El hombre del tiempo
Cruce de vías ·
No conozco sistemas de prevención, ni siquiera sé lo que sucederá dentro de un instante. ¿Acaso alguien sabe qué día nos espera?Secciones
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Cruce de vías ·
No conozco sistemas de prevención, ni siquiera sé lo que sucederá dentro de un instante. ¿Acaso alguien sabe qué día nos espera?Hoy por la mañana temprano, nada más abrir los ojos, me pregunto por el estado meteorológico del alma. Observo la pantalla que todos tenemos dentro de la cabeza donde se reflejan las altas y bajas presiones, la ira del viento, las fuertes tormentas, las borrascas ... y huracanes que siempre suceden lejos hasta que un día irrumpen en nuestra vida y la echan por tierra. Los devastadores tornados que veíamos en las películas se llevan todo por delante. Me gustaría cambiar de canal y buscar los días tranquilos, la brisa suave, el cielo azul de primavera. Pero yo no soy el hombre del tiempo. No conozco sistemas de prevención, ni siquiera sé lo que sucederá dentro de un instante. ¿Acaso alguien sabe qué día nos espera? Los pensamientos se cuelan en el interior del cerebro e invaden el territorio de la imaginación. No los llamo, los pensamientos vienen solos. Uno tras otro van absorbiendo el tiempo sin tener en cuenta que tenemos las horas contadas. Ellos emergen como un ciclón y la atmósfera cambia de repente. Llega la noche, enfilo el horizonte a través del río de la luna. Pero los pensamientos vuelven y me revuelven. Adiós al sueño.
No lo puedo remediar, cada vez que oigo hablar del tiempo en las noticias pienso en las altas temperaturas que dejan vacías las ciudades. El parte meteorológico anuncia que los termómetros seguirán subiendo hasta alcanzar límites infernales. Hay peligro de incendio. Veo las imágenes del fuego desde que comienza el noticiario hasta que acaba y pienso, aunque no quiero pensarlo, que el diablo desea acabar con todos nosotros. La gente está quemada. Me acuerdo del cuadro que pintó Sebas y se lo pedí prestado para la portada de una novela: Un hombre solo caminando por la carretera desierta con una lengua de fuego en la cabeza. Me pregunto por las lenguas de fuego. «¿Alguien sabe a qué me refiero?». Nadie responde que sí. Nadie soy yo.
El otro día hubo un terremoto de magnitud 5'5 grados en la escala Ritcher. La tierra tembló cerca de casa y no me enteré. Quizá me haya acostumbrado a sentir movimientos sísmicos, pero he preguntado a los vecinos y tampoco percibieron nada fuera de lo normal. Esas perturbaciones en el corazón de la Tierra son el reflejo del estado de ánimo. Me gustaría saber la energía que liberamos cada uno de nosotros y dónde descargamos los temores y el odio que llevamos dentro. A diario se producen espantosos terremotos. Me refiero a los movimientos violentos que destrozan países enteros y vidas inocentes. Ucrania, Texas. Las armas las carga el diablo, decía mi padre cuando yo era un niño. La locura cotidiana, como los tornados, no conoce fronteras. Me quedo pensando en el tiempo que he vivido y el que queda por venir. La meteorología del alma.
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