Manolo Orellana, en el centro de azul, junto a todos los participantes del corto. SUR

El guionista que eleva Montejaque al séptimo arte

Manolo Orellana debuta en el corto con 'Los horrores de la guerra', una fusión de imágenes de la Segunda Guerra Mundial con escenas grabadas en el pueblo que se estrena en el Festival de Málaga

Lunes, 26 de febrero 2024, 00:12

Mientras pasea por la capital tiene claro que ese hogar enclavado entre rocas, de pinceladas blancas y silencio acogedor siempre estará presente en su vida, y no solo porque se dedique a crear su propio Montejaque ficticio a base de planos e imaginación. La palabra ' ... corten' siempre ha formado parte de su vocabulario, incluso sin una cámara delante. Las horas de juego detrás del mostrador de la tienda de su abuela, el cine de barrio o los ratos jugando a los Playmobil son recuerdos que navegan en su memoria ahora que va a cumplir un sueño. «Cada vez que iba con mis amigos a la alfombra roja siempre me decían que algún día estrenaría un corto en el Festival de Málaga, yo me limitaba a reírme como si eso jamás fuese a pasar», confiesa Manolo Orellana (Montejaque, 1998), quien observa una y otra vez la biznaga que ahora reposa sobre el cartel de su último corto 'Los horrores de la guerra', a punto de estrenarse en la gran pantalla.

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Siempre le ha fascinado el cine, de hecho, sus primeros cortos nacieron de secuencias de fotos que él mismo hacía con su cámara cada vez que tenía a sus amigos como cómplices y títeres de sus juguetes. Tras el instituto se decantó por estudiar Psicología en la UMA, época de la que aún recuerda su lucha interna entre la distracción y la concentración con vistas al momento más esperado del verano. «A los 16 años empecé a participar en los concursos de cortos del pueblo; mi ilusión del año era preparar el próximo corto que se proyectaría en agosto en la plaza», cuenta el joven guionista. Es por ello por lo que las laberínticas calles de Montejaque aguardan los primeros pasos de Orellana, quien, además, es conocido por sus pequeñas películas protagonizadas por los propios vecinos del pueblo, aplaudidos a mansalva.

El año del confinamiento le llevó a Madrid a estudiar lo que había soñado y consiguió entrar en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid, donde se especializó en guion y dirección. «Siempre me ha influido mucho la corriente de cine español cómico de los 70 y 80 porque es lo que veía de pequeño, pero hasta que no entré en la escuela siempre me había considerado un cinéfilo cateto», asegura. Para el montejaqueño, la pasión va por encima de la creatividad y, en su caso, confiesa que el surrealismo es su mejor aliciente porque no hay nada que le guste más que mirar alrededor «y encontrar a gente que va a su bola y hace locuras por norma, con la mayor seriedad del mundo».

Un fotograma del corto 'Los horrores de la guerra'; el guionista y director Manolo Orellana, y el cartel anunciador del corto en el Festival de Málaga. Sur

Todos los cortos que ha creado desde hace una década acaban y empiezan en el mismo lugar: donde la imaginación le invita a encontrarse con él mismo. «Siempre me ha inspirado pensar qué es lo más raro que podría pasar en mi pueblo, me gusta inventar mi propio Montejaque imaginándome aquel en el que estaba la tienda de mi abuela», recuerda. 'El avispero', 'Apachos', 'Haya paz' o 'Emilia' son algunos de los títulos que Orellana aguarda en su mochila de cortos, sin embargo, es su última creación la que le va a llevar a cumplir un sueño. Un 'post-it' sobre la mesita de noche fue el primer paso para crear la historia del cortometraje de nueve minutos elegido para concursar en la 27 edición del Festival de Málaga, que se estrenará este viernes, 1 de marzo.

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'Los horrores de la guerra'

«Yo siempre he tenido mucho interés por la historia del siglo XX, pensé que podría contar la guerra que acontece en Ucrania de manera surrealista uniendo secuencias grabadas por mí con imágenes reales de la Segunda Guerra Mundial, aunque tenía un bloqueo creativo muy grande», cuenta. Ante tal obstáculo, su padre le aconsejó que escribiera lo primero que se le viniera a la cabeza nada más despertarse y así lo hizo. Un coronel soviético le dio los buenos días un día cualquiera aún medio adormilado y él lo tuvo claro: sería el protagonista de su primer corto profesional como director.

Un alto cargo del ejército prueba el arroz con leche en plena batalla de Stalingrado y se percata de que ninguna guerra le proporcionará nunca el placer que le ha producido ese postre, por lo que decide dejar el ejército y retirarse a Montejaque. «Con esta idea, me dejé llevar por lo absurdo y estudiar la manera de narrar que tenían los noticiarios tipo NO-DO, cuando unimos imágenes separadas por ochenta años de historia me entró la risa, pero luego me di cuenta de que estamos hechos del mismo material que aquellas personas. Solo el cine puede acercarnos a esa realidad, tan absurda que somos incapaces de aceptarla», señala Orellana aguardando el resto de detalles de su película para sorprender al espectador con la ilusión de aquel niño que está a punto de elevar su propio mundo al séptimo arte.

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