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«El otro día leí que en un año vinieron 58 millones de turistas a Nueva York, una ciudad en la que ocho millones de personas están intentando vivir. A no ser que sean dueños de una cadena de hoteles, no creo que ni ... una sola persona de esos ocho millones esté contenta con ese dato (…) porque tener al turismo como la primera industria es terrible para una ciudad. Me niego a vivir en un lugar hecho para gente que no vive en él». Fran Lebowitz es la protagonista de la serie documental que dirige Martin Scorsese para Netflix. 'Supongamos que Nueva York es una ciudad' (perfecta traducción de 'Let's pretend it's a city') se despliega en siete episodios de unos 30 minutos de duración que muestran a Lebowitz reflejada como lo que es: una ametralladora de opiniones que se le escapan de la boca con muy poco filtro, entrevistada –es un decir– por un Scorsese en permanente estado de fascinación. Cada capítulo aglutina un tema, sin mucho éxito de concreción: la cultura, el transporte urbano, la gestión presupuestaria, el departamento de Deporte y Salud, el Registro Civil o las bibliotecas. Este último, en el que habla de su amor por los libros (conserva más de 12.000 ejemplares) es uno de los mejores de la serie, pero en todos ellos se describe como una misántropa en lucha contra las redes sociales, los musicales o el yoga.
Fran Lebowitz nació en Nueva Jersey en 1950, pero pronto se fue a Nueva York, «donde iban los homosexuales para poder ser homosexuales, lo que creó una densidad de gays enfadados que siempre es muy buena para cualquier ciudad». En NY tuvo varios trabajos, entre otros de taxista, en una época en la que las calles de la Gran Manzana era uno de los lugares más peligrosos del mundo y supongo que también uno de los más divertidos. Dicen que hubo un tiempo en el que una fiesta que se preciara tenía que contar con su presencia. En una de ellas conoció a Andy Warhol, que se encandiló con ella tanto que la contrató como columnista en la revista que dirigía, 'Interview'. Empezó a ser lo que quería ser, que es escritora. Además de alguna obra destinada al público infantil y recopilatorios de columnas, ha publicado un par de ensayos: 'Metropolitan Life' y 'Social Studies' (traducido como 'Breve manual de urbanidad') ambos con ediciones españolas editadas en su momento por Tusquets, ahora descatalogadas.
Ha estado durante demasiados años atrapada en un bloqueo creativo, dice que por su excesivo aprecio hacia la palabra escrita, y por eso desde hace décadas se gana la vida opinando sobre cosas en teatros y en programas de televisión, donde le pagan por hacer lo que más le gusta, que es decir lo que piensa. En la serie hay muchos cortes de aquella época. Esta afición por emitir veredictos la ha llevado a protagonizar dos cameos como jueza, uno en 'Ley y orden' y otro en 'El lobo de Wall Street', esta gran película del propio Scorsese que, en su trayectoria como autor de documentales, de Bob Dylan a George Harrison, mantuvo una conversación con Lebowitz reflejada en 'Public Speaking' (esta vez en HBO).
Lebowitz es única en describir la ciudad al mismo tiempo con acidez y con nostalgia. Siempre camina muy deprisa y no soportan que la paren. Despliega a su paso un inevitable aire snob. Adora los rascacielos, pero no los 'edificios altos'. Es por supuesto muy crítica con la turistificación de las ciudades, en concreto con aquella en la que lleva viviendo décadas hasta el punto de haber formado parte de su mobiliario. Por eso, verla aquí caminando como Godzilla sobre la enorme maqueta de Nueva York es una experiencia que hace que me pregunte si la veré alguna vez paseando por la mía, o si habrá por aquí alguien como ella.
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