Secciones
Servicios
Destacamos
manuel azuaga herrera
Domingo, 25 de octubre 2020, 00:51
El escritor y periodista Martí Perarnau fue atleta profesional en la modalidad de salto de altura. Logró ser campeón de España y en 1980 nos representó en los Juegos Olímpicos de Moscú. Perarnau estuvo durante un año al lado de su amigo Pep Guardiola. Fue ... testigo de muchos momentos privados en la época en la que el exentrenador del Fútbol Club Barcelona dirigió al Bayer de Múnich. Y de esta experiencia vital nació su libro 'Herr Pep' (Ed. Córner, 2014), «una crónica íntima», como él mismo lo define. En el primer capítulo, nos cuenta un insólito encuentro en Nueva York entre Guardiola y Kaspárov, el Ogro de Bakú, quizás el más grande jugador de ajedrez de todos los tiempos, con permiso de Fischer. Hace unos años hablé con Perarnau sobre los motivos de esta hermosa conjunción de astros. ¿Qué hacían dos estrellas, en apariencia tan distantes, en la misma bóveda celeste?
La trabazón entre ambos mundos fue Xavier Sala i Martín, profesor de Economía en la Universidad de Columbia, amigo común de Kaspárov y Guardiola. Sala i Martín fue tesorero del Barcelona en la era del presidente Joan Laporta. Es un firme defensor de la independencia catalana. El caso es que Guardiola, en 2012, era un 'entrenador en paro' en busca de nuevos horizontes y rastreaba respuestas inteligentes entre su círculo más cercano. A su paso por Nueva York, llamó a Xavier para cenar, pero éste se disculpó: «Lo siento, Pep, esta noche he quedado con Kaspárov». Para un tipo como Guardiola, aquello era un caramelo irrechazable, casi afrodisíaco, por lo que Sala i Martín hizo de trotaconventos y amplió la reserva a tres. «Ese fue el primero de los encuentros», aclara Perarnau. «Charlaron acerca de un asunto que a Kaspárov le obsesiona desde hace tiempo: el mal uso que hacemos de la tecnología. Según él, la desperdiciamos como un recurso especulativo en el sector financiero o en el desarrollo de videojuegos, cuando deberíamos emplearla como generadora de riqueza. Por extraño que parezca, en ningún momento de la noche hablaron de fútbol ni de ajedrez».
Unas semanas más tarde, volvieron a cenar. Sala i Martín tenía un viaje por África, así que se vieron Kaspárov y Guardiola con sus respectivas parejas, Daria y Cristina. «Kaspárov le habló a Guardiola de Carlsen», explica Perarnau, «y auguró que el joven noruego, al que había entrenado, sería el próximo campeón del mundo de ajedrez». Entonces Guardiola intervino: «Pero tú, que lo has sido todo, sí que podrías con él, ¿no?». «No, eso ya es imposible», respondió Gari. Guardiola le insistió, quería saber los motivos. Pero Kaspárov «se puso algo huraño, no estaba nada cómodo con este asunto. Cristina y Daria se dieron cuenta y dirigieron la conversación hacia otros espacios, se habló del cansancio emocional que Pep sufrió en su última etapa del Barcelona. Él también lo había ganado todo, pero aquello agotó por completo su energía interna. Finalmente, Daria explicó por qué su marido no tendría ninguna opción contra Carlsen. La clave estaba en la concentración. A su edad (49), Kaspárov podría estar plenamente concentrado dos o tres horas, pero no cinco o seis, cada partida, durante semanas, como sí haría un joven Carlsen (22)». Un año más tarde de aquella conversación, Magnus Carlsen venció al indio Anand y se convirtió en el número uno del mundo, tal y como Kaspárov había pronosticado.
El argumento de Daria dejó su poso filosófico en la mente de Guardiola, un tipo muy analítico al que le gusta reflexionar sobre los puntos fuertes de sus rivales, como sucede en el juego del ajedrez. Perarnau lo conoce en las distancias cortas: «Pep es un hombre que duda mucho, pero no porque tenga miedo o no sepa qué hacer, sino porque estudia multitud de variantes. Él, como le sucede al buen ajedrecista, está obsesionado con la búsqueda del sistema perfecto. Le da toda la importancia a cómo va a disponer sus propias piezas sobre el campo pero, sobre todo, piensa mucho sobre los nombres que tendrán estas piezas. Y es que en el fútbol, esto es obvio, dos alfiles nunca son iguales». Le pregunto a Perarnau si Guardiola juega a esto de dar jaques, aunque sea de vez en cuando, pero no le consta. Eso sí, «el ajedrez le fascina desde un punto de vista intelectual, me pidió personalmente que le mantuviese al corriente de cualquier noticia de calado sobre el juego-ciencia».
La mirada ajedrezada de Guardiola y su extensión panorámica en el campo de fútbol no es un caso único. Desde muy pequeño, Esteban Granero, el Pirata, exjugador del Real Madrid y de la selección española, ha jugado al ajedrez. Hoy, Granero defiende la elástica del Marbella FC y, cuando hablas con él sobre las similitudes que encuentra entre sus dos pasiones, responde y dispara con rosca, a la escuadra del argumento: «Desde un enfoque estratégico, si salvamos algunas diferencias puntuales, como que en el fútbol no hay turnos, podemos decir que el tablero de ajedrez es muy parecido al campo. Aquí el portero es el rey, el verdadero objetivo. Y debemos aplicar la táctica y la estrategia para dar respuesta a una primera cuestión básica: cómo atacar. Si lo piensas, surgen muchas semejanzas. Por ejemplo, en ajedrez buscamos la pieza o la casilla débil, y en el césped esto también ocurre, incluso puede existir un flanco débil. Imagínate que un defensa rival no es tan rápido como tu extremo, en ese caso, muy típico en el fútbol, ya sabes por dónde volcar tu plan de ataque».
El Pirata habla con soltura y dibuja otras líneas de coincidencia entre el noble juego y el fútbol: «La iniciativa es un punto de relación evidente, la consigue quien tiene la pelota, o quien dispone mejor sus piezas. Otro punto de conexión es la importancia de controlar el centro, que es un factor decisivo para lograr la victoria. Y para controlarlo no siempre debemos poblar esa zona con jugadores, podemos ganar el centro de un modo más creativo, desde la distancia, como nos enseñó la teoría hipermodernista del ajedrez. Hay decenas de ejemplos. Me viene a la cabeza el concepto ajedrecístico de la desviación. En el fútbol lo llamamos desmarques, pero, en el fondo, es lo mismo».
El nivel de juego en el tablero de Granero es más que aceptable. Como al buen bucanero, hay que temerle. En sus años en la Real Sociedad, solía jugar con su compañero David Zurutuza, también centrocampista. Y quiso el destino que el armenio Levon Aronian, uno de los mejores jugadores del mundo, fuese su vecino en San Sebastián. Quedaban para echar unas partidas, pero «no había nada que hacer, jugara lo que jugara, me machacaba sin piedad». Hace sólo unos días pudo desquitarse en Málaga al firmar unas tablas, en la modalidad de simultáneas, contra la campeona de España, la canaria Sabrina Vega. «Juegas duro», le decía una sonriente Sabrina al final de la lucha. El Pirata empezó a jugar torneos con el Gross Xake Taldea, un club que se fundó a principios de los 90. Curiosamente, el club se inauguró con una partida disputada por el mítico futbolista López Ufarte, gran aficionado al ajedrez. En cierto modo, las internadas de Ufarte por la banda recuerdan al eléctrico movimiento de un alfil, solo que con calcetas azules.
A finales de los ochenta, López Ufarte coincidió en el Atlético de Madrid con otro ilustre del fútbol español, Quique Setién, al que todos conocían como 'el Ajedrecista'. En una exquisita entrevista que le hizo mi buen amigo Jesús Boyero, el cántabro (por entonces entrenador de Las Palmas) se sinceró: «Hubo épocas en las me despertaba por las noches, antes de los partidos, pensando en uno u otro movimiento. Jugaba muchas horas al ajedrez y eso no podía ser. El descanso era obligatorio y me dedicaba a lo que me dedicaba. Con mucha voluntad, logré desconectar y tomármelo de manera más relajada». Pero así como la torre sueña con una columna abierta, Setién, siempre que puede, se sigue sentando frente a un tablero. Su carta de presentación es extraordinaria. Jugó contra 'Deep Blue', la supercomputadora de IBM que derrotó a Kaspárov, contra el propio Gari y contra el ruso Serguéi Kariakin (aspirante al título mundial en 2016), cuando éste aún era un niño de 12 años. Con Anatoli Kárpov, otra leyenda, se ha enfrentado dos veces. Para Setién, tanto en fútbol como en ajedrez, «es muy importante la perspectiva. No cómo están las piezas en este momento, sino cómo van a estar dentro de una serie de movimientos».
En sus años como jugador del Logroñés, cuentan que Setién sacaba el tablero con Julen Lopetegui, hoy entrenador del Sevilla. Como ven, la sombra de futbolistas (y entrenadores) que sienten atracción por las sesenta y cuatro casillas es alargada. A bote pronto, aquí van algunos nombres. Tomen nota: Julio Baptista (jugaba con Weligton, eterno mariscal del Málaga), Ernesto Valverde, Jordi Alba, Rafa Benítez, Solari, Radomir Antic, Simeone, Xavi Hernández, Unai Emery, Ángel Haro, Julio Salinas, Víctor Valdés… El exportero blaugrana incluso ha inventado un método llamado 'Futtack', un sistema de entrenamiento en el que los laterales son torres; los centrales, peones; y los extremos, alfiles. Cierro la lista con Maradona. En 2005, el astro argentino recibió a Kárpov como invitado especial en su programa de televisión 'La noche del 10'. El plató se transformó en un enorme ajedrez viviente y ambos se cruzaron regalos y autógrafos. En un momento dado, Kárpov le confiesa a Maradona: «En el 82, estuve especialmente atento a tu Mundial en España, vi todos y cada uno de tus partidos». Qué tremenda pareja: Kárpov y Maradona. A la altura de la formada por Kaspárov y Guardiola.
Me acabo de acordar del peruano Julio Granda, campeón mundial senior de ajedrez, porque precisamente se hizo del Barça por culpa de Maradona, aunque ya lo era desde antes, cuando el también peruano Hugo Sotil vistió la camiseta culé junto a Johan Cruyff. Para Granda, el vínculo estratégico entre fútbol y ajedrez tiene una derivada interesante: «En el fútbol, cuando tienes la opción de armar un contraataque, debes actuar con la máxima celeridad. Ocurre igual en el ajedrez. Si descubres que el rey enemigo está desprotegido, hay que buscar que tus piezas se activen con la mayor velocidad posible. No debes hacer jugadas lentas porque sería algo así como entretenerte con la pelota. Yo, al menos, trato de aplicarlo cuando estoy frente al tablero… o vestido de corto». Y es que la pasión de Granda por el balón sigue intacta: «Mantengo incólume la afición por jugarlo. Cuando participaba en torneos de ajedrez, procuraba organizar algún partido de fútbol. Y más de una vez coincidí con Carlsen, quien también es un grandísimo aficionado».
Así contado, es una maravilla: fútbol y ajedrez, dos caras de una misma moneda. Hasta que lees lo que dijo el futbolista alemán Lukas Podolski: «El fútbol es como el ajedrez, pero sin dados». Y entonces todo se derrumba.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.