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Voy caminando a paso lento bajo el cielo plomizo de agosto. No soporto este calor húmedo y pegajoso. Oigo a un hombre con acento italiano decir: «El infierno está en Sevilla». Quien no se consuela es porque no quiere. Voy a la sucursal bancaria donde ... tengo la cuenta para resolver un asunto. Ando por la Avenida de Málaga en el purgatorio de La Cala del Moral. Hay demasiadas palmeras y pocos árboles frondosos que refresquen la acera con su sombra. Me encuentro con un amigo que también se dirige a la misma sucursal. Desde hace meses no piso un banco, me suelo quedar fuera con el colega de la pared que de vez en cuando me suelta dinero sin rechistar. Al salir buscamos una terraza a la sombra para tomar algo. Hacía tiempo que no nos veíamos. Nos sentamos y miramos el cielo. Hoy no está azul y el sol es una mancha blanca. No sé quién de los dos saca el tema de la luz. Él recuerda el viaje que hicimos juntos a Estocolmo un mes de diciembre de hace bastantes años. Almorzábamos de noche y cenábamos de noche. Luego afirma que Finlandia es el lugar del mundo con más suicidios por culpa de la falta de luz. Hablamos del frío y la oscuridad.
También vincula la mayor ingesta de alcohol en esos países nórdicos con las depresiones y los suicidios. Yo no relaciono el alcohol con ninguna bebida etílica sino con las heridas y los hospitales. Nos preguntamos por qué siendo una de las principales causas de muerte apenas se habla del suicidio en los periódicos. Le digo que el calor nos ha dejado tocados y mejor cambiar de tema. En ese instante recuerdo lo que he oído decir al italiano y le pregunto si sabe dónde está el infierno en la Tierra. No menciona Sevilla, ni las calles sin árboles bajo el sol implacable de agosto, ni el maldito virus que nos obliga a encerrarnos en casa, ni la soledad, ni la gran depresión, ni los automóviles abandonados en mitad de los puentes. Se queda en silencio.
El infierno está en los otros. Eso es lo que quizá piense él, o yo, tampoco lo sé. El cielo sigue gris, como si fuera el telón de fondo de la conversación. Me pregunta por amigos y enemigos comunes que pueden ser la misma persona según el color del cristal con que se mire. Quedamos en vernos una noche y cenar bajo las estrellas. Llego a casa y lo primero que hago es buscar el significado de la palabra depresión: «Parte o porción de la superficie de una cosa, especialmente de un terreno, inferior o más hundida que las partes que la rodean». ¿Somos una cosa rara? Pienso en el purgatorio de la ciudad del paraíso. Mejor andar por la sombra.
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