Si hubiera sabido que esto sucedería, se lo tomaría a chiste: un humorista siendo objeto de análisis y reflexión para un Premio Nacional de Artes Plásticas, una doctora universitaria, un reconocido humorista gráfico, un referente del hip hop y un escritor. «¿Comorl?». Pero no es ... ninguna broma. Chiquito de la Calzada cuenta desde este miércoles con una jornada de estudio sobre su legado en el Ciclo Fistrosofía, un encuentro de la mano del Moments Festival con Rogelio López Cuenca, Natalia Meléndez, Ángel Idígoras, Elphomega y Francisco Daniel Medina. «Al ataquer». Tras ser suspendido la semana pasada por la Dana, la cita se celebrará este miércoles, 20 de noviembre, en el Paraninfo de la Universidad de Málaga, en El Ejido, con entrada libre hasta completar aforo.
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«Chiquito es algo más que un hombre que cuenta chistes, hay todo un universo a su alrededor», señala Juanjo M. Fuentes, artífice del festival de las subculturas urbanas que sigue innovando en su undécima edición. Desde hace tiempo dan vueltas a la idea de organizar un acercamiento serio y formal a su figura con conferencias y encuentros. Hay material: sobre el papel, el programa que tienen diseñado da «para tres o cuatro años» de Fistrosofía. En este primero se hablará de su contexto, de la huella que deja en el humor y de su influencia en una generación de jóvenes que creció con el «condemor» y «el pecador de la pradera» en su lenguaje.
Para Rogelio López Cuenca, Chiquito de la Calzada es un «fenómeno poliédrico con un montón de caras». «Es alguien que le gusta a Aznar, al Rey, a Mario Conde y, al mismo tiempo, a la gente de la calle. Saltó a una audiencia más allá de lo previsible», recuerda el Premio Nacional de Artes Plásticas. Su biografía permite contar una historia 'macro' sobre el uso de la ironía y de la parodia «como expresión popular de desconfianza frente a los lenguajes del poder»; y otra 'micro', como malagueño del 32, con plena conciencia de la posguerra y del desarrollismo posterior, y cuya vida da un giro absoluto «en la curva más inesperada». «El personaje crece en los inicios de la televisión privada, en plena competencia por buscar audiencias. Es algo inaudito en su propia carrera», señala. De repente, el cantaor de flamenco que en otro tiempo hacía temporadas en Japón junto a José Mercé, entre otros, empieza a recibir como humorista el reconocimiento del pueblo, de personalidades de la cultura y hasta de instituciones oficiales.
En 'Chiquito Context. Una Lectura', López Cuenca huye la «apología del genio singular» para plantear un acercamiento desde otra vía, más plural y procesual. «Me interesa hacer una lectura de larga duración en el sentido de que Chiquito sirva de guía, como Virgilio a Dante en el infierno, para atravesar determinada historia», detalla.
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«Lo que aportó fue algo totalmente original y único en un momento en el que mucha gente veía la televisión a la vez», añade Natalia Meléndez, doctora en Periodismo y profesora de la UMA especialista en la comunicación satírica en la prensa. Meléndez analizará el legado de Chiquito junto al polifacético humorista gráfico Ángel Idígoras, que le ha dibujado más de una vez y a quien dedicó la 'Balada de Pepita y Gregorio'.
Chiquito creó un lenguaje propio con palabras inventadas que calaron en la jerga popular, pero además impuso una forma de decirlas. «Fue de las primeras veces que veíamos que contar chistes podía tener una fórmula donde lo importante no es el final sino el viaje, lo que pasa mientras lo estás contando. Era una propuesta humorística basada en el asombro y en el absurdo», explica Meléndez.
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Y luego hay otra cuestión clave para su permanencia en el recuerdo: la ternura. «Es un personaje absolutamente blanco, que no tiene ninguna sombra. Y en estos momentos necesitamos gente así, que lo que emana sea bondad», concluye la profesora de la UMA.
La jornada de estudio finaliza con una conversación entre el rapero Elphomega y el escritor y músico Francisco Daniel Medina. Ambos viven de la palabra y ambos crecieron en los 90 con el 'boom' de Chiquito, «con esa locura que se creó y que hoy se denominaría viral», indica Elphomega. Se hablaba como él en el colegio, en la calle, «en todos sitios». «Todos en algún momento hemos soltado una parida de Chiquito. Tengo un amigo que se llama Lucas y al pobrecillo lo teníamos reventado con las bromas», recuerda entre risas, rememorando su famoso «Hasta luego, Lucas». De ahí el título de su intervención: 'La importancia de llamarse Lucas'.
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