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El Aula de Cultura de SUR cierra su programación de 2021 con la fotógrafa Cristina García Rodero y los expolíticos Edu Madina y Borja Sémper. La primera acude este miércoles día 15, mientras que Madina y Sémper llegarán al día siguiente. En ambos casos las citas serán en el centro cultural La Malagueta a partir de las 19.00 horas con la entrada libre hasta completar el aforo.
García Rodero conversará con el fotógrafo, periodista y editor gráfico de 'Las Provincias' Txema Rodríguez en un encuentro donde la fotógrafa repasará su amplia y fecunda trayectoria. El diálogo entre ambos creadores podrá seguirse también por 'streaming' a través de Sur.es, si bien García Rodero ofrecerá una proyección sobre su trayectoria que sólo podrá disfrutar el público de la sala.
Premio Nacional de Fotografía y primera firma española en ingresar en la mítica agencia Magnum creada por Henri Cartier-Bresson, Robert Capa, George Rodger y David Seymour, García Rodero representa una figura indispensable en la fotografía nacional e internacional de las últimas décadas.
Ojo de Oro del World Press Photo (1993), Premio Nacional de Fotografía (1996) y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2005), entre otras muchas distinciones, la obra de García Rodero forma parte de las colecciones de instituciones como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) o el MUSAC de León. El nombre de García Rodero figura además en los libros de historia del arte y de la fotografía por su trabajo 'España oculta', editado en 1989 y centrado en las fiestas populares de la geografía nacional.
Si García Rodero es historia viva de la fotografía en España, Edu Madina y Borja Sémper toman el pulso al episodio histórico más cargado de muerte en el devenir reciente del país: el medio siglo de terror a manos de ETA. Ambos presentarán el jueves en el Aula de Cultura de SUR 'Todos los futuros perdidos' (Plaza & Janés), el libro donde reflexionan sobre sus vidas marcadas por la banda terrorista cuando se cumplen diez años del fin de la violencia etarra.
Como recuerdan en el libro, Sémper y Madina nacieron en enero de 1976 con apenas un día de diferencia. Ambos representaron durante años la punta de lanza de los jóvenes políticos del PP y del PSOE, de manera respectiva, si bien ambos han dejado el ejercicio de la política en los últimos años. Sémper llegaba hasta la portavocía del PP en el Parlamento vasco después de haberse fajado en el municipalismo donostiarra. Afiliado desde su juventud, con 19 años ya se vio obligado a convivir con escolta ante el asedio etarra. Tanto es así, que Sémper se libró de la muerte anunciada por la banda, que pretendía descerrajarle un tiro a la salida de la Facultad de Derecho donde estudiaba.
El zarpazo de ETA sí alcanzó a Madina. En 2002, una bomba lapa alojada en los bajos de su coche le causaba graves lesiones y la amputación de su pierna izquierda a la altura de la rodilla. Aquel trance le obligó a abandonar el equipo profesional de voleibol donde jugaba, si bien se mantuvo firme en la primera línea política, siendo diputado nacional entre 2004 y 2017. Ese año abandonó la política después de haber perdido en 2014 las primarias del PSOE ante Pedro Sánchez. Sémper emprendería el mismo camino en enero de 2020 ante el «clima de confrontación permanente» que apreciaba en el debate político y donde «el populismo reaccionario» encontraba un caldo de cultivo demasiado eficiente.
Y pese al ruido y la furia, el dolor, el miedo y la muerte, 'Todos los futuros perdidos' deja un poso de victoria frente al terror, de optimismo consciente pese a todo. Lo destila Sémper en una de las primeras reflexiones que abren el libro: «Al día siguiente (al anuncio del final de ETA lanzado el 20 de octubre de 2011) fui con los escoltas a una entrevista para la televisión. Era temprano y pasamos con el coche por el puente del Ayuntamiento de Bilbao. Justo en ese puente Bernardo Atxaga localiza el final de una novela suya que a mí me gusta mucho, 'Esos cielos'«
«Es la historia -sigue Sémper- de una exterrorista de ETA que vuelve en autobús desde Madrid y, en el momento en que llega a ese puente, el cielo se abre mostrándole un horizonte de vida diferente. Y recordé aquel final que me había gustado mucho, aquellos cielos que aquella mañana se abrían no para una militante de ETA en una novela, sino para mí y en la vida real. Un final que era, en realidad, un principio. Un cielo abriéndose. Creo que ese día también desaparecieron las nubes para todos los vascos, para todos los españoles que vivían amenazados. A pensar en esas cosas dediqué aquel día que fue especialmente distinto en todo, medio onírico, un poco raro, novedoso. Todo era bueno. Un día increíble».
Y unas páginas más adelante, Madina confirma: «Lo que he vivido desde entonces es infinitamente mejor de lo que me imaginé aquel día».
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