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'Nabucco' sonó en las voces de una escolanía, Xavier Sabata entonó un pasaje de 'Adriana Lecouvreur', Berna Perles sobrecogió en 'Anna Bolena' y 'Linda di Chamounix' vibró en la garganta de Marina Monzó. La «familia de la lírica» celebró este sábado en Málaga su ... fiesta de reencuentro con la entrega de los Premios Ópera XXI en el Teatro Cervantes. Un evento para «coger aire» tras dos años muy complicados en los que el sector ha «hecho posible lo extraordinario». «Hemos enviado un mensaje positivo al mundo y hemos sido un referente en el circuito internacional», se felicitó Oriol Aguilá, presidente de Ópera XXI, la asociación que agrupa a los teatros, festivales y temporadas estables del país.
La soprano malagueña Berna Perles y el contratenor catalán Xavier Sabata condujeron una ceremonia que inaugura en Málaga su itinerancia por diferentes escenarios españoles. Una gala que contó con el respaldo del Ministerio de Cultura en la figura de Joan Francesc Marco, director del INAEM. «Estar todos juntos en estas circunstancias es una victoria», declaró Marco, que pidió no olvidar que «aquí al lado» caen bombas y proyectiles «por la agresión injustificada de un desalmado». Minutos después Lluís Pasqual subía al escenario del Cervantes entrelazando sus manos con guantes con los colores de Ucrania.
«Da un poco de vergüenza con la que está cayendo celebrar algo y recibir un premio, pero es mejor que sigamos haciéndolo porque cualquier día cualquier tarado de los que gobiernan este mundo nos lo va a prohibir», lanzó el director de ópera tras recoger de manos de Marco el premio honorífico a su trayectoria. Un galardón que, dijo, le obliga a mirar el «carné de identidad» pero que no significa el fin de nada: «Sigo activo, como espectador y con dos maravillosos proyectos para el año que viene». Uno de ellos junto al compositor malagueño Arturo Díez Boscovich. Paqual compartió premios honoríficos con la Ópera de Oviedo y la Fundación BBVA.
Con una ceremonia sencilla pero elegante, la lírica reivindicó en Málaga su fortaleza. «Que se levante el telón para una ópera es una especie de milagro que afortunadamente pasa en muchos teatros», señaló Leticia Martín al recoger el galardón a la mejor nueva producción para 'Lessons in Love and Violence' de George Benjamin, estrenada en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Y evidenció también que existe relevo: Marina Monzó despuntó con el premio a la mejor cantante joven. «Ojalá se siga apoyando la carrera de los jóvenes españoles y se nos dé la oportunidad de demostrar que en España tenemos mucha cantera», deseó la joven, que protagonizó un fantástico duelo de voces con Berna Perles en un aria de 'Le nozze di Figaro'.
La soprano lituana Asmik Grigorian fue aplaudida como la mejor cantante femenina por su rol protagonista en en 'Rusalka' que llevó a escena el Teatro Real, mientras que el barítono Ludovic Tézier se coronó como mejor cantante masculino por su Conde de Luna en la ópera 'Il trovatore' en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Ninguno pudo asistir al Cervantes por compromisos profesionales, pero enviaron vídeos de agradecimiento en los que manifestaron su conexión con el público español. «Tengo mi corazón en España», dijo él. «El Real es uno de los mejores teatros en los que he cantado en mi vida», añadió ella.
El premio a la mejor dirección de escena fue para Laurent Pelly por su propuesta para la ópera 'La cenerentola' en el Palau de les Arts de Valencia y 'Viva la mamma!' en el Real. Ivar Bolton se hizo con la mejor dirección musical por su labor al frente de 'Rusalka' en el Real. América Latina tuvo además una destacada presencia con el premio a la mejor iniciativa de difusión de la lírica al Teatro Colón de Buenos Aires y el reconocimiento a 'Gianni Schicchi' como mejor nueva producción latinoamericana presentada por el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo de Bogotá, en coproducción con la Ópera de Colombia.
Y mientras en un extremo de Europa la guerra amenaza la vida y la libertad de muchos ciudadanos, desde el Cervantes se quiso librar otra batalla: «Nuestro principal combate es que el arte dé sentido a la Humanidad», concluyó Oriol Aguilá, convencido de que la ópera «inspira para imaginar y construir un nuevo futuro».
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