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Para Ángel Calvente este no es un simple premio a una obra de teatro. «Significa mucho para nosotros y también para el colectivo, porque es una forma de darles apoyo», cuenta el director de El Espejo Negro. 'Cris, pequeña valiente', su emotiva y necesaria historia sobre una niña transexual, se ha hecho con el Premio Feten 2021 al mejor espectáculo, el principal galardon de la prestigiosa feria europea de artes escénicas para niños y niñas que se celebra cada año en Gijón. Como decía Calvente al recibir el premio por vía virtual, «el gran reconocimiento es dar visibilidad a esos miles de niños trans».
«Súper emocionados y alegres con este galardón tan importante. Seguiremos luchando por la diversidad y por todos los niños y niñas trans», escribía la compañía poco después en sus redes sociales. Están felices porque saben de sobra que esta feria es un escaparate para el sector. Ganar en este encuentro de las artes escénicas de Gijón es un aval que garantiza que esa obra se va a mover mucho por los escenarios de toda la geografía española. «Que te den un Feten importa, pero que te den el mejor premio de toda la feria abre muchas puertas para trabajar«, asegura Calvente, que con este suma ya cuatro Feten en su carrera.
Y, además, «esta obra tiene que verse mucho». El premio a 'Cris, pequeña valiente', dice su director, es «una apuesta por la diversidad y por la dignidad de estos niños». La obra, estrenada a finales de enero en el Teatro del Soho CaixaBank, es un canto a la diferencia con el sello inconfundible de Ángel Calvente. Están sus números musicales, sus momentos de guasa, sus referencias pop y esas imágenes tan visuales que construye con el magistral movimiento de las marionetas. Pero hay algo más: en la historia del tránsito de Cristian a Cristina también hay lugar para la emoción y hasta la lágrima.
El Espejo Negro retrata la realidad de los niños transexuales con una narración adaptada a los pequeños pero llamando a cada cosa por su nombre. De forma gráfica, explica lo que significa la identidad de género, que en algunas ocasiones (en una de cada mil) no coincide con el sexo asignado al nacer. El ser niño o niña, argumenta, «está dentro de la cabeza» y no en los genitales.
La obra no oculta las dificultades por las que atraviesan los niños trans (la frustración por la incomprensión de los demás, el dolor por el rechazo) y también su padres (el desconocimiento, el sufrimiento por la pena del hijo). Y, al mismo tiempo, tiene momentos de enorme comicidad. El Espejo Negro consigue encontrar el equilibrio justo entre el sufrimiento de estos pequeños y la divertida inocencia de quienes no son más que unos niños. Sin duda, una propuesta arriesgada. Pero la valentía, como ha quedado demostrado, tiene su recompensa.
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