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El mural de Julio Falagán ya luce en la avenida de Estepona, una de las vías de acceso a Genalguacil.

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El mural de Julio Falagán ya luce en la avenida de Estepona, una de las vías de acceso a Genalguacil. Paco Poyato

Genalguacil, un pueblo convertido en arte contemporáneo

Los Encuentros del pequeño municipio malagueño brindan su edición más depurada en el proceso de identificación de los proyectos artísticos con la historia, el paisaje y los vecinos de la localidad

Domingo, 14 de agosto 2022, 00:31

Una de las últimas noches de la pasada primavera, Juan Álvarez Ruiz se fue a dormir y no volvió a despertarse. Tenía 64 años y el plan de jubilarse a principios del próximo año. Estos días, el pequeño espejo doméstico donde Juan se miraba cada mañana ha pasado por las manos de José Manuel Martínez Bellido, instalado en la antigua herrería del pueblo, ahora convertida en una cámara oscura donde el joven artista gaditano ha escaneado los espejos de varios vecinos de la localidad en un proceso óptico y artesanal, meticuloso y poético, en el que ese pedazo de la casa que solía reflejar la imagen de sus moradores se ha transformado en un fondo negro. Sobre él, los restos de jabón y de polvo, de grasa y espuma de afeitar han dejado un rastro blanco, una constelación de huellas de vida y memoria de Juan Álvarez Ruiz, ahora suspendida en una de las paredes del museo de Genalguacil en la obra de Martínez Bellido, como una carta astral de Juan Álvarez Ruiz más allá del tiempo y la distancia.

Muy cerca, una cortina de vivos colores, compuesta por 15.371 bolas de madera pintadas a mano, una a una, por Marta Galindo, que dice la cifra sin pestañear mientras sigue ensartado cada pieza como cuentas de un rosario laico que le reza a la diosa de la belleza y el esfuerzo desde el salón de actos del colegio del pueblo. Allí ha cobrado forma el 'Jardín de verano' de Galindo, que primero rastreó las calles y las casas del municipio en busca de las flores incluidas en su paisaje, luego creó en el ordenador este centro floral para descomponerlo después en miles de fragmentos a los que asignó un color y una esfera de madera cruda. Matemáticas y artesanía en las propuestas de Bellido y Galindo, que ha trabajado sin descanso durante las últimas dos semanas hasta elaborar esta cortina a imagen y semejanza de los paneles que suelen flanquear las puertas de las casas abiertas para dejar pasar el fresco y preservar la intimidad.

Justo esa cercanía quiere Galindo para su trabajo, abrazado de manera literal por los visitantes del museo. Arte en la calle y en el museo del pueblo, flores y abrazos compartidos en la celebración y el duelo, unidos por un hilo invisible, pero decisivo como las quince mil bolas de madera de esta obra. O como los 400 habitantes de este municipio malagueño que ha hecho de la creación visual contemporánea un modo de supervivencia frente a la despoblación y el olvido, un motor económico y social que mueve a todo el Valle del Genal, un arma cargada de presente y de futuro, como el trabajo de los siete jóvenes autores seleccionados este año en los Encuentros de Arte de Genalguacil, que brindan su edición más depurada y cabal hasta la fecha en la vinculación conceptual y estética de los proyectos con el lugar donde se realizan.

Marta Galindo, Julio Falagán, Javier Palacios y José Manuel Martínez Bellido. Paco Poyato y Laura Miñé

Porque después de un cuarto de siglo de experiencia y de haber escalado hasta lo más alto de la escena plástica y cultural del país –desde la presencia sostenida en Arco hasta la inclusión en el Observatorio de la Cultura de la Fundación Contemporánea–, puede que ningún año como este hayan ofrecido los Encuentros de Arte una selección de proyectos tan bien engarzados con el propio pueblo, con su vida cotidiana y su historia, con un impresionante paisaje y su gente. Y todo sin estruendo, después de una evolución que parece orgánica, natural, como los afluentes de un arroyo que se terminan encontrando hasta formar un solo río, que aquí bebe de la pintura, la escultura, la fotografía y la instalación hasta convertir la esencia misma de Genalguacil en una obra de arte contemporáneo.

Los ingredientes de esa filtración decisiva y serena tienen que ver con la identidad y la memoria, con la naturaleza y las personas del terreno. Vecinos y visitantes que han pasado ante la cámara de Jesús Madriñán para componer el proyecto 'Un pueblo' a partir de 400 retratos en blanco y negro. Casi el mismo número de nombres que guarda el padrón municipal de este pueblo inasequible al desaliento de la desidia institucional, que ve recompensado su esfuerzo con el goteo incesante durante las dos primeras semanas de agosto -y más allá- de galeristas, coleccionistas y directores de instituciones culturales públicas y privadas de primera línea nacional e internacional. Gestores, artistas y mecenas que se acercan a conocer de primer mano lo que sucede en este recóndito lugar de la provincia, convertido en punta de lanza de la creación visual contemporánea desde una apuesta hecha sin coraza ni red, a pecho descubierto.

Como esa galería de rostros elaborada estos días por Jesús Madriñán. «Quería hablar de la intimidad de Genalguacil a través de sus habitantes, conservar la presencia del pueblo en un retrato colectivo extrapolable a toda la España rural», detalla Madriñán, autor de este archivo etnográfico y sentimental de la localidad malagueña que cada verano reúne a un grupo de artistas contemporáneos para que convivan con los vecinos y produzcan una obra que luego queda en el patrimonio público del municipio. Y después de quince ediciones alternadas en el calendario, cuesta recordar unos Encuentros que hayan cuajado un grupo de artistas y de proyectos tan bien afinados entre sí desde la empatía y el rigor, puede que a imagen y semejanza de Arturo Comas, artista visual y coordinador de una cita resuelta este año con una brillantez alérgica a la impostura.

Mar Guerrero, Gala Knörr y Jesús Madriñán, durante el proceso de creación de sus propuestas. Paco Poyato

Porque todo es tuétano, enjundia, en cada propuesta planteada entre el cielo y el suelo de Genalguacil. Ahí juega su baza la deliciosa delicadeza de 'Los limpiadores de estrellas' de Mar Guerrero, que toma su título del cuento de Julio Cortázar donde una misteriosa sociedad se dedica a quitar la suciedad del firmamento hasta que su obsesión termina borrando los propios astros.

Guerrero parte de ese relato para ofrecer un proyecto instalativo dividido en tres estadios, donde el proceso mismo de creación tiene un papel determinante. De la Sierra Bermeja ha tomado Guerrero los materiales para elaborar una serie de esculturas esféricas, que luego ha depositado en puntos estratégicos del valle. En paralelo, ha cartografiado ese deambular para componer, de nuevo, una constelación que queda registrada en una pieza instalada a las afueras del municipio y en una exquisita publicación a modo de cuaderno de ese viaje astral y terrenal.

También a la sierra –devastada por el fuego en dos terribles incendios sucedidos en el último año– ha ido Javier Palacios para intervenir los morteretes, las cavidades milenarias que los ancestros del lugar usaban para filtrar el cauce del río en busca de minerales y piedras preciosas. Palacios ha tomado su característico color fucsia para actuar sobre la piedra, documentar el proceso y llevar luego esa acción efímera a una imponente acuarela que ha pintado contrarreloj en la sede de la cooperativa de castañas, transformada un año más en estudio de artistas.

Hasta ahí llega Julio Falagán con una impresionante lona al hombro. Mide más de cuatro metros de largo y ya cuelga en una de las fachadas de la avenida de Estepona, a la entrada del pueblo por la carretera que sube al valle desde la costa. Es 'Zoom out' y reúne a modo de collage una selección de las obras de arte domésticas con las que conviven los vecinos de Genalguacil en sus casas. Escenas campestres, retratos familiares, Últimas Cenas o postales de vocación naif que Falagán combina en su interés por llevar la cultura popular a los lugares reservados a la llamada alta cultura.

Tierra de mujeres

En el mural de Falagán despunta un autorretrato de Antonia 'La Española', la octogenaria vecina de Genalguacil que cada año se convierte en materia prima y protagonista de algún proyecto artístico, merced a su azarosa historia familiar y a su personalidad arrolladora. Ha vuelto a suceder este verano, de la mano de Gala Knörr, que ha tomado el álbum familiar de Antonia como base para su proyecto 'Isla de Encanta: storyboard for an Andalousian Western'.

De ese material ha brotado un conjunto de dibujos que transforman la historia de Antonia y su familia en el cuaderno de rodaje de una imaginaria película del oeste americano. El giro conceptual sirve a Knörr para hablar de la dureza de la vida de Antonia como metáfora de la lucha de las mujeres en entornos físicos y sociales poco favorables y esa reivindicación del trabajo femenino íntimo y crucial une su propuesta con la pieza de Marta Galindo, con la que comparte espacio en el colegio del pueblo por el que cada día pasan vecinos y curiosos para ver crecer las obras de los Encuentros.

Porque si la vida imita al arte, en Genalguacil esa identificación ha ido este año un paso más allá para hacer del propio pueblo una obra de arte. Y esa simbiosis llega decidida, sin ruido, a partir del respeto y la indagación en su historia y su paisaje, en su gente y su memoria, hasta repetir cada verano un conjuro mágico y festivo, enraizado en la vida detenida en los espejos de las personas y los lugares que amamos y que nos recuerdan, en una caricia invisible, que somos polvo de estrellas.

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