El público, en las sesiones con Francisco Corpas en el Cervantes. C. Zamarriego

Cuando el espectador también es el protagonista

La Escuela de Espectadores de Factoría Echegaray comparte con el público el proceso de montaje de las cuatro obras de la temporada 2024-25

Carlos Zamarriego

Domingo, 10 de noviembre 2024, 00:14

Málaga, ocho de la noche. Es lunes y en el Teatro Cervantes los espectadores ocupan sus asientos. Se preparan para ver 'Berro', un espectáculo de danza contemporánea. Esperan ver, sentir, viajar con la música y el movimiento de los cuerpos. Y esos cuerpos que fluyen, ... que gritan, que vuelan, intentan a su vez conectar con el espectador, provocarle una emoción, un debate, en definitiva, un algo. Unos y otros tienen 55 minutos, el tiempo que se han prometido para coincidir en un teatro, para conectar o desconectar, para recordar o ser olvidado.

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Mientras esto sucede en el patio de butacas, otro tipo de espectadores lleva reunido una hora en la sala Rossini. Una responsable de seguridad mantiene la puerta cerrada para que sus voces no se cuelen por los pasillos. A diferencia de los primeros, estos espectadores no están en silencio, más bien lo contrario, dialogan acalorada y democráticamente sobre lo que podrán ver en la primera obra de la novena temporada de Factoría Echegaray: 'La muerte de Christopher Reeve'. Una adaptación del texto homónimo de la malagueña Lidia Bravo, ganador del Premio Unicaja de Poesía. Son la Escuela de Espectadores, una iniciativa de Francisco Corpas, director de escena y especialista en Pedagogía Teatral y Teatro Contemporáneo.

«Una sala sin espectadores no es nada», afirma Corpas contundentemente. «El tema de la Escuela de Espectadores lo inicié en 2007, cuando estaba de asesor en el Consejo Andaluz de Teatro», rememora, «me pareció un elemento que unía la programación de un teatro con espectador que se acerca a él». Menciona al crítico e historiador argentino Jorge Dubati, al pedagogo brasileño Paulo Freire y las técnicas de Freinet como inspiradores de su propia metodología. «Es una pedagogía transformadora, como las artes. ¿Y quiénes son los intermediarios? Los espectadores, la ciudadanía».

En la sala Rossini los 50 espectadores se han dividido en cinco grupos para contestar un cuestionario sobre la lectura del poema de Lidia Bravo. A través de un coloquio cada grupo toma «decisiones vivas», como lo define Corpas, para «que sepan capaces de escucharse, de tener su propia personalidad». Nos colamos en uno de esos grupos para ser, por un día, espectador de los espectadores. En ese momento están inmersos en la pregunta cinco del cuestionario: '¿Qué te hace sentirte extranjero en tu día a día?'. «Que no nos entiendan» opina una. «La soledad», subraya otra. «Un día pasé por la calle San Juan y no la reconocí» confiesa alguien.

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«Esto, más allá del teatro, significa encuentro con la gente». En otro de los grupos Elena comienza su segundo año en Escuela de Espectadores. ¿Su motivación? «No había visto mucho teatro y me apetecía aprender». Reconoce que tenía «una idea como muy tópica y clásica de lo que era el teatro», pero que ahora ha aprendido «a apreciarlo, valorarlo, vivirlo y entenderlo». Pero lo que más le gusta es la gente: «Hay personas que no conoces y que sólo te la vas a encontrar aquí».

Los mediadores

«Toñi, di algo que te veo muy callada», anima Inma. Cada grupo está coordinado por un mediador que recoge las opiniones de todos y las condensa en una frase. Una especie de dinamizador. Inma cuenta que gran parte de su trabajo como mediadora es llegar a un consenso «para que todo el mundo se sienta representado, que se sienta bien en eso que se contesta».

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Los minutos vuelan. «¿Quién dijo: 'La poesía es un arma cargada de futuro'?», interrumpe Corpas. En la Escuela de Espectadores, el teatro es tan necesario como el pan de cada día. El taller se desarrollará durante 25 sesiones y seis obras de teatro: las cuatro de Factoría, un montaje del ciclo Escena Abierta Málaga y otro del Festival de Teatro de Málaga. Pero ahora es el momento de que los mediadores expongan al resto las conclusiones de sus equipos. Sobre qué le preguntarían a Pablo Beltrán, director de la obra, el moderador del grupo uno, Luis, contesta: «¿No había una obra más fácil?». Consigue las risas de sus compañeros.

Son las nueve. Los espectadores se citan para el siguiente viernes en la sala que tiene el Cervantes en Bodegueros 38. Podrán ver un ensayo de 'La muerte de Christopher Reeve'. Más adelante acudirán al Teatro Echegaray para disfrutar de la obra ya estrenada y tendrán en exclusiva un encuentro con el equipo artístico. Será el momento de recoger todo el análisis en una crítica conjunta que publicará SUR bajo el epígrafe 'Los espectadores hablan'.

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Al salir del teatro nos cruzamos con Norberto Rizzo, actor y cantante. Acaba de ver 'Berro'. «Me ha gustado mucho», resume su análisis sobre el espectáculo. «Me hubiera gustado verlo», contesta Corpas. El espectador tiene, como siempre, la última palabra.

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