Cuando el Teatro del Soho abrió sus puertas en Málaga, en noviembre de 2019, lo hizo con un propósito claro: llevar producciones de calidad internacional al corazón de la ciudad. Con 'A Chorus Line' como carta de presentación, Antonio Banderas no solo inauguraba un espacio ... físico, sino una declaración de intenciones: hacer del Teatro del Soho una referencia indiscutible en el panorama teatral español. Ahora, cinco años después, 'Gypsy' llega, por primera vez en nuestro país, para confirmar que aquella promesa no solo se mantiene viva, sino que evoluciona hacia un nivel de excelencia teatral que sitúa a Málaga en el mapa escénico mundial. Posiblemente esta fue la primera vez que un centro cultural en la ciudad abrió sus puertas sin recurrir a la habitual venta de humo de sus responsables. Ha pasado el tiempo y ahora podemos sentir el orgullo de un espacio escénico de primer nivel en nuestra ciudad.
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Puedo resumirlo rápido y mal diciendo que 'Gypsy', esta epopeya sobre la estríper Rose Lee y su madre, me ha parecido una absoluta obra de arte, la apoteosis del entretenimiento, un espectáculo glorioso a todos los niveles. Hay una treintena de intérpretes dejándose la piel en el escenario y otros tantos músicos en la orquesta; hay una actriz llamada Marta Ribera que hace un trabajo monumental que pasará a la historia; hay una puesta en escena que es puro espectáculo, 150 piezas de vestuario, 17 cambios de escena y, también, un perro de verdad. La profesionalidad que emana de todo lo referente al Teatro del Soho es asombrosa y está al alcance de todos, a golpe de taxi o de autobús. Este teatro simboliza una de esas cosas que convierten a una ciudad grande en una gran ciudad: a ratos merdellona y a ratos culta y sofisticada, como hoy, que es cuando escribo esto mientras pienso en todo lo que hemos crecido. En este momento, es seguro que en Broadway hay producciones de un nivel mucho inferior al que marca 'Gypsy'.
Otra de las recompensas de este musical, tan impagable, es comprobar que el teatro estaba lleno un martes cualquiera de invierno, con la competencia de las compras, las cenas de empresa y el deslumbramiento de la Navidad. Resulta gratificante atisbar que todos los que trabajan en este musical —desde los protagonistas hasta el último auxiliar de sala, pasando por la responsable de comunicación— ven recompensado su esfuerzo con la ovación y la alegría del público. No son tantas las ocasiones en que la calidad y la respuesta entusiasta del público coinciden de una forma tan contundente.
Ese martes, en el Teatro del Soho, no cabía un alfiler: entre los asistentes había gente de Málaga, gente de pueblo, gente de fuera que seguramente decidió venir aquí por este musical; estaba, además, el actor Pedro Casablanc (no se pierdan uno de sus últimos trabajos en 'Querer', la serie de Movistar+), y había, en fin, una audiencia que sin duda vio recompensado el precio de la entrada —que resulta una ganga ante semejante despliegue— con un espectáculo apoteósico, una experiencia inmersiva en el teatro musical con mayúsculas, capaz de transportarnos a otro tiempo y lugar.
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Esa es la magia del teatro: dejarse llevar por un espectáculo colosal, escapar de la vida y de uno mismo para mecerse, mansamente, en las delicias que a veces nos regala la realidad hecha ficción, y que no termina cuando baja el telón, sino cuando queda en la memoria del público. 'Gypsy' es arte, un regalo para los sentidos que hace feliz a todo aquel que lo presencia y que ensancha esta ciudad en la que vivo y de la que no quiero escapar.
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