Luca M. Scarantino, ayer en una cafetería de la capital antes de abrir el ciclo de La Térmica. Migue Fernández

«Europa es una provincia del imperio de Estados Unidos»

El profesor italiano Luca M. Scarantino inaugura en el Museo Picasso Málaga la segunda edición del festival de filosofía promovido por La Térmica

Viernes, 25 de enero 2019, 01:11

Habla con serenidad de un escenario preocupante, destilado en el título de su ponencia: 'En la caverna de los esclavos: el derrumbe de la democracia'. Un aviso a navegantes que el profesor italiano Luca M. Scarantino lanzaba ayer desde el Museo Picasso Málaga durante la apertura de la segunda edición del Festival de Filosofía de Málaga promovido por La Térmica que se desarrolla hasta mañana.

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–¿Hay motivos reales para preocuparse por el auge de la extrema derecha y de otros populismos?

–Yo vengo de Italia... Es bastante interesante lo que está pasando. Es un buen reflejo de lo que está pasando en Europa. No en Occidente. No en el mundo. Hay un repliegue identitario muy fuerte y en mi opinión este tipo de posición es mortal para una sociedad avanzada.

–¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

–Es muy difícil interpretar qué está pasando. Creo que hay una decadencia de Europa en general. Una decadencia histórica. Estamos pasando por una fase que no es ni política ni de otro tipo, es realmente histórica y tiene que ver con la reorganización del mundo, del poder político y de las relaciones geopolíticas.

–¿Estamos ante una crisis más europea que occidental o global?

–En los últimos 150 años siempre hemos tratado de hablar del mundo en términos de relaciones entre Estados, entre naciones, y me parece que es tiempo de volver a utilizar una categoría que es la de imperio. Estamos viviendo una época completamente imperial desde, al menos, la segunda guerra mundial.

–¿Cuál sería ese imperio?

–El imperio de Estados Unidos, claro. No lo digo de forma negativa. No creo que un poder imperial sea necesariamente peor que un poder nacionalista. Tiendo a creer que puede ser mejor como sistema, si hay que compararlo.

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«El Plan Bolonia ha sido como la bomba atómica sobre la educación superior»

«El populismo genera un círculo vicioso, porque diluye la capacidad de la gente de moverse en una escena más global»

«No creo que un poder imperial sea necesariamente peor que un poder nacionalista»

–¿Y qué papel juega Europa en ese imperio?

–Ahora es una provincia de Estados Unidos, por una cuestión muy sencilla: porque Estados Unidos ganó la guerra. Europa es una provincia de Estados Unidos, como Grecia lo fue de Roma. Por eso creo que hay que volver a la noción de imperio. Ha habido un único imperio en la historia occidental, que es Roma, y ahora estamos en una situación en la que hay otro imperio comparable con Roma, no como poder o fuerza, sino como manera de funcionar. Estados Unidos no hace colonias. No es Inglaterra o Francia. Estados Unidos hace provincias, como hacen los imperios. En este sistema hay dos fenómenos que se cruzan: Europa había sido transformada en la provincia feliz del imperio norteamericano y ahora ya no hay tanto interés en una centralidad de Europa en la esfera americana. El otro aspecto es que esta situación imperial hace muy débiles a las sociedades europeas que se han construido sobre la idea de nación. ¿Qué hace una nación o unas naciones frente a un poder imperial? Ahí se ve cómo las sociedades europeas están realmente en dificultades. Se están empobreciendo, están declinando desde todos los puntos de vista: político, económico, tecnológico, militar... y las naciones europeas no están acostumbradas a esto y, sobre todo, no están preparadas para reaccionar.

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–¿Asistimos entonces a la disolución de Europa?

–¿De la Unión Europea? Es un riesgo. Es evidente que la Unión Europea no funciona. La Unión Europea no llega a transformar a los Estados europeos en un poder supranacional, en un espacio político y cultural que sea comparable a las otras potencias y eso creo que se debe a que existe una resistencia por parte de los Estados europeos. No me vengan con eso de la burocracia, ¡claro que hay burocracia! Pero son los Estados los que rehúsan.

El poder de la educación

–¿Hay salida?

–La hay. Las sociedades modernas se han construido sobre la educación de los ciudadanos, sobre el conocimiento y el aprendizaje, pero lo que vemos es que, hasta en las responsabilidades políticas, se ejercen de forma que no tienen nada que ver con la capacidad de encontrar soluciones a los problemas. No se encuentran soluciones, se hace propaganda y eso no es compatible con la democracia. Una cuestión esencial de las sociedades democráticas, la capacidad de tener ciudadanos educados que saben de qué se habla, se está viniendo abajo.

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–¿Qué futuro nos espera?

–Veo una sociedad más cosmopolita en la que habrá unas clases dirigentes formadas y los que no llegarán a ese nivel de educación y no serán capaces de moverse en ese nivel global estarán en una situación servil.

Eso no parece muy compatible con la democracia.

–No lo sería con la democracia tal y como la entendemos hoy. Ya no hay una educación universal, que era el gran ideal de la cultura democrática. O se potencia ese tipo de educación o nos vamos hacia un mundo en que habrá unas élites y una gran mayoría de seres humanos que estarán en una situación casi medieval. Eso no quiere decir que estarán en la miseria: tendrán su casa, su coche, sus diversiones... pero no tendrán ninguna capacidad de influir en la orientación del mundo contemporáneo.

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–¿Serán nuestros hijos esclavos sin grilletes?

–Ese es otro problema fundamental. ¿Qué hacen nuestros hijos? ¿Cómo van a competir con sus coetáneos americanos, chinos, indios, coreanos... De estos países de los que salen miles de chicos con una educación mucho mejor? Ese es un problema muy concreto que tenemos y creo que depende de una situación histórica en la que el privilegio de ser europeos que hemos tenido es ahora casi un hándicap. Ahora el privilegio es nacer en Estados Unidos, en China. Ahí sí hay una red de protección que es la que nosotros hemos tenido durante mucho tiempo y que ya no tenemos.

Y de ahí el populismo.

–Exacto. Todos estos movimientos identitarios, populistas, son una reacción a esta situación, pero es una reacción que genera un círculo vicioso, porque diluye la capacidad de la gente de moverse en una escena más global y no hay otra solución que salir a un mundo más amplio que el de tu propia comunidad.

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Pero la realidad política parece ir justo en la dirección opuesta: del Brexit a la ultraderecha.

–Por eso creo que es mortal, porque produce personas que no serán capaces de moverse en un mundo global. Mire, nosotros tenemos los barcos que llegan con refugiados todos los días, pero lo que no vemos son nuestros chicos que se van afuera. No se van en barco, se van en avión, en tren, pero el que quiere ganarse la vida al nivel que se la ganaba su padre, en muchas ocasiones tiene que salir de espacio europeo. No es tan espectacular como los barcos, pero hay fenómenos migratorios de los que los europeos a veces no se dan cuenta, aunque son muy graves, porque hacen ver una decadencia de Europa mientras que estos movimientos gregarios y localistas reivindican lo opuesto.

–¿Cómo podemos cambiar esa tendencia?

–Con educación, pero no hay recursos. El Plan Bolonia que ha sido como la bomba atómica sobre la educación superior. Todo el mundo lo sabe. El nivel es muy bajo.

–¿Comparte la analogía de la Europa de los años 30 del siglo XX con la actual?

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–(Piensa) Sí, comparto la idea de que hay una continuidad entre esa Europa y la de hoy. Las situaciones políticas son totalmente diferentes, el mundo es diferente, pero es parecido. La historia de Europa es como una hélice del ADN, en ella conviven dos fuerzas: una universalista, de tolerancia y apertura; y la otra es la fuerza del suelo y de la sangre, de la tribu y la nación. Estas dos fuerzas siempre han coexistido con mucha tensión.

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