimiento porcentual es el que hay que valorar.
–¿Qué se quedará de esta pandemia en el teatro?
–Siempre se quedarán cosas que tienen que ver con el propio trabajo interno. Hemos desarrollado una serie de protocolos higiénico-sanitarios muy exhaustivos. Tenemos de público, de empleados, de artistas, de ópera… Y creo que el público nos va a seguir exigiendo que seamos rigurosos en todo lo que hagamos. El paraíso, por ejemplo, se ha numerado para que no haya esa visión antigua como lugar de aglomeración que en este momento nadie quiere.
–¿Qué funciona mejor con el público de Málaga?
–Ha gustado mucho toda la parte de comedia, Les Luthiers y Els Joglars. Y hay nombres de la literatura que han funcionado muy bien, como la relación entre Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán. 'Anfitrión' de Molière también. Y, cómo no, la presencia de personas muy queridas en esta ciudad como Diana Navarro con 'En tierra extraña', que fue una de las primeras obras que se vendió. En el caso del Echegaray han funcionado nombres muy consagrados como Magüi Mira, Petra Martínez y estrenos del teatro local, como 'Aguirre'.
–El Cervantes, ¿está sobreprogramado?
–El Cervantes sobrepasa con mucho la lógica en cuanto a la programación de un teatro de su naturaleza. Programar 320 días al año es un esfuerzo enorme para cualquier estructura y equipo humano. Ahora bien, el Cervantes es la gran casa de la cultura de Málaga y nuestro teatro, un teatro público, tiene la obligación de acoger todas las sensibilidades, todo tipo de formatos, de géneros… Porque es parte de esa vocación de servicio público. Y sí, ese esfuerzo de programación es enorme y probablemente poco razonable desde el punto de vista de la gestión, pero es nuestra obligación y la hemos tomado con toda la ilusión del mundo.
–¿Hay que decir que 'no' a muchas propuestas por falta de fechas disponibles?
–No te puedes ni imaginar. Propuestas de todo tipo y peticiones de todo tipo. Estamos orgullosos de ser la casa de la cultura a la que todos tienen acceso, pero nos faltan días para desarrollar programación propia.
–El Centro Cultural Astoria es, entonces, realmente necesario.
–Desde mi punto de vista, imprescindible. Queda mucha cultura por poder disfrutar en Málaga. Y un espacio que ya tiene 320 días programados al año no puede seguir programando más. Tenemos el maravilloso esfuerzo de todos los teatros privados y las salas independientes de Málaga, hay que felicitar al Teatro del Soho CaixaBank y a Antonio Banderas por su magnífico trabajo. Pero ni sumando su esfuerzo con el nuestro creo que podemos abarcar todo lo que la ciudad de Málaga se merece en materia cultural. El Astoria nos va a permitir dimensionar acciones que estamos desarrollando aquí de una manera mucho más completa. Si queremos poner en valor el mundo de la danza, con nombres de primerísimo nivel en nuestra ciudad, podría tener una magnífica ubicación allí. Este centro coreográfico no solo serviría para exhibición, sino para construir con nombre propio cada año con un proyecto de un coreógrafo importante y un programa de actividades que atrajera a nuestra ciudad la danza de excelencia.
–Sería un escenario versátil.
–Sí, un espacio no es solo para una sola cosa. Y desde esa versatilidad, un espacio que pudiera tener entre 600 y 800 butacas nos pemitiría poder llevar parte de la programación del Cervantes, dar más cabida a proyectos del mundo social y cultural, y por otro lado serviría para algo que el festival de cine está demandando: su crecimiento tiene que ir acompasado de un mayor número de espacios de exhibición. Ahora estamos con las salas muy saturadas. Con el futuro Neoalbéniz tendremos dos salas de pequeño formato, pero nos hace falta otra con mayor dimensión y más rentabilizable desde el punto de vista del aforo. Es útil, necesario…
–¿Y factible?
–Eso ya no depende de quien te habla. Confío en que este proyecto que nace desde la convicción en una realidad que te acabo de describir, en manos de quienes tienen la legitimidad de llevarlo adelante, pueda verse como una realidad.
–¿Y será rentable?
–En la cultura los números siempre son amigos. Aunque se tiñan de rojo siempre dan información. En base a la idea que teníamos y que se expresó al Ayuntamiento, hicimos unos estudios económicos que realmente, si no desde el primer momento, sí hacen muy sostenible a medio plazo la gestión del edificio. El personal de Málaga Procultura dividiría su trabajo entre el Cervantes y este posible nuevo espacio. Los costes de capítulo 1 serían pequeños, aunque habría que dimensionar algo más los equipos.
–¿Usted podrá con todo?
–Creo que no debo personalizar esto (ríe). He propuesto la idea. Ahora mismo mi compromiso con Málaga Procultura está planteado hasta las próximas elecciones. Si luego hay confianza por parte del Ayuntamiento en que pueda ayudar y aportar la experiencia, estaré encantado. Tengo un equipo amplio, que espero que pueda ser algo más amplio para que uno pueda tener la mente mucho más centrada en lo esencial y no tanto en lo cotidiano. Pero yo trabajo en el mundo de la cultura porque lo considero un privilegio, y no me asustan los retos.
–¿Cómo lo hace para parecer siempre calmado cuando alrededor se le acumula tanto trabajo?
–La procesión siempre va por dentro (ríe). Tengo la obligación de ser el hombre tranquilo al estilo fordiano, de ser una persona que debe trasladar a los demás la sensación de que todo está en orden, que todo está bien medido y que la planificación se ha hecho correctamente. Aunque uno, que está en la visión global de las cosas, pueda llegar a saber dónde están fallando y por dónde puede venirnos un problema. Y en lo personal también soy una persona muy positiva. No le doy mucho valor a las cosas que salen bien porque también hay que relativizar cuando te equivocas. No hay que vivir instalado en la ansiedad, en la angustia y el estrés, sino en la serenidad que te permite ver con más luz la realidad. Y trabajar. Nada sale bien si no se trabaja mucho. Eso lo tengo clarísimo desde que empecé en la gestión cultural hace ya tantos años que ni lo voy a decir.
–¿Cuántos años tiene?
–Tengo 64.
–Está un año de la jubilación.
–Vamos a ver…
–¿Se lo plantea?
–Yo no me quiero eternizar en ningún trabajo. Más pronto o más tarde, llegará el momento para que también intente disfrutar un poco de la vida. Mis jornadas laborales son interminables. Llego a las 7.30 horas y me voy cuando se acaba la función.
–Si se jubila, será un drama para el Ayuntamiento...
–No, estoy completamente en desacuerdo. Yo podré estar un tiempo mayor o menor, pero estoy en la generación de salida. Debe ser protagonista de cada tiempo las personas de ese tiempo.
–A estas alturas, ¿la cabeza ya está en el Festival de Málaga?
–Llevamos muchos meses trabajando muy duro con el festival. Estamos en la fase final, ya tenemos la parrilla bien encajada y vamos a tener películas que van a gustar. Estamos intentando volver a recuperar esa presencialidad y esa vida del festival más unido a la ciudad.
–¿Habrá alfombra roja?
–Tengo la absoluta certeza de que se hará, otra cosa es que tengamos que pedir al público que esté con mascarillas. Pero habrá alfombra roja e iremos al Carpena y haremos un encuentro con 3.000 personas de la ciudad disfrutando de esa gala inaugural y de la película 'Código emperador', con un Luis Tosar extraordinario. Estamos ilusionados con la edición de plata.
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