José Lebrero, en la biblioteca del Museo Picasso. Ñito Salas | Vídeo: Pedro j. quero

José Lebrero, director del Museo Picasso: «La mirada crítica a la cultura institucional es un fenómeno muy sano»

El gestor ingresa en la Academia de San Telmo, una institución centenaria «con voluntad de tomar partido» por lo que sucede en la ciudad. Él lo hace: habla del papel de la entidad, de los retos de la pinacoteca y hasta de la Invisible

Jueves, 27 de enero 2022, 00:54

Cuando lleva el traje de director del Museo Picasso Málaga, José Lebrero es un tipo de gesto serio, siempre comedido. Pero sonríe, y mucho, cuando habla de un reconocimiento para él inesperado, un «honor» que más allá de su labor al frente de la pinacoteca ... le vincula ya para siempre a la ciudad del genio. Lebrero ingresa hoy en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo como académico numerario (Museo de Málaga, 19.30 horas). Firme defensor de la importancia de repensar el papel de los museos en el siglo XXI, Lebrero aplica ese mismo análisis a una institución centenaria que debe servir a una sociedad dinámica y cambiante. «En la Academia de San Telmo hay una voluntad de tomar partido por lo que sucede en la ciudad». Él lo hace y no esquiva ningún asunto. De la institución, de los retos de la pinacoteca y hasta de la Invisible habla en esta entrevista en la biblioteca del museo.

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-Su ingreso en la Academia le vincula ya de forma definitiva a Málaga.

-Ha sido una sorpresa y un honor. Me hace sentir cercano y parte de la ciudad.

-¿Le hace ilusión?

-Muchísimo. Porque estas cosas uno no las pide, se las encuentra.

-¿Sigue teniendo sentido una academia decimonónica en una sociedad del siglo XXI?

-Esa es una gran pregunta. Cómo podemos en el siglo XXI actualizar valores éticos y estéticos de un tipo de institución que fue fundamental para que después existieran facultades de Bellas Artes, que contribuyó a la revalorización social y política del patrimonio. No tiene fácil respuesta. En el caso de San Telmo hay una voluntad de tomar partido, de formar parte de lo que sucede en la ciudad. Hay que discutir, pensar y ser quizás críticos para ver cómo esos valores hoy encuentran su sitio en unas sociedades que son muy diferentes a las del siglo XIX.

-¿Qué aporta usted a la Academia?

-Quizás la experiencia que se acumula después de estar deambulando por este mundo del arte ya muchos años, el conocer un poco cómo piensan, cómo son los creadores. Hay voluntad de contribuir a que la ciudad sea más rica culturalmente y también hay un espíritu crítico que creo que es muy sano para la ciudad.

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-Lo hemos visto recientemente con la Torre del Puerto.

-Ha sido muy valiente la Academia en posicionarse como lo ha hecho. Yo ya voy a ser parte de ella y tomo también partido por su posición.

«Cuando uno tiene más edad y ya no mira solo hacia adelante, se da cuenta de que la lentitud es una virtud»

-A la Academia le falta quizás una mayor conexión con la calle.

-Es cierto. Tiene que ver con varias cosas. Una de ellas es el modo como se ha acelerado la vida en las sociedades contemporáneas. Las incertidumbres son muchas, se nos exige velocidad en todos los campos, parece que no hay tiempo para pensar, para hacer memoria, para valorar lo que sucede en profundidad. Y eso no casa mucho con el modo de hacer y de pensar de una entidad que surgió en otros tiempos. Yo quiero creer que la lentitud puede ser una saludable medicina para tomar más conciencia de que a veces el ritmo es excesivamente acelerado en no pocas de las cosas que se viven hoy y quizá en algunas decisiones que se toman.

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-¿Usted siente que vive acelerado?

-No, yo procuro ya poner el freno. La experiencia enseña que muchas veces lo más importante no se puede resolver deprisa. Cuando uno tiene más edad y no mira solo hacia adelante, sino que también mira hacia atrás, se da cuenta de que la lentitud es una virtud.

Ñito Salas

-Titula su discurso de ingreso 'Mirar al vacío'. Es una expresión que indica vértigo.

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-No, todo lo contrario. Eso es parte de nuestro problema hoy. Cuando hablamos de mirar al vacío nos produce miedo porque hay muchos abismos frente a nosotros en todos los aspectos. Pero hay otra manera de abordar el vacío, una manera más pausada, como territorio de experimentación y de iluminación. Aprovecharé la oportunidad para rescatar la obra y el pensamiento de algunos autores que en la primera mitad del siglo pasado apostaron no tanto por la esencia sino por la ausencia.

-La falta de público local, ¿es el gran vacío del Picasso?

-Hoy vivimos en un mundo de exceso de imágenes de todo tipo. Nuestra capacidad de percibir y de digerir las miles de imágenes que cada día vemos pone en crisis este modelo de lugares para tratar y hablar sobre las imágenes. Es un reto. Para hacer este museo más de esta sociedad tiene que hacer un mayor esfuerzo en comprender cómo es esta sociedad, cómo maneja y produce imágenes, qué tipo de imágenes seducen. Cuanto más capacidad tenga un museo para comprender cómo opera la imagen en los imaginarios colectivos, más hábil será en construir relatos que despierten el interés de la ciudadanía. Es difícil imaginar un museo que funcione bien que no tenga una mínima inscripción en el territorio al que pertenece.

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-¿El Picasso la tiene o aún le falta?

-Siempre falta, sí. Si no, nosotros no seríamos necesarios.

«Siguen llegando personas que piensan que Picasso era francés»

-En 2019 decía en una entrevista: «Afortunadamente, el Picasso es un museo para turistas». Quizás ahora, tras el mazazo de la pandemia, diría 'desgraciadamente'.

-Bueno, yo lo reivindico todavía más. Hemos vivido lo que significa tener que cerrar las puertas del museo y mandar a todo el personal a casa. Eso es una prueba del algodón para comprender que cuantas más personas vengan, bienvenidas son. Y si no son solo del barrio en el que yo vivo, mejor.

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-¿París nos está tomando la delantera en el Aniversario Picasso?

-Ahora mismo no lo sé, depende de lo rápido y sagaces que nosotros seamos en construir un escenario cultural que no esté sostenido solo en los fuegos de artificio o en las palabras gruesas y altas, y tenga solidez, complejidad, inteligencia.

-¿No tiene la sensación de que se habla poco del Aniversario Picasso? Falta un año y eso en términos de gestión no es nada.

-Me gustaría que se hablara más de cosas de las que no se habla.

-¿Por ejemplo?

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-Qué valores de la visión del mundo del tiempo de Picasso son interesantes en nuestro siglo XXI, por ejemplo. Que podamos compartir más la exploración de alguien que nació a escasos metros de aquí y se ha convertido en un icono global con este proyecto en el que van a participar 50 instituciones de todo el mundo.

«Las iniciativas que surgen de la sociedad civil, como es el caso de la Casa Invisible, son imprescindibles»

-Se ha debatido sobre la explotación que hace Málaga de la marca Picasso, algo que en Francia parece que no sucede. Para muchos Picasso es francés.

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-Siguen llegando personas que piensan que Picasso era francés. Pero más allá de la marca, de la economía en torno a Picasso, hay un hecho que lo tenemos aquí de forma visual. La mayoría de los libros que están aquí están escritos desde los años 10 del siglo pasado para tratar de comprender y analizar lo que hizo este artista. Eso no tiene que ver con una marca, sino con un legado intelectual y estético que está aquí.

-¿El Aniversario Picasso es una oportunidad para Málaga?

-Estaba recientemente hablando con un directivo de la UMA al respecto y me expresaba el interés que tiene la universidad de colaborar a este evento, y coincidíamos en que académicamente es una gran oportunidad. Sería una buena noticia que varias universidades españolas se unieran para desarrollar algo que no tuviera que ver solo con objetos hechos por Picasso. Están las ideas, los valores, la sociología, la antropología, la economía…

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-¿Qué opinión le merece la Casa Invisible? Sabe que cuenta con el respaldo de Manuel Borja Villel, director del Reina Sofía.

-(Piensa unos segundos) La creación cultural que se sostiene solo en instituciones de mediación cultural como esta, en los museos, no es suficiente. Las iniciativas que surgen de la sociedad civil, como es el caso de la Casa Invisible, son imprescindibles. Una sociedad que se precie de ser contemporánea y democrática debe de ser capaz de respetar la divergencia. La existencia de la Casa Invisible tampoco es algo nuevo. Desde inicios del siglo XX, incluso antes, han habido casas invisibles en lugares como Zurich, donde había un café en el que surgió el dadaísmo; y en los años sesenta en Ámsterdam hubo un lugar que se llamaba Paradiso, en el que pasaron muchas cosas. La mirada crítica o la mirada divergente a lo institucional de la cultura es un fenómeno muy sano. Quizás lo que es anómalo en el proceso que ha tenido lugar en esta ciudad es el método, el método compartido de los responsables de la administración pública de manejar de modo eficaz una demanda de una parte de la sociedad civil. Espero que esto se pueda resolver bien.

-¿Cómo es bien?

-Pues que no se caiga un edificio, pero que se mantenga vivo el espíritu de un colectivo que hace cosas probablemente necesarias. También tengo que decir que se habla de la Casa Invisible y casi se ha convertido en una marca, pero de los contenidos, de lo que sucede, sabemos menos. No sé si es cuestión de los medios de comunicación, de que yo voy poco o de que quizás esos contenidos son irrelevantes y lo más relevante es el debate. Y que los altos dirigentes de la cultura institucional española ubicados en Madrid nos expliquen lo que tenemos o no tenemos que hacer, es algo que relativizo y no me interesa.

-No imagino a la Academia 'mojándose' sobre este tema.

-No lo sé, habría que preguntárselo a su presidente. Eso sería un indicador de tomar parte en asuntos del siglo XXI. Por qué no.

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