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Marilú Báez

Antonio Montiel, del niño obsesionado con Marisol al pintor de reinas

Retratista de la sociedad española, artista cofrade y autor con conciencia social, una retrospectiva recorre por primera vez todas las caras del creador malagueño en las Salas de la Coracha

Martes, 15 de octubre 2024, 17:23

«Ya me puedo morir tranquilo», confiesa Antonio Montiel (Antequera, 1964). A su alrededor hay un centenar de obras con su firma de casi 70 prestadores que nunca antes había visto juntas. No ha sido fácil: las piezas han llegado de residencias particulares, de cofradías, ... de despachos oficiales e incluso de la mismísima Casa Real. Antonio Montiel repasa medio siglo de pintura figurativa, siempre «a contracorriente», en su primera retrospectiva, una exposición en las Salas de la Coracha de Málaga que le confirma como el retratista oficial de la sociedad española y como un nombre destacado de la pintura religiosa contemporánea. Y todo lo que ahora se ve en 'De lo divino y de lo humano' (hasta el 6 de enero) empezó con una caja de rotuladores Carioca que le regalaron sus padres y con la foto de Marisol que vio en una revista de su madre.

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Dibujaba desde siempre, incluso en la arena de la playa, pero fue la imagen de Pepa Flores la que le empujó al retrato. Se obsesionó con ese rostro aniñado de una chica joven en el que «se percibía algo más profundo». Y empezó a retratarla, una y otra vez. Tantas veces que su profesor en la Escuela de Bellas Artes de Málaga le puso un notable porque «lo único» que hacía era pintarla a ella. Su fijación fue tal que una tarde de agosto de 1979 se fugó de casa dejando una nota sobre el televisor en la que advertía de que no volvería a casa hasta que no hablara con Marisol, que por entonces vivía en Altea. Tras muchas horas en bus, sin ni siquiera un teléfono fijo en su casa al que llamar para tranquilizar a sus padres, lo consiguió. Con el tiempo, «se hizo una musa cercana, me posó en más de una ocasión y mantenemos una buena amistad». Dos retratos se exponen de ella en esta muestra: uno de ese 1979, en sepia, con una Pepa Flores cabizbaja en una etapa complicada de su vida, justo el año en el que se desquitó de Marisol en 'Interview'; y otro de 1997, poderosa y serena con mantilla.

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Tenaz y trabajador, Montiel puede presumir de haber logrado lo que se proponía. En 1986 decidió marcharse a Madrid, «porque Málaga en aquel tiempo no era lo que es hoy en día». Casi 40 años después, con una parte de su obra repartida por las tres plantas de La Coracha, el pintor rememora el titular que publicó SUR en ese momento: «Me voy de Málaga para poder triunfar en Málaga». Por eso esta exposición le hace tanta «ilusión», «muchísima», apostilla.

El salto a Madrid le abriría las puertas del mundo. La revista 'Lectura' le encargó una serie de retratos de las mujeres más influyentes del país, lo que le dio una enorme «difusión» y las llaves de la alta sociedad. En 1992, es elegido para representar a España en el Festival de Arte de las Américas en Washington, donde retratará a Bárbara Bush, la esposa de Bush padre. Tiempo después pintaría a Fidel Castro en Cuba, dos mundos opuestos bajo un mismo pincel, y pasaría una larga temporada en México.

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La lista de personalidades en la exposición de Málaga es una pequeña muestra de esa trayectoria, pero una de ellas sobresale por encima de las demás, la Reina Sofía. «Fue de lo más sencilla y natural, me sorprendió en el trato», asegura. Su retrato viene a Málaga directamente de su despacho oficial. «Y sé por altos funcionarios que ha puesto empeño en que este cuadro salvara todos los obstáculos burocráticos para estar en esta exposición», detalló el comisario Elías de Mateo. Junto a la reina, su hijo el Rey Felipe VI en un retrato que preside el despacho del jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra. Años después, también retrataría a otra reina, Isabel II de Inglaterra. «En las distancias cortas ganaba y dijo que el retrato le pareció una delicia», apunta Montiel.

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Ella no está en las Salas de la Coracha -demasiado complejo el préstamo-, pero sí la baronesa Thyssen, la duquesa de Alba, la poeta María Victoria Atencia (en un hermosísimo retrato de 1985), la soprano Montserrat Caballé, el torero Javier Conde, la bailarina Alicia Alonso, la bailaora La Paula, la cantante Imperio Argentina, el humorista Chiquito de la Calzada con su esposa Pepita, el empresario José Luis López 'el turronero', la cantante Betty Misiego, el periodista Ángel Guerrero, la exrectora Adelaida de la Calle, y políticos como Celia Villalobos y Francisco Salado, entre otros.

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Pero Montiel es más que un pintor de retratos. Toda la segunda planta está dedicada al arte cofrade, con obras señaladas como la que sirve de imagen (y título) para esta exposición: el niño penitente que acaricia al Cristo de los Estudiantes, el cartel de la Semana Santa de Málaga de 2006. Son un total de 21 obras religiosas, encargos para diferentes cofradías, que se acompañan de ocho estandartes.

La última planta es el Antonio Montiel desconocido. Es su obra más «personal e íntima», en palabras del comisario; también la más social. Impacta su 'Maternidad en la pobreza' o la 'Niña judía en la II Guerra Mundial'. Hay bodegones, se descubre su dormitorio, su escritorio y hasta a su hermana durmiendo. «Ahí es donde se aprecia la evolución del artista», indica Elías de Mateo. Siempre, sea el asunto que sea, con pintura figurativa, perfectamente reconocible. «No estoy en contra de la pintura de vanguardia, pero sí de las tomaduras de pelo. Las salas de exposiciones gastan luz y están vacías, y la gente no tiene ninguna emoción. El arte es transmisión. Creo que el tiempo irá dándome la razón», sentencia.

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