'Fortuny grabador' expone una treintena de grabados de la colección de Enrique Juncosa. SALVADOR SALAS
CRÍTICA DE ARTE

Fortuny pintor. Fortuny grabador

Esta exposición nos acerca al Fortuny grabador, pudiendo dialogar con el Fortuny pintor que muestra 'Fantasía árabe', la otra exposición del Museo Carmen Thyssen

JUAN FRANCISCO RUEDA

Viernes, 3 de enero 2020

Como viene siendo habitual desde hace varias temporadas, el Museo Carmen Thyssen usa el espacio del Salón Noble del Palacio Villalón, sede de la institución, para programar exposiciones temporales de pequeño formato que vengan a constituirse en complemento de la muestra principal, que ocupa la tercera planta. 'Fortuny grabador' desempeña nuevamente esa misión en relación a 'Fantasía árabe. Pintura orientalista en España (1860-1900)', muestra que centra la programación expositiva del museo hasta el 1 de marzo. En esta ocasión, como refleja el título, la entrega complementaria gira sobre la dimensión como grabador de Mariano Fortuny (Reus, 1838-Roma, 1874), autor que, a pesar de su corta existencia, se configuró en un creador esencial de la pintura española de la segunda mitad del siglo XIX, una referencia internacional de nuestra pintura -encumbrado en París a finales de la década de los sesenta con varias exposiciones- que 'creó escuela' y cierta tendencia pictórica (el preciosismo) que contó con seguidores, así como actuó con verdadera ascendencia sobre muchos otros amigos pintores de su generación. 'Fantasía árabe. Pintura orientalista en España (1860-1900)' cuenta con un importante número de obras de Fortuny, tantas, 20 de las 80 que componen el montaje, que, gracias a la amplitud de registros y estribaciones de 'lo oriental', parece monopolizar el relato que propone la institución. No en vano, es Fortuny, sin ningún género de dudas, un autor indispensable del orientalismo, de esta vertiente de la pintura española de la segunda mitad del XIX.

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Esta entrega calcográfica, ajustadísima en número de grabados (su corta vida hace que su producción de obra gráfica no fuera excesivamente extensa), no sólo viene a acentuar el papel protagónico que adquiere, sino que ayuda a que nuestro acercamiento a su obra sea más completo. Lo es porque, a la abundante presencia de la muestra principal, se suman estos 27 grabados que elevan a casi medio centenar las piezas expuestas entre ambas entregas. Y no sólo eso, sino que estas estampas completan a los dibujos y pinturas recogidas en 'Fantasía árabe', lo que evidencia el dominio de distintas disciplinas y -como abordaremos más adelante- la capacidad de Fortuny para obtener de cada una de ellas resultados diferentes en función a las distintas características técnicas, y de los materiales empleados. Junto a ello, los grabados también nos permiten ampliar los temas, ya que, aunque en 'Fortuny grabador' nos encontramos con numerosas piezas de temática orientalista, como refuerzo y complemento de las dos decenas expuestas en 'Fantasía árabe', no son pocas las dedicadas a otras temáticas ajenas a ésta, lo que permite contextualizar con mayor precisión la figura de Fortuny e insertarlo en distintas tradiciones y corrientes respecto al uso de iconografías y temas.

Dicho lo cual, la exposición se inicia precisamente con grabados de estirpe clasicista, en los que Fortuny emplea un vocabulario, soluciones y temas vinculados a este sentir. No podemos obviar cómo Roma sigue siendo fundamental en la formación y en el imaginario del artista europeo, pese a que con posterioridad pudiera abrazar otros credos estéticos, en principio, contrarios a 'lo clásico', como ocurre en el caso de Fortuny con cierta asimilación del romanticismo, el orientalismo y su reconocible preciosismo. En este sentido, Fortuny, al igual que otros muchos artistas españoles, pasó por Italia en distintas ocasiones (Roma, Nápoles, Portici, etc.), establecería taller en la capital (Villa Flaminia) y generaría vínculos fortísimos que le llegan a suceder, como ocurre con su hijo, Mariano Fortuny y Madrazo, también pintor y, sobre todo, diseñador textil y de moda, indisolublemente ligado a Venecia. De entrada, algunas figuras humanas que encontramos en sus grabados presentan disposiciones o poses que cuentan con el tradicional 'contraposto' clásico y representan dioses del panteón grecorromano, mientras que en otras estampas, como en 'Idilio' (1865), asume iconografías próximas a lo bucólico y arcádico, como vemos en la figura del joven pastor, de anatomía apolínea, que, sentado sobre una suerte de entablamento de sabor clásico, toca el 'aulós', rodeado de su ganado en una pausa de su quehacer y en un paisaje mediterraneísta que ha de ser entendido como la mítica Arcadia, cuna de la poesía bucólica.

Otro grupo importante de estampas está dedicado a las costumbres españolas, los tipos populares y de corte castizo (majos, por ejemplo), escenarios reconocibles o tópicos ('Calle de Sevilla') e incluso, algunas de ellas, pueden ser incluidas como imágenes de la España negra, asunto que se va fraguando justamente en esas fechas. La colección del Museo Carmen Thyssen cuenta precisamente con alguna obra que testimonia la ejecución de una pintura de género o de costumbres patrias, como 'Corrida de toros. Picador herido' (hacia 1867). Uno de los grabados que mayor proximidad puede tener al constructo de la España negra es 'Iglesia de San José'. El carácter profundamente ambiental del Fortuny pintor, creador de atmósferas evanescentes y vaporosas que redundaban en los factores atmosféricos, parece perderse en esta obra. A cambio, la insondable oscuridad de la iglesia parece cernirse dramáticamente y sin compasión sobre un grupo de fieles enlutadas. Ante este grabado, como ante algunas de sus pinturas expuestas en 'Fantasía árabe', como 'Árabes caminando bajo la tempestad' (1860-65), no podemos evitar rememorar la fotografía temprana de José Ortiz Echagüe, maestro de la fotografía española y autor fundamental del pictorialismo fotográfico; como Fortuny, Ortiz Echagüe estuvo profundamente ligado a Marruecos, legándonos ambos innumerables imágenes de paisajes y tipos de aquel país y evidenciando ese interés orientalista que se dio en la creación española. 'Iglesia de San José', de Fortuny, aviva el recuerdo de 'Sermón en la aldea', de Ortiz Echagüe, fotografía tempranísima, de 1903, por la que se dio a conocer a una edad insultantemente joven (apenas 17 años).

En relación a esto, a la configuración de unos temas que actúen a modo de carta de presentación de España, como elementos de una identidad propia, con mayor o menor grado de fidelidad y 'verdad', encontramos cómo Fortuny realiza imágenes que podríamos inscribir en el miserabilismo, temática que, aunque puede hundir sus raíces en el siglo XVI y en el Barroco -piensen en 'El lazarillo de Tormes' o los niños mendigos de Murillo, por citar sólo algunos ejemplos-, se robusteció en la segunda mitad del XIX y en las primeras décadas del XX.

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Por último, y como razón principal de esta muestra complementaria, debemos mencionar los numerosos grabados que ejecuta con temática orientalista y que nacen de sus distintos viajes a Marruecos. Abundan los tipos y escenarios y sigue preocupado por el carácter ambiental, que nos traslada en estos grabados gracias al caudal expresivo del aguafuerte. El Fortuny grabador, que es considerado un maestro, se interesa en sus estampas por las texturas y refuerza el grafismo frente al Fortuny pintor, volcado en lo preciosista, lo vaporoso y pictoricista.

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