El Tokyo Apartment de Sou Fujimoto inspirado en una casa del árbol. Migue Fernández

Edificios futuristas, pabellones hinchables y casas sin muros: los hitos de la arquitectura japonesa se exponen en el Pompidou

El museo recorre la historia reciente de Japón a través de los revolucionarios proyectos de una treintena de arquitectos nipones

Viernes, 20 de mayo 2022, 19:25

Cuenta Yuki Yoshikawa que su tierra se mueve de forma permanente «entre la destrucción y la creación». La guerra, la bomba nuclear, los terremotos, las crisis económicas, el desastre de Fukushima… Y frente a la catástrofe, la ciudad reacciona. El tejido urbano japonés es «una ... matriz en perpetua mutación» donde los arquitectos experimentan nuevas formas de habitar según los tiempos. El Pompidou recorre la historia reciente del país a través de la evolución de sus construcciones en la exposición que ocupa su sala temporal hasta septiembre.

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'La arquitectura japonesa desde 1950. Espacios plurales' reúne los hitos de 36 arquitectos nipones, siete de ellos galardonados con el prestigioso Premio Pritzker, el Oscar de esta disciplina. Japón es, de hecho, el país que más veces se ha alzado con el prestigioso reconocimiento. Y algunas de las claves de ese éxito se descubren en una muestra que explica a través de maquetas, alzados, fotografías y vídeos el salto de las casas tradicionales japonesas a las obras revolucionarias, futuristas, hinchables, con ojos, orgánicas, inclinadas y casi transparentes.

La exposición, comisariada por Yuki Yoshikawa y con la colaboración de la Fundación la Caixa, sigue un orden cronológico con cinco etapas diferenciadas. La necesidad de reconstruir un país arrasado por la guerra da lugar a la aparición de una arquitectura moderna japonesa, primera parada. Conmocionados por la barbarie, se impone una nueva forma de humanismo reflejado en proyectos como el Centro de la Paz de Hiroshima de Kenzo Tange (el primer japonés con el Pritzker), donde tradición y modernidad occidental dialogan. Un cuestionamiento sobre el lugar del ser humano que se observa también en la influencia de Le Corbusier en creadores como Junzo Sakakura, su alumno, y de quien se expone su 'Lounge chair' (silla de salón).

Arriba, la Torre-cápsula de Kisho Kurokawa. Abajo, edificio-locomotora de Shin Takamatsu y la Casa del rostro de Kazumasa Yamashita. Migue Fernández

El despegue económico de las siguientes décadas se traducirá en un crecimiento exponencial de las ciudades. La arquitectura tratará entonces de dar respuesta al aumento de la población con proyectos futuristas, como la ciudad flotante y móvil ganada al mar que idea Kiyonori Kikutake en los 60 y que jamás llegaría a realizarse. Nace el grupo metabolista, una corriente que diseña sus edificios partiendo de analogías con el tejido orgánico y biológico: ahí está la Torre-Cápsula de Kisho Kurokawa de Tokio, concebida como un racimo de uvas donde celdas prefabricadas se injertan en una estructura de hormigón. Son ya los años 70 y la Exposición Universal de Osaka se convertirá en el escaparate de propuestas revolucionarias, como los pabellones hinchables de Yutaka Murata.

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Y, de nuevo, cambios sociales y económicos agitarán la arquitectura. Con los ecos de las protestas del 68 y la primera crisis del petróleo de 1973, los arquitectos dejan las megaconstrucciones de años atrás para volver a la esencia del individuo, a casas modestas donde hombre y ciudad convivan en armonía. En una pequeña parcela de quince por tres metros, Tadao Ando (Pritzker 1995) levanta una vivienda de hormigón donde todo gira en torno a un patio central de paso obligado para moverse por las diferentes estancias. Llama la atención la Casa del Rostro, de Kazumasa Yamashita, un manifiesto de esta nueva forma de entender la arquitectura: frente al exceso de modernismo, encarna una arquitectura donde la subjetividad se expresa libremente. También Tatsuhiko Kuramoto se enfrenta al modernismo incrustando su Casa de la Abuela en la naturaleza salvaje y helada de la isla de Hokkaido con una inclinación aparentemente imposible, pero funcional.

La burbuja especulativa de las décadas de 1980 y 1990 impulsa nuevas tipologías arquitectónicas en Japón. El lenguaje se diversifica. Hiromi Fujii establece la cuadrícula como elemento fundamental para huir de la expresividad. Tadao Ando compone urbanizaciones con el cubo como forma básica. Toyo Ito (Pritzker 2013) recurre a mallas metálicas para hacer desaparecer las estructuras. Atsushi Kitagawara juega con las geometrías y los materiales en propuestas como el Scala de Tokio. Y Shin Takamatsu recurre a una estética robótica en el edificio-locomotora de hormigón y acero cromado que crea para una clínica dental de Kioto.

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José María Luna, Yuki Yoshikawa, Francisco de la Torre, Juan Carlos Barroso, Gerardo Cuartero y Valentina Moimas. Migue Fernández

'Una arquitectura del borrado' cierra el viaje por Japón. El estancamiento económico y el gran terremoto de Kobe en 1995 refuerzan la dimensión social de la arquitectura: las estructuras se aligeran y los muros desaparecen para favorecer la circulación de las personas, los espacios de usos múltiples y el contacto con el exterior. Shigeru Ban (Pritzker 2014) sustituye las paredes de una casa en Tokio por cortinas. Kengo Zuma integra la arquitectura en su contexto a través del uso de materiales locales y naturales, eliminando los límites entre el interior y el exterior, como en el Centro de Investigación GC Prostho de Kasugai. Y Sou Fujimoto reinventa los vínculos con la naturaleza reinterpretando una casa del árbol en Tokyo Apartment, una vivienda colectiva diseñada como una aldea vertical.

Una exposición que, puntualizó el director de la agencia municipal para la gestión de los museos, José María Luna, no se queda solo en las maquetas: «Nos habla de proyectos completos, del pensamiento de los grandes arquitectos que hay detrás de los edificios». Son «obras maestras» de la colección del Pompidou que por primera vez se exponen en España y que refuerzan los lazos entre París y Málaga, como apuntó la conservadora del departamento de Arquitectura del museo parisino, Valentina Moimas, frente al alcalde Francisco de la Torre, y la concejala de Cultura, Noelia Losada.

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