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Defiende que en su profesión siempre hay que estar «un poquito incómodo». Por eso él nunca se conformó con una sola cosa. Fran Perea es actor y músico, pero también dirige obras de teatro, tiene su propia compañía (Feelgood), compone y produce sus discos y, ... por si fuera poco, sostiene con su bolsillo junto a otros socios los Teatros Luchana de Madrid, que ahora también gestionan el Teatro Quique San Francisco y el Pavón. Y quien siembra, recoge. El malagueño ha revolucionado las redes con el lanzamiento del disco 'Uno más uno son 20' junto a Víctor Elías, una celebración de la vida y de sus 20 años en la música con el esperado videoclip de reencuentro de 'Los Serrano'. El 2 de junio lo presenta en Málaga, en la Sala París 15. Después, en agosto, vuelve a la gran pantalla tras una década con la comedia 'De perdidos a Río' de Joaquín Mazón. Y antes, este 29 de abril, se sube de nuevo como actor al escenario del Teatro Cervantes con 'Retorno al hogar' (20.00 horas, entre 12 y 36 euros), la obra del Nobel Harold Pinter versionada y dirigida por Daniel Veronese.
-Estos días coincide el lanzamiento del disco 'Uno más uno son 20' con funciones de 'Retorno al hogar'. Y en pocos meses estrenará la película 'De perdidos a Río'. ¿Qué está pasando?
–Todo, todo, una cosa muy loca. No sé, imagino que uno va sembrando y sembrando y toca recoger, pero de pronto lo tienes que recoger todo a la vez. Así es este trabajo.
–Pero da la sensación de que sabe mantener el equilibrio dentro de esta locura.
–Sí, lo intento. Cuando estás metido en varios proyectos hay veces que se te va un poquillo de las manos, pero sí. A mí me gusta cambiar, me gusta hacer cosas de diferentes, porque eso me mantiene la creatividad en un punto óptimo, porque no te da tiempo a acoplarte, a estar cómodo. En esta profesión hay que estar siempre un poquito incómodo.
–¿Y hacer tantas cosas diferentes no penaliza? En el sentido de que no sepan donde ubicarle.
–Eso pasa. A veces tienes que estar dando explicaciones, 'a ver, que también soy actor', 'a ver, que soy músico' (ríe). Pero bueno, estoy acostumbrado, llevo mucho tiempo en esa dinámica. Para mí no existen esas diferencias. Y si a alguien hay que explicárselo, yo se lo explico sin problemas.
–Habla de sembrar y recoger. Usted es un músico y un actor de los de pico y pala, un currante.
–Vengo de una familia que no se dedicaba a esto, y los valores que me han inculcado en casa han sido los del trabajo, el esfuerzo y el compromiso. Intento aplicarlo a mi vida y a mi profesión. Te puede gustar más o menos lo que hago, pero desde luego nunca me podrás echar en cara que no hay un trabajo sólido y comprometido detrás. Eso es para mí lo primero.
–¿Tiene la sensación de que ha tenido que trabajarse todo mucho?
–Incluso en los momentos de más éxito de mi carrera, en 'Los Serrano', curraba siete días a la semana. Con días de 20 horas. A mí nunca nadie me ha regalado nada. Si quieres que las cosas vayan bien, hay que arremangarse y ponerse a currar.
–Lo primero: 'Uno más uno son 20'. Son canciones ya conocidas por todos, aunque versionadas. ¿Los nervios son diferentes?
–¿Sabes que pasa? Es un proyecto en el que llevo trabajando mucho tiempo. Ahora mismo sale la puntita del iceberg, pero Víctor Elías y yo empezamos a tener las primeras reuniones con posibles compañeros de viaje en 2019. Son cuatro años de trabajo, ¿eh? Uno quiere que vaya bien, que todo ese trabajo se vea recompensado, no solo el nuestro sino el de toda la gente que está detrás. Y es un proyecto muy bonito, es una foto de la música pop de nuestro país de los últimos 20 años. Las colaboraciones que hemos buscado tienen que ver con eso. Por un lado, un grupo de gente que nos dimos a conocer en el final de los 90 y principios de los años 2000, como La Oreja de Van Gogh, Álvaro Benito de Pignoise, Despistaos y David Otero. Y luego gente que un día decidió dedicarse a la música porque escuchó canciones nuestras. Y ahí están Rayden, Ana Guerra, Ginebras…. Ha sido mucho trabajo, pero muy bonito.
–Hace años parecía que quería superar esa serie, que luchaba por que el público le viera de otra manera más allá de ese papel de 'Los Serrano'. Pero ahora con esto se reconcilia de lleno con aquello.
–Yo tampoco he pretendido luchar contra los elementos. Evidentemente el público me reconoce por una cosa que fue un fenómeno, es imposible controlar eso aunque quieras. Es verdad que los primeros años me mostraba un poco reactivo ante siempre ser el adolescente cuando ya tenía 30 años, me revolvía. Pero el tiempo va pasando y uno va colocando las cosas en su sitio. A nivel profesional me siento satisfecho de la carrera que he llevado. Ahora miras al pasado de otra manera y piensas qué bien y qué suerte tuve de estar en un proyecto que forma parte de la cultura popular. Y, además, una de las patas de este proyecto era celebrar la vida junto a gente a la que queremos y que ha sido muy importante para nosotros. De ahí, este homenaje que hemos hecho a la serie con el reencuentro de la familia 20 años después para el videoclip.
–Tuvo que ser emocionante.
–Fueron muchísimas emociones, muchísimos recuerdos, mucho cariño, mucho respeto, mucho amor, mucha admiración. Vivimos algo muy fuerte y, realmente, solo lo puedes compartir con esa gente.
–¿Hubo lágrimas y todo?
–Un poquito, claro. Yo me quedé trastocado varios días.
–Y lo sorprendente es cómo envejece la serie. Es un fenómeno fan entre los adolescentes de ahora. Lo notará en la calle.
–Sí, en la calle y en los conciertos. Estos últimos años que he estado con la guitarrita para arriba y para abajo lo he notado. Es muy curioso ver el arco de edad entre el público.
–En unos días vuelve a Málaga para subirse al Cervantes. ¿El teatro siempre es un refugio?
–El teatro es una parte muy importante de mi vida. Voy escogiendo los proyectos con cuidado y con mimo, porque tienes que comprometerte con lo que haces. Y esto es una cosa que me apetecía muchísimo. Primero por trabajar Harold Pinter, que no lo había trabajado nunca en teatro. Y luego hacerlo bajo las órdenes de Daniel Veronese, uno de los grandes directores de escena internacionales, y con estos compañeros que tengo. Sobre todo con don Miguel Rellán. No se puede decir que no a un proyecto así.
–Es el retrato de una familia un poco disfuncional, con una difícil relación.
–Digamos que su moral está colocada en otro lugar, eso nos lo decía mucho Veronese. Las emociones brillan por su ausencia. Lo contrario a mi familia.
–Remarca que es todo lo contrario a su familia. Desde luego, quedó claro la admiración y el amor que sentía por su padre, tras su repentina muerte el pasado enero. ¿Cómo está?
-Mal. Con el consuelo de que fue una persona muy querida, la muestras de cariño nos desbordaron. Me siento muy afortunado de haber podido vivir tantos años junto a una persona tan especial. Le homenajearemos ahí en el Cervantes, le habría encantado estar.
–Y una década después, vuelve al cine con 'De perdidos a Río'. ¿Le apetecía?
–Me encanta este trabajo en todas sus dimensiones. Hay veces que no tienes tiempo para poder subirte a proyectos de cine y hay veces que no te llega el que quieres. Pasan muchas cosas. Yo había trabajado con Joaquín Mazón ya en alguna cosa y es un tipo que me cae estupendamente. Además es comedia, que es una cosa que no me suelen ofrecer, es curioso. Hacer una comedia me apetecía muchísimo. Se estrena el 4 de agosto. Y antes, en junio, me voy a rodar la tercera temporada de 'Kosta' en Finlandia. Está siendo un año muy bonito… en lo profesional.
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