El fabuloso botín del Westmorland vuelve a Málaga más de dos siglos después

Buena parte de aquel inventario de obras artísticas acabó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que precisamente organiza la exposición junto a la fundación bancaria malagueña. «Pocos días después de zarpar de Livorno, el Westmorland fue apresado por dos buques de línea franceses, llamados Cathon y Destine, y en 'La Gaceta de Madrid' se recoge la entrada en el Puerto de Málaga de los barcos franceses, escoltando la presa», relata José María Luzón Nogué, ex director del Museo Arqueológico Nacional y del Prado, que convirtió su investigación sobre el legado artístico de este navío británico en los fondos de la academia madrileña en su discurso de ingreso en la propia institución.

Todo este relato del Westmorland estará presente en la exposición del Centro Cultural Fundación Unicaja, comisariada por Luzón, junto a la profesora María del Carmen Alonso. Así, se recordará que el barco apresado llegó a Málaga poco después de estrenar el año 1779, el 8 de enero. Las autoridades españolas dieron su permiso para entrar a puerto, ya que nuestro país era aliado de los franceses que, a su vez, apoyaban a los colonos en la Guerra de Independencia contra Inglaterra.

En ese contexto bélico se produjo la captura del navío, cuyo manifiesto del cargamento especificaba que llevaba en sus entrañas «129 libras de seda», «2 cajas de drogas medicinales», «32 quesos parmesanos, cada uno en una caja», «2 tercios de azufre», agua de azahar, balas de cáñamo, aceite, «vino de la isla de la Madera» y numerosas mercancías que fueron descargadas y vendidas en el propio puerto. Lo que pasó desapercibido en un principio fue algo en lo que puso mucho interés el capitán capturado, Willis Machell, y que también aparece en el registro: «23 cajas de mármol en estatuas», «22 cajas de estampas, retratos y libros» y «35 piezas de mármol en pedazos», que es una curiosa forma de registrar los restos arqueológicos.

Al oficial le preocupaba especialmente un cuadro con un valor de diez mil pesos y también unos cajones destinados al hermano del rey de Inglaterra, el duque de Gloucester. Y es que aquellos embalajes con piedras, dibujos y manuales sin aparente valor eran el resultado del 'Grand Tour', como se denominaba los viajes de la joven aristocracia inglesa por Europa tras sus estudios, de los que se traían experiencias y numerosos 'souvenirs' artísticos de la Italia clásica. Los franceses no tardaron en apoderarse del lienzo señalado por el capitán, 'Perseo y Andrómeda', pintado por Mengs por encargo del mecenas y coleccionista sir Watkin Williams Wynn, que había sido terminado y expuesto en Roma en febrero de 1778. Confiscado y enviado al país galo, acabó vendiéndose al mejor postor, que en este caso fue una mujer con sensibilidad: Catalina II de Rusia. La cotizada obra se exhibe hoy en el museo del Hermitage en San Petersburgo.

El resto de la carga artística fue adquirida por la Compañía de Lonjistas de Madrid, aunque aquel exquisito botín llegó a oídos de Carlos III, el rey ilustrado, que hizo honor a su sobrenombre y encargó a su primer ministro, el conde de Floridablanca, que se hiciera con el legado de obras y lo destinase a la Academia de San Fernando para su conservción. Con ese propósito embarcaron las cajas de arte de Málaga a Madrid, donde aquella delicada colección fue depositada no solo en la institución cultural señalada por el monarca, sino también en el Museo del Prado, el Arqueológico Nacional y diferentes palacios y Reales Sitios.

Precisamente, Patrimonio Nacional es uno de las prestadores de piezas para la exposición del Centro Cultural Fundación Unicaja, que recibirá dos exquisitas esculturas de Bartolomeo Cavaceppi, 'Eros y Psiquis' (procedente del Palacio Real de Aranjuez) y 'Baco y Ariadna' (Palacio Real de Madrid) que proceden de las bodegas del barco británico, además del cuadro 'Vista de Málaga desde el midi', de Mariano Sánchez, que cuelga habitualmente de las paredes de El Pardo y que reproduce una panorámica de Málaga del siglo XVIII con los barcos fondeados en su bahía. En uno se observa claramente que ondea la bandera francesa; en otro, la española. Otro de esos navíos amarrados a puerto bien podría ser el Westmorland que, tras su apresamiento, fue puesto al servicio de la corona hispana. La paradoja es que acabó repitiéndose la historia, aunque al revés ya que la fragata fue apresada por los británicos. Aunque ya sin su fabulosa carga artística que acabó dispersa por el mundo y que ahora regresa a Málaga.