El estado de gracia de Roca Rey y la pinturería de Juan Ortega destacan en la Goyesca

'Oculista' fue el toro con el que Roca Rey volvió a los ruedos tras el parón por el percance en Bilbao. El peruano salió a por todas y lo recibió con unas buenas verónicas tanto con el compás abierto como a pies juntos. Al igual que sus hermanos, el 'jandilla' fue manso con un fondo de nobleza que el peruano fue sacando gracias a los terrenos que pisó y a que se encuentra en un gran momento profesional. Se 'inventó' al toro. Brindó al público una faena iniciada con toreros pases por alto para sacarse al animal a los medios. A base de firmeza y mando logró estimables tandas ligadas y templadas por el pitón derecho, primero a media altura y después bajando la mano y rematando en la cadera. Con la izquierda logró algunos buenos muletazos y con el burel ya metido en la canasta acortó las distancias, dejándose llegar los pitones muy cerca, levantando al público de sus asientos. Mató de una estocada y paseó dos orejas.

Este triunfo no le hizo relajarse, sino que su espíritu competitivo de no dejarse ganar la pelea le hizo salir con 'hambre' en el último del festejo. Sobre el albero dibujó unas primorosas verónicas, enlazadas con ajustadas chicuelinas y rematadas con una revolera. Tras un buen tercio de varas y de banderillas, Roca Rey brindó a las Damas Goyescas una faena que inició en medio de un expectante silencio. Con las zapatillas clavadas dejó unos estatuarios de bella factura y se sacó a 'Maestro' hacia los medios. Pero el 'jandilla' fue el más blando de todo el encierro y continuamente perdió las manos durante la faena, lo que deslució el trasteo, del diestro peruano, que estuvo muy por encima del burel. Las expectativas naufragaron en el mar de mansedumbre y flojedad del toro y Roca Rey no pudo rematar la tarde. Dejó media estocada desprendida y necesitó de un golpe de descabello.

Juan Ortega debutó en la Goyesca y lo hizo por la puerta grande. Fue merced a su actuación en el quinto de la tarde, una faena donde el diestro mostró su mejor versión, esa que tantas esperanzas despierta en los aficionados por su artístico concepto del toreo. Fue 'Orégano' un animal que no permitió el lucimiento en los primeros tercios. En la muleta, Juan Ortega aprovechó la dulzona embestida del animal para construir una faena basada en el temple y la suavidad que unido a la pinturería de su torero caló en los tendidos. Comenzó con pases por alto rematados con una trincherilla que fue un cartel de toros. Sin obligarle mucho porque si le bajaba la mano se caía, Ortega le cogió al toro la distancia y la altura para dibujar bellas tandas por ambas manos rematadas con sabor. Fue un trasteo muy estético, pero sin la emoción que pone la brava embestida de un toro. Dejó un pinchazo sin soltar antes de cobrar una estocada casi entera. Pasó dos orejas, la segunda bastante generosa por parte del palco.

La carta de presentación de Ortega en el más que bicentenario coso maestrante fueron las buenas verónicas y la media con que recibió a su primero, 'Pañero'. Brindó al público una faena ante un animal que no se entregó en ningún momento y ante el que el diestro se mostró afanoso, pero sin lucimiento. Mató de media tendida.

Con poca claridad de ideas y como desmotivado. Esa fue la sensación que dejó Morante en Ronda en una actuación muy pobre. Por apuntar algo destacado, un par de buenas verónicas en el recibimiento a su primero, que llevó por nombre 'Payaso', y unas chicuelinas en el quite. El sevillano brindó la faena a Rafael de Paula –que vio el festejo desde el callejón–, pero entre las nulas condiciones del burel y que hubo momentos donde sopló el viento, el trasteo quedó en nada. Dejó un pinchazo sin soltar antes de cobrar media estocada perpendicular.

Los aficionados esperaban expectantes ver la mejor cara de Morante de la Puebla en el cuarto, pero no comenzó bien la cosa. El toro fue devuelto por invalidez en los cuartos traseros después de que el diestro hablara con el presidente de la corrida y él mismo lo estoqueara ante la ausencia de parada de cabestros. Salió un burel de la misma ganadería e idéntico comportamiento que sus hermanos. No hubo nada con el capote ni con la muleta. Tras probarlo por ambos pitones, Morante de la Puebla abrevió y se fue a por la espada. Con los aceros dio un mitin entre los gritos de 'fuera, fuera' de un público decepcionado con el sevillano. Dejó seis pinchazos, una estocada, un descabello y una actuación en Ronda para olvidar.