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A los de la Generación Z, nacidos desde mediados de los noventa a comienzos de la década siguiente, les han dicho de todo. Desde generación ... perdida o incomprendida a enfermos del síndrome de Peter Pan por vivir en casa de los padres hasta los treinta y tantos. Esa condena a la «infancia permanente» de este colectivo llevada al arte es lo que nos propone 'Tiempo muerto', la primera exposición del año del ciclo Iniciarte que exhibe en la Sala Eugenio Chicano del Museo de Málaga la obra de cuatro creadoras, Delia Boyano (Málaga, 1994), Clara Malpica (Sevilla, 1996), Ana Morales (Málaga, 1996) y Belén Arellano (Córdoba, 1998), que muestra las estrategias de su generación ante la precariedad laboral y vital «para que el mundo sea más amable y lo podamos hacer más nuestro y más diverso», ha explicado este jueves Cristina del Águila, comisaria de la Oficina CO2 que organiza la exposición. Un malestar y unas frustraciones convertidas en argumento creativo y que tiene una de las piezas más icónicas del montaje en 'La Berrinchería', una máquina de bolas para niños reconvertida en un aparato para quitarnos los malos rollos de adultos.
Quien todavía recuerde al pequeño que fue o tenga hijos o nietos cerca tendrá muy presente la seducción de la expendedoras que, por una moneda (o dos) y un par de giros a la manivela, te suelta una bola con un regalo que va rodando hasta la salida, cuya trampilla se abre con ansiedad para ver que te ha tocado. Ese concepto es el que ha adaptado la artista Clara Malpica en una instalación que necesita de la participación del visitante. «Me parece muy simbólico como hemos trasladado el berrinche infantil a la madurez por necesidad y por no tener las herramientas para gestionar una sociedad que no tenemos aprendida, lo que nos hace caer en la frustración y en el sentimiento de fracaso individualizado que es terrible porque no permite compartir ese sentimiento. Así que esta obra le da espacio a nuestras pataletas, ya sea porque solo accedemos a contratos temporales o por la incertidumbre de no saber si vas a compartir piso toda la vida, para compartirlas con otros», explica la autora, que nos muestra el mecanismo.
Así, las instrucciones de uso son fáciles. Primero escribimos nuestro berrinche; segundo, cogemos una de las bolas que están por el suelo, la abrimos, nos quedamos con el juguete, metemos dentro nuestro mal rollo y lo echamos al interior de la máquina; tercero, cogemos una moneda -allí hay de sobra, es gratis- y le damos vuelta a la manivela para que nos salga el berrinche de otra persona y, listo, «estás curada», afirma Malpica porque «mi berrinche no le afecta igual a otra persona y la idea es sanar los unos con los otros». El sentido colaborativo de esta obra es también una forma de acercarse al arte de esta generación de artistas, ya que las piezas de la malagueña Delia Boyano también piden ese contacto. En su caso, la creadora ha tomado un estándar de los complementos de moda para reivindicar su lugar en el mundo.
«Presento tres piezas escultóricas que son riñoneras y un vestido que son mi estrategia para luchar y sobrevivir en un mundo hostil pese a la formación que tenemos y las ganas. La riñonera es un objetivo que se relaciona con la precariedad y que uno no se pone para arreglarse, pero que en nuestra generación ha estado muy presente para salir de fiesta y, de hecho, a mi madre le horroriza», ha contado con naturalidad la artista que añade que, por otro lado, este objeto tiene «un significado que me parece precioso ya que se refiere a los riñones, una zona del cuerpo vital, mortal y sensible, por lo que para mí tiene relación con la fragilidad y sensibilidad de la gente de mi generación». Por ello, para experimentar lo que dice y lo que siente, recomienda tocar estas prendas y «aunque no se atrevan yo invito incluso a ponérselas».
Por su parte, ese mundo de la infancia convertido en nuestra propia cotidianidad es el punto de partida de la también malagueña Ana Morales, que en sus cuatro instalaciones ilustra la frase que también han escuchado con asiduidad los llamados 'zillenials': «Eso es un comportamiento inapropiado para un adulto». Así, piezas de cerámica y mobiliario doméstico se mezclan en esta propuesta que «confunde» los objetos del hogar con piezas de fantasía, de magos, brujos o guerreros, procedentes del mundo del videojuego y del cómic. «De lejos te puede parecer una escena de un cuento de hadas, pero cuando te acercas y ves los detalles te das cuenta que son los objetos que cualquiera puede tener en casa, desde un colirio a una cucharilla», ha contado la creadora, que ha recordado la ayuda e influencia de su maestra, la ceramista Isabela de Haro.
La muestra, que ha sido inaugurada por Almudena Bocanegra, gerente de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, y María Morente, directora del Museo de Málaga, se completa con la obra de Belén Arellano, que toma el interior de los muñecos y las tripas de los peluches como referencia para llenar la estancia de la exposición de pequeñas bolsas de estas supuestas 'vísceras' que son agradables al tacto, pero también tienen una lectura «perversa», explica la comisaria la Oficina CO2, que anima a visitar esta exposición que cuelga el cartel de 'se ruega tocar'. Un montaje que incluso es ideal para un mal día y para dejar nuestras pataletas en 'La berrinchería'.
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