

Secciones
Servicios
Destacamos
Antonio Moro pintó al joven príncipe y futuro rey Felipe II durante su primer y crucial viaje fuera de España, para ser presentado como heredero ante los Estados Generales de Flandes a los 22 años. Este portentoso retrato, una de las joyas del Museo de Bellas Artes de Bilbao, se muda al Museo de las Colecciones Reales durante un año. En contrapartida, Patrimonio Nacional cede al museo bilbaíno varias piezas de la Real Armería del Palacio de Madrid para su exposición sobre la Real Fábrica de Armas de Eugui.
Antonio Moro -artista neerlandés, contra lo que sugiere su nombre- pintó entre 1549 y 1550 el 'Retrato de Felipe II' que se exhibe al comienzo del espacio dedicado a Felipe II, en la sala de los Austrias. Permanecerá doce meses en la galería aneja al Palacio Real de Madrid como primera obra invitada del museo palaciego. La presentó el director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Miguel Zugaza, impulsor de la cesión, junto a la directora de la Galería de las Colecciones Reales, Leticia Ruiz, y la presidenta de Patrimonio Nacional, Ana de la Cueva.
Zugaza celebró esta primera colaboración con las Colecciones Reales que trae a sus salas «uno de los mejores ejemplos de la retratística renacentista vinculada a la Corona y una de las obras más importantes de la colección del museo de Bilbao».
La tabla fue adquirida en 1992, cuando Jorge de Barandiarán dirigía el museo vizcaíno, a través de la galería madrileña Caylus. Es un óleo sobre tabla de roble de 107,5 x 83,3 centímetros que perteneció a la familia Spencer desde 1730. El padre de Diana de Gales lo vendió en 1983 al marchante y coleccionista norteamericano Eugene V. Thaw.
El entonces príncipe Felipe posó para Antonio Moro a los 22 años, durante su llamado 'Felicíssimo Viaje' para ser presentado como heredero ante los Estados Generales de Flandes. Aquel periplo fue decisivo en lo político y esencial en la educación artística del futuro rey. Regreso «maduro, viajado y cosmopolita» dice la crónica, tras visitar Génova, Milán, Mantua, Trento, Innsbruck, Múnich, Heidelberg, Luxemburgo y los Países Bajos. Fue entonces cuando entró en contacto con artistas como Tiziano, Leon Leoni o el propio Moro y conoció el arte internacional: los palacios, jardines flamencos, tapicerías, armaduras que tanto le atrajeron.
«Felipe II vuelve a casa y sigue con ese 'felicísimo viaje'. Ahora parado en la corte, cuyas colecciones se significaron y sustanciaron gracias a sus mandas testamentarias. Es difícil encontrar un espacio donde este retrato encuentre un espacio tan maravilloso para contextualizar esta obra», se felicitó Leticia Ruiz.
El cuadro es una de las primeras imágenes que se conservan de Felipe II. Moro define con su pincel al joven Felipe como príncipe del Renacimiento. La importancia del retrato reside tanto en el rostro -con la característica inexpresividad de la iconografía filipina que define la majestad y su gesto de 'auctoritas'- como en el vestido. El príncipe luce un lujoso atuendo que el pintor enfatiza y sobre el que pende un collar, el Vellocino o Toisón de Oro, símbolo de la orden homónima. Destacan las suntuosas joyas en forma de botonadura, el rico cinturón o talabarte y la lujosísima empuñadura de la espada, cuajada de perlas y piedras preciosas.
Debido a su fama internacional, el nombre de Antonio Moro (Utrecht,1519-Amberes 1577) se adaptó a diversos idiomas y se le conoce como Anthony More, Anthonis Mor, Antoon Van Dashort Mor o Antonis Mor Van Dashorst. Formado junto al pintor romanista Jan van Scorel, destacó como retratista -en 1552 pintó al emperador Carlos V- y era un excelente conocedor del mundo cultural italiano por sus varias estancias en la península. Tras viajar por Europa, regresó a España por última vez a comienzos del reinado de Felipe II (1556-1598), para elaborar obras para el círculo próximo al soberano. En 1560 retornó a su tierra natal. No atendió a las peticiones del monarca para que regresara a España, y falleció antes de cumplir sesenta años,
Su famoso retrato real se suma a las demás obras de Antonio Moro que posee Patrimonio Nacional y que se exhiben en sus Reales Sitios. La principal es 'Felipe II en la jornada de San Quintín' (1560), que muestra al monarca ataviado con la célebre armadura de la labor de aspas, que le acompañó en esta campaña y que se conserva en la Real Armería de Madrid. Felipe II quiso que este retrato estuviera en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y allí permanece.
Fruto del acuerdo de colaboración entre Patrimonio Nacional y el museo que dirige Zugaza, desde la pasada semana se exhiben en Bilbao, y también como 'obras invitadas', tres piezas de extraordinario valor artístico procedentes de la Real Armería del Palacio Real de Madrid. Se trata de la 'Rodela del Juicio de París', una celada y un arcabuz. Las tres fueron producidas en la Fábrica de Armas de Eugui (Navarra) y adquiridas por Felipe II durante el siglo XVI.
Las piezas se acompañan de un aparato documental del siglo XIX procedente del Archivo General de Palacio y de la Real Biblioteca: un libro ilustrado con las mejores producciones de la armería publicado el medievalista francés Achille Jubinal, fotografías de época de Charles Clifford y Jean Laurent, y el álbum fotográfico del Conde de Lipa.
Ana de la Cueva agradeció a Zugaza su colaboración y compromiso, destacando que «la Galería ya ha cumplido con éxito esa primera etapa de ponerse en marcha». «Inaugurar el espacio de la pieza invitada hace honor a nuestra esencia, porque queremos ser un espacio vivo, despierto, que rota, que se mueve. Y este es el primer paso», dijo
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La segunda temporada de Memento Mori se estrenará este mes de abril
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.