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El encuentro deriva de forma improvisada en un duelo de cámaras. De un lado, una digital captura la imagen para este reportaje. Al otro lado, ... ella dispara una pequeña máquina compacta y analógica propiedad de su abuela que a punto estuvo de acabar en la basura. Ahora es la que siempre le acompaña, la que saca de su bolso cuando su mirada se detiene en algo o en alguien. «¿Te importa que te haga una foto?», pregunta a menudo a desconocidos con los que se cruza en su camino. «Y te sorprendería la gente. Hay una conexión que se hace a partir de esta pregunta que te da una ventana enorme para conocer a la persona, por eso me gusta tanto el retrato», explica Panamá Díaz.
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Tras siete años de estudios y trabajos en Londres, la joven malagueña vuelve a casa para implantar aquí lo que empezó allí, una mirada comprometida y feminista de la fotografía como divulgadora y artista. Su primera parada será la Térmica, donde este noviembre imparte –ya con las plazas completas– el taller de fotografía analógica 'Nosotras miramos así' a partir de las instantáneas hechas por mujeres. «Es humillante la falta de representación de ellas en el mundo de las artes. Hay gente con un trabajo increíble».
A sus 29 recién cumplidos, Panamá Díaz lleva años involucrada en la lucha por la igualdad. En Inglaterra se unió a la Biblioteca Feminista de Londres, donde cubría todos los eventos y dirigía el departamento de digitalización del archivo. En ese lugar se conservan todas las pancartas, libros y documentación desde el inicio del movimiento hasta hoy, y continúa siendo un centro de protección, divulgación y estudio.
«Y siempre intento hacer las cosas desde ese sitio. Me interesa también hacer fotos a los hombres pero desde una mirada feminista. No es una cosa solo de la mujer, sino de representar al hombre de una manera diferente, romper con los roles de género que se nos imponen». En sus imágenes de desnudos, por ejemplo, enfoca a ambos cuerpos de forma neutra, huyendo de la hipersexualización de la mujer.
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Enseñar, además, se le da bien. En Londres organizó con su tutor de la Winbledon College of Arts, donde estudiaba, 'workshops' para niños en la Tate Modern. Y ha impartido cursos en la escuela Minichaplin, el proyecto didáctico del audiovisual que lidera su padre, Kike Díaz.
Él es en buena medida el responsable del camino que ha tomado. Panamá Díaz empezó a experimentar con su cámara Nikon de los 80, y el súper ocho era la película que se usaba por norma en casa. Su padre forma parte de la red de cine doméstico en España y organiza el día del cine casero. La pasión por la imagen y el analógico le ha acompañado desde niña, aunque ni ella era consciente. Al principio, cuenta que quería dedicarse a la moda (de hecho, estudió Diseño de Moda en San Telmo), pero de repente descubrió que se pasaba el día haciendo fotografías de todo. Y eso le hacía feliz.
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En un mundo donde la tecnología pone en nuestras manos la posibilidad de hacer cientos de fotos al momento con un móvil, ella se mantiene fiel a un carrete. «Sabes que tienes diez oportunidades, diez fotos para hacer de esto lo mejor que sepas». Con lo digital, corriges el fallo al momento. «Pero lo analógico me ha hecho crecer mucho. Haces la foto, la retienes en tu cabeza y al recibirla, veo en qué me había equivocado. Y eso ha pasado porque he tenido que pensar en esa foto». Luego está la emoción del relevado: «Cuando recibes el material, te lleva al momento en el que la estabas haciendo. Eso no pasa cuando hago fotos de móvil».
Panamá Díaz recurre al digital para las coberturas profesionales (el día anterior documentó el trabajo de un grupo ecologista de la Cala e hizo cientos de imágenes), pero reserva el sistema tradicional para sus proyectos y sesiones personales. Para los retratos espontáneos a desconocidos y para las sesiones improvisadas con amigos. Su galería de caras es inmensa. «Cuando haces un retrato te da la oportunidad de conocer a la persona que tienes enfrente», asegura. Del duelo con el que empezaba este reportaje, Panamá Díaz se ha guardado la última foto del carrete: «¿Te importa que te haga una?», pregunta al terminar la charla.
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