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La sensación es parecida a la de entrar en una bodega: hay silencio y poca luz. Cuando el ojo se acostumbra a esa penumbra, se sorprende al descubrir piezas de las mejores añadas. Un Chagall entre un Warhol y un Lichtenstein, a un par de ... metros de varios Picassos. Una crátera griega junto a un sarcófago romano y una estela funeraria egipcia de la dinastía XXII. Y una obra única de Andrea Mantegna en la misma sala que una columna salomónica y un hermoso Baco del XIX tallado en mármol. Diferentes épocas, estilos y creadores, pero con un elemento en común: el vino. El Centro Cultural Fundación Unicaja inaugura una exposición 'gran reserva' de la mano del Museo Vivanco de la Cultura del Vino de Briones (La Rioja).
'Vino. Arte y Símbolo', comisariada por Mariano Vergara, reivindica la rica cultura del vino con alrededor de 90 obras que, por primera vez, dejan su casa para mostrarse en otra ciudad, con un relato y una museografía inédita. «Es hasta mejor que lo que se puede ver en el museo de forma permanente», reconocía «feliz y emocionado» Santiago Vivanco, director general de la Fundación Vivanco, junto a la directora de Actividades Culturales de la Fundación Bancaria Unicaja, Emilia Garrido. Con paredes de rojo vino y suelo enmoquetado de color corcho, el antiguo Palacio Episcopal rinde homenaje a un producto que trascendió la condición de alimento para convertirse en una manifestación social, un símbolo religioso y una fuente de inspiración artística. Y todo eso está presente en esta selección con una efectista puesta en escena que pone en valor la colección.
Una presa aragonesa de 1885 recibe al visitante en el histórico patio de columnas. Es un guiño a la parte artesanal del vino, un reconocimiento a sus orígenes que se completa en la sala contigua con cuévanos, comportones, una estrujadora y una encorchadora. Al otro lado, 'Mito y religión' indaga en su componente simbólico desde la antigüedad. Era el Dios Baco para los romanos, Dionisio para los Griegos y la sangre de Cristo para los cristianos; imprescindible para unos y un tabú para otros. Eduardo Díez, director del Museo Vivanco, puso el foco en una crátera de la antigua Grecia en un excelente estado de conservación: allí era donde se mezclaba el vino y el agua para los simposios, el acto social y elitista en el que los hombres bebían. Una celebración que se plasma en el propio dibujo de la vasija cerámica. Al final de la sala, dos cabezas de Baco de los siglos I y II d. C. enmarcan un óleo de Antonio Estruch de 'Las bodas de Canaán' (1897).
Pero más allá de su sentido religioso, el vino es una constante en el arte: todos los creadores han sucumbido al poder seductor de una copa de vino, a la belleza de la vid y al toque popular que aporta un racimo de uvas. De la escuela flamenca es 'La Sagrada Familia' (Jan Van Scorel) que abre el recorrido de la 'Inspiración artística'. En la imagen, el niño ofrece un puñado de uvas, una «premonición» de lo que estaba por venir: es el fruto antes de convertirse en sangre.
Mosaicos y columnas romanas dan paso a la sala de las artes decorativas. «El ascenso social del vino en las celebraciones hace que los recipientes y objetos que rodean al mundo del vino tiendan a alcanzar una enorme belleza», valora Mariano Vergara. Como el bastón ceremonial en marfil y hueso de narval -una rareza- que se muestra tras una vitrina, o la curiosa copa de caracol marino del XVII. Destaca, además, una columna salomónica con uvas enredadas y el historiado marco con forma de vid que rodea a los iconos rusos de San Nicolás y Santa Amor. Impresionante la sección de tapices parisinos y belgas del XVI y XVII, algunos nunca expuestos.
Para la recta final del recorrido, la exposición se reserva un potente golpe de efecto. Al fondo, en solitario, se ilumina un Sorolla que rompe con lo acostumbrado en el pintor valenciano: aquí retrata a un labriego levantino con un porrón en la mano y los ojos achispados. A su lado, Roy Lichtenstein hace un 'Homenaje a Picasso' en una litografía con un rostro picassiano junto a unas uvas. También el malagueño está representado en tres piezas con su firma: una jarra cerámica de un fauno, un grabado sobre papel de una cubista botella de vino y una litografía en tributo a Baco. Enfrente, dos de sus compañeros de movimiento: Juan Gris y George Braque. Pero hay más: Marc Chagall ('Pareja y caballete florido'), Andy Warhol ('Grapes') y Miquel Barceló ('Jarra y vasos').
Cierran la colección dos cuadros encargados por la Fundación Vivanco a dos artistas: un inconfundible Tápies y una característica obra de Juan Genovés con sus pequeñas multitudes en relieve. Un reflejo de la apuesta directa por la cultura de esta familia riojana vinculada al vino desde 1915. Cuatro generaciones después, y con un fuerte impulso en los últimos 20 años, la Fundación Vivanco ha atesorado un valioso patrimonio artístico y enológico en el que está considerado como uno de los mejores museos del mundo. Cinco salas con 8.000 piezas en un total de 4.000 metros cuadrados que, por primera vez, salen de La Rioja. Y visto el resultado, dicen, «desde ahora nos volveremos a atrever».
La exposición 'Vino. Arte y Símbolo' puede visitarse del 2 de febrero al 21 de abril, de lunes a sábados en horario de 10:00 a 14:00 horas y de 16:00 a 19:00 horas, y los domingos y festivos de 10:00 a 14:00 horas. La entrada al centro consiste en un donativo solidario de 3 euros, y la recaudación de las entradas se destinará íntegramente a la Fundación Corinto.
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