García Llovet: «El mundo puede seguir girando muy bien sin literatura»
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La novelista regresa a su ciudad natal para participar este lunes en el ciclo 'Málaga, ida y vuelta' del centro cultural La MalaguetaSecciones
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La novelista regresa a su ciudad natal para participar este lunes en el ciclo 'Málaga, ida y vuelta' del centro cultural La MalaguetaPartió de Málaga junto a su familia a los siete años y apenas ha regresado de manera esporádica. Por el camino, Esther García Llovet (1963) ha ido labrando una de las trayectorias literarias más personales de la literatura española reciente. Y justo ese viaje personal ... y narrativo abordará este lunes (19.00 horas, entrada libre hasta completar el aforo) en la nueva cita de 'Málaga, ida y vuelta', el ciclo organizado por el centro cultural La Malagueta con la colaboración del Aula de Cultura de SUR.
-Acaba de publicar 'Spanish beauty' (Anagrama), una novela negra con un Benidorm sórdido como telón de fondo. ¿Cómo surgió la historia?
-Había oído decir muchas cosas sobre Benidorm y cuando te cuentan tantas cosas de algo, creo que hay que ir a verlo, sobre todo si dicen que es muy feo. La verdad es que no sé si me parece feo. Me pareció más bien como Australia, un lugar que no tiene nada que ver con el resto del mundo. Tenía un punto muy raro, muy alocado todo, con gente muy diferente, muchos 'guiris'... Pensé que quería hacer algo con eso. No sabía muy bien qué, la novela se fue cosiendo sobre la marcha.
-¿No es de las que escribe con un esquema previo?
-No, no, no... Los personajes, como las novelas, se van haciendo ellos solos, como en un precocinado. ¡Eso es, yo escribo precocinado! Me lo encuentro ahí y ya está (ríe).
-Tampoco se quite mérito...
-Es que es verdad. Ahora, por ejemplo, estoy enganchando una obra de terror con una de ciencia ficción y también novela negra, pues ahí sí he tenido que ordenarme un poco. Tengo que engancharlo todo bien para que después no cante. Pero normalmente no lo hago así. Cuando empiezo a escribir y llevo mucho rato, me doy cuenta enseguida si me he equivocado. Entonces vuelvo para atrás y ya está. Y eso me gusta, eh. Me gusta darme cuenta de que me he equivocado porque si no iba a llegar a un sitio que no era el que yo quería. Y como además escribo rápido, pues no pasa nada. Si tengo un parón de tres días... Eso es que algo va mal.
-Escribe rápido y corto. Cuesta encontrar un libro suyo que llegue a las 150 páginas.
-Es verdad, escribo corto y rápido. Son novelas cortas, porque son historias muy sencillas. Me gusta escribir historias que se puedan contar en una frase, cosas que además pasen en un periodo de tiempo muy concentrado. Eso me resulta mucho más divertido que una trama en la que pasan varias generaciones. Me encanta leer ese tipo de novelas, pero no tengo paciencia para escribirlas. Me gustan las historias cortas y de tiempo corto, porque normalmente las cosas que te cambian la vida suceden muy deprisa. Creo que eso es lo que hay que pedirle a una novela, que te mueva el piso, y ese tipo de cosas pasan a menudo sin preverse, en poco tiempo.
-Le escucho y pienso en el 'Ulises' de Joyce, que ahora celebra su centenario y que también sucede en un solo día, pero con un ritmo bastante diferente al suyo...
-¡Claro! ¡Pero esa es una obra cumbre! Eso que te dicen que cuando hay fuego, tienes que caminar muy rápido para no quemarte, pues Joyce lo que hace es clavar cada paso, a lo hondo, cada vez que pone un pie, profundiza.
-Ha comentado que tiene entre manos una novela de ciencia ficción y otra de terror, 'Spanish beauty' se puede considerar una novela negra... Lo de inscribirse en un género no parece ir con usted.
-No, no, no... Tampoco con el tono único. Eso que dicen que el tono tiene que estar ya presente desde la primera página... ¡Qué va, qué va! Es que la vida tampoco es así, en un día cambias de humor continuamente y pueden pasarte cosas súper chungas por la mañana y por la tarde estar fenomenal. Un día puedo estar más lírica, otro con más sentido del humor... Eso cambia. La gente me dice que muchas de mis novelas son negras. Bueno, pues vale. Yo quizá no las llamaría así, pero tampoco me importa. Una vez que el lector tiene el libro, es suyo. Sí creo que suelo escribir sobre personas que están buscando algo. A mí el tema de la búsqueda siempre me ha interesado mucho, esa tensión, ahí es donde me siento como pez en el agua, es donde mejor respiro.
-Eso que cuenta no congenia mucho con cierta idea solemne de la literatura.
-¿Solemne? ¡Para nada! Vamos a ver, a mí me gusta mucho leer y me gusta mucho escribir, pero vamos a ser realistas, el mundo puede seguir girando muy bien sin literatura y sin escritores. Siempre va a haber un porcentaje de lectores de ficción, que somos gente rara e inadaptada dentro del sistema, pero el mundo puede seguir perfectamente sin nosotros.
-¿Por eso no se decidió a publicar hasta pasados los 40?
-No lo sé. Hasta esa edad había leído mucho, mucho, mucho, muchísimo. Ahora leo mucho menos, pero no estoy segura de por qué empecé a escribir. Estaba en Chile, pasando un momento personal malísimo, y un día me puse a escribir sin pensarlo mucho. Me di cuenta de que era algo que me ponía el pie en el suelo y que, además, me gustaba, parecía que se me daba bien, así que seguí... Y hasta ahora.
-Hasta ahora, que regresa a Málaga, su ciudad natal, de la que salió a los siete años. ¿Cuáles son sus raíces malagueñas?
-Mi padre era de Bilbao, funcionario del Estado, y lo destinaron a Málaga. Un día vio a mi madre en un café y le dijo 'Cuando engordes ocho kilos, me caso contigo'. Mi madre entonces estaba enferma, pero aun así, era guapísima. Lo sigue siendo. Mi madre al principio lo mandó a paseo, pero a los ocho meses ya estaban casados. En Málaga nacimos sus tres hijos. A los siete años lo mandaron a trabajar a Madrid, así que nos trasladamos todos.
-¿Dónde vivían en Málaga?
-En el paseo marítimo, al lado de lo que hoy es Antonio Martín. Tengo muchos sentimientos encontrados por volver a Málaga, porque, de un lado, ahí están mis raíces y estoy como loca por ver, investigar y reencontrarme con todo aquello, pero de otra parte, me da mucha pena, porque mi madre es malagueña malagueñísima, aún conserva el acento, tiene alzhéimer y sé que voy a ver lugares que ella ama muchísimo y que no puede recordar.
-Recordemos entonces otros asuntos. No me ha contado cómo una licenciada en Psicología Clínica acaba escribiendo novelas inclasificables.
-(Ríe) Bueno, era especialista en terapia familiar, a mí me encantaba, pero me costaba muchísimo separarme de los pacientes, tomar distancia. Me implicaba muchísimo y lo pasaba fatal. Para dedicarte a eso tienes que tener la cabeza mucho más fría.
-¿Le pasa lo mismo con sus personajes?, ¿le cuesta separarse de ellos?
-¡Muchísimo! Cuando me meto en otra novela tengo la sensación de que los personajes de la anterior no me quieren volver a ver. Es como eso que contaban de Jane Goodall, la especialista en grandes primates, que cuando se iba y regresaba después de un tiempo, los gorilas le recibían tirándole sus cacas. Yo tengo la misma sensación con mis personajes, siento que no me van a volver a querer cuando me separe de ellos, que me van a echar en cara que me haya enamorado de otra gente.
-Esa separación, al menos física, también se ha mantenido con su lugar de origen. ¿Cómo ve cambiar a Málaga desde la distancia?
-Hace mucho que no voy, quitando una visita a La Térmica que hice hace cinco años. La gente me dice que la ciudad ha cambiado muchísimo, que se está creando algo parecido a un Silicon Valley y eso me parece maravilloso. También me hablan, claro, de los museos y de un barrio que le han puesto de nombre el Soho... Hay gente a la que le gusta y gente a la que no, como todo, así que tengo muchas, muchas ganas de ver todo eso, de empaparme de nuevo de Málaga.
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