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«Jávea, sublime, inmensa, lo mejor que conozco para pintar. Estaré unos días. Si tú estuvieras, dos meses». Sorolla mandó este telegrama a su mujer ... Clotilde nada más llegar a la Marina Alta el 7 de octubre de 1896. Fue para un encargo pictórico relacionado con el cultivo de la vid, pero se marchó con la seguridad de haber encontrado la luz que tanto tiempo había buscado para sus lienzos. Por eso volvería a ese mismo lugar tres veces más para pasar largas temporadas, ahora sí acompañado de su familia. La última estancia fue en 1905, un año antes de que su carrera cobrara una dimensión internacional. El Museo Carmen Thyssen se detiene en ese verano de principios de siglo a orillas del Mediterráneo en una exposición «pequeña pero intensa» que muestra a un Sorolla «en plenitud».
La mirada se va inmediatamente al fondo de la Sala Noble del Thyssen, la más especial del museo. Allí está 'Nadadores', una de las obras emblemáticas del pintor que ha sido literalmente descolgada de su casa museo de Madrid para traerla a Málaga. Algo «excepcional». «Nos lo pensamos mucho», reconoce el director del Museo Sorolla y comisario de esta muestra, Enrique Varela, consciente de que es una de las piezas que el público quiere ver cuando visita el lugar. Pero el proyecto que le propuso el Thyssen le convenció.
'Sorolla en Jávea' pone en relación el cuadro 'Rocas de Jávea y el bote blanco' de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza con otras 26 pinturas cedidas por el Museo Sorolla de Madrid. Todas se realizaron en ese municipio costero, la mayoría en ese «año feliz» de 1905, y reflejan la impresión del artista por el entorno natural y su gusto por las escenas familiares. En Jávea, Sorolla encontró un «pequeño refugio, un paraíso que le aleja del ruido, de los clientes» para concentrarse en sí mismo, como explica Varela. Aquí no pinta para nadie, solo para él. Por eso se permite innovar con enfoques modernos (como el picado de las 'Rocas' o el encuadre de 'Nadadores') y experimentar con las transparencias, con cómo el cuerpo se diluye entre la luz y el agua cristalina.
«Una de las grandezas de Sorolla es saber transmitir al público mediante el color y la pincelada toda la emoción que le producía el paisaje», destaca la directora artística del Museo Carmen Thyssen Málaga, Lourdes Moreno. El Cabo de San Antonio, la Isla del Portichol, las rocas y el mar. Es una pintura «efervescente» que capta la «intensidad del atardecer» y el «mar esmeralda».
Es una época muy especial en la trayectoria del pintor valenciano. Cuando descubre Jávea en 1896 acaba de ganar la medalla de oro en el Salón de París con ‘La vuelta de la pesca’. Cuando se despide por última vez de la localidad en 1905, con 42 años, está a punto de triunfar en su primera individual en París. «Entre el Sorolla que despega y el Sorolla que se consolida como gran maestro internacional. Entre medias está Jávea, donde hay un Sorolla libre de ataduras», expresa el director de su museo.
Las grandes obras se enfrentan en esta exposición a pequeños estudios o notas de color en las que el pintor plasma su primer impulso ante la naturaleza con trazos rápidos y abstractos, o captura una escena familiar de Clotilde y sus hijos. «Es la experiencia directa del lugar que él llevaba en su maletín», apunta Moreno. Son, explica, una especie de instantáneas sobre las que después trabajaba.
Algunas de estas obras están normalmente a gran distancia del espectador, en la parte alta de las paredes del Museo Sorolla instalado en la casa que habitó en el Paseo del General Martínez Campos. Pero en Málaga pueden ser vistas de cerca. Si en la visita a su pintura en Madrid «vale más el conjunto que la unidad, aquí vale más la unidad que el conjunto», resaltó Varela.
La inauguración de la exposición, organizada gracias al patrocinio de Iuris Cátedra, Abogados y Economistas, contó con la presencia del vicepresidente de la Fundación Palacio Villalón y alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; el patrono y representante de la Colección Carmen Thyssen, Guillermo Cervera, y descendientes directos del artista. «Son preciosos, no se cansa uno de verlos», decía frente al cuadro del Cabo de San Antonio su bisnieto Antonio Mollá, presidente de la comisión permanente de la Fundación Sorolla. La colección estará en el Carmen Thyssen hasta el 16 de enero.
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