Mientras se desarrolla la rueda de prensa, varios turistas despistados se asoman para investigar ese claro que han visto desde la calle Andrés Pérez. Y sus caras desvelan sorpresa. Nadie espera encontrarse con esto aquí, un patio en pleno casco antiguo rodeado de murales, árboles ... y el sonido del agua corriendo en una fuente. En el corazón de la Casa Invisible, sin noticias de momento del desalojo, ya no se organizan actividades y el bar está cerrado, pero el espacio al aire libre acoge cada tarde a diferentes colectivos que celebran aquí sus encuentros y reuniones. «Por eso es tan importante el sitio en el que estamos. Es de los pocos lugares que quedan en el centro que van más allá del negocio de consumo y la visita, y son espacios como este de autogestión social y cultural los que permiten que se construya vecindad», defiende Kike España, miembro del colectivo de la Invisible y director del congreso internacional INURA Málaga que estos días se celebra en la ciudad.
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Málaga, a través de La Invisible, se suma a la red internacional de investigación y acción urbana (INURA: International Network of Urban Research and Action) para reflexionar sobre los «peligros» de un modelo de ciudad basado en el turismo. «Málaga está en una situación crítica (...), ha llegado a límites que no se pueden soportar». El constante crecimiento de los apartamentos para alojarse y no para vivir hace, según España, que los únicos que quedan en el centro sean «trabajadores precarios de la hostelería y la limpieza». «Y una ciudad sin vecindad, se muere», sentenció.
Sobre esa realidad debatirán expertos nacionales e internacionales en '(Un) Attractive City', tres jornadas durante las que conocerán 'in situ' diferentes rincones de la ciudad, desde la Carretera de Cádiz hasta La Araña. El reto de INURA es mejorar «la calidad de vida de las ciudades» a través de las investigaciones y los proyectos de profesores universitarios y activistas urbanos. «Y La Invisible nos interesa», aseguró Richard Wolff, cofundador de INURA pero también exconcejal de Seguridad de Zúrich y, hasta hace un par de años, concejal Jefe del Departamento de Ingeniería Civil y Eliminación de Residuos de la ciudad suiza.
Sabe de primera mano el valor de estos espacios, él mismo fue activista en uno de ellos: la Rote Fabrik de Zúrich. Tiene muchas similitudes con La Invisible. Nació en 1980 tras la ocupación de una antigua fábrica textil en la que se había prometido un centro cultural que nunca llegaba. Eran años en los que el movimiento contracultural tenía mucha fuerza, en los que había una militancia activa en las calles, y las protestas ciudadanas hicieron reaccionar a los poderes públicos. El Ayuntamiento cedió ese espacio, convertido hoy en un refugio de la cultura alternativa y contemporánea consolidado y aceptado por todos. «Solo la Ópera, el Museo de Arte y los teatros comunales son más grandes y tienen más visitantes y presupuestos», dijo Richard Wolff. En la actualidad incluso cuenta con subvenciones estatales y ostenta el mismo estado jurídico que la prestigiosa Ópera de Zúrich.
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Para Kate Shaw, geógrafa e investigadora de la Universidad de Melbourne (Australia), lugares como La Invisible ayudan a que las ciudades conserven su identidad. «Si los jóvenes no tienen espacios donde puedan desarrollarse como pensadores independientes, y no como sirvientes de las industrias turísticas, se generan problemas profundos», señaló. En su opinión, las ciudades que olvidan lo que son «no sobreviven en ningún aspecto, ni económica ni social ni cultural ni medioambientalmente». Por eso, llamó la atención sobre los daños que los procesos de homogeneización hacen en la cultura local, sin obviar las contradicciones del sistema, de las que nadie se libra. «Es curioso que vengamos gentes de todas partes del mundo para debatir sobre un fenómeno como este y contribuir a los problemas de los que estamos hablando», resaltó Kate Shaw, que llegó con cierto retraso a la rueda de prensa. «Había muchos turistas», se justificó.
La Invisible coorganiza el congreso mientras espera el siguiente paso del Ayuntamiento. El colectivo recurrió ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía la sentencia que avalaba el desalojo por parte del Ayuntamiento -titular del edificio- por «errores y omisiones» en la resolución. Por su parte, el Consistorio solicitó la autorización judicial para ejecutar la medida. De momento, preguntado por este periódico, el Ayuntamiento evita pronunciarse sobre el estado de esa petición.
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