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SUR
Martes, 11 de octubre 2022
La segunda edición del Premio Pablo Aranda de microrrelatos, organizado por SUR en colaboración con el Ayuntamiento de Málaga y la Diputación Provincial, ya tiene ganadores. El certamen ha superado un año más todas las previsiones con la recepción de más de 1.200 escritos inéditos, de los que la poeta y columnista Violeta Niebla hizo una preselección publicada por este periódico entre julio y agosto. Tras la lectura de los microrrelatos preseleccionados, el jurado ha concedido el primer premio, dotado de 1.500 euros, a Eva González Parada por 'Los amantes', y dos menciones especiales, con 500 euros cada una, a Alejandro Mardones por 'Bruja' y Dela Valero por 'Cálculos'.
La entrega de premios ha tenido lugar en la fábrica de Cervezas Victoria con la presencia del escritor Javier Castillo, que apadrinará el evento.
Eva González Parada
Después de meses de contactos interminables y tonteo por aquella aplicación para nuevos solteros que prometía la pareja ideal y no solo sexo, deciden verse en persona. La sorpresa fue mayúscula. Ninguno articuló palabra, solo se miraban sin salir del asombro. Al final él rompió el hielo y dijo: «Verás cuando se enteren los niños». Ella respondió: «Siempre te dije que como amantes habríamos funcionado de maravilla, mejor no les decimos nada».
Alejandro Mardones
Martina siempre había querido ser médico. Se ataba ella sola la bata, agitaba con fuerza el termómetro, comprobaba que el estetoscopio no estuviera muy frío. Cambió de parecer cuando escuchó el primer latido de su peluche.
Dela Valero
Sé que la piña está madura cuando la sobrevuelan exactamente tres mosquitos. Con dos está verde. Uno es anecdótico. Cuatro indican putrefacción. De ahí la importancia de saber contar para comer ananás en su punto. Siempre compro una sola piña, aunque la frutera me haga precio para que me lleve dos. Me da miedo verlas juntas, tan semejantes a las ilustraciones de pulmones atrofiados. Por supuesto que podría poner una en la mesa de la cocina y otra en la del comedor, pero me parece una mutilación separarlas. Mi abuelo, a causa de un accidente, tenía un solo pulmón. Aun así, no dejó de fumar, sembrando los pañuelos de fresones. Yo imaginaba su pulmón como una piña huérfana. La mañana que vi sobre su camisa exactamente cuatro mosquitos tuve claro su fin. Lo recuerdo porque ese fue el día en que aprendí a contar.
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