De la escritora del naturalismo a la diva del bel canto: Emilia Pardo-Bazán y María Callas
Albas y ocasos ·
Tal día como hoy nacía Emilia Pardo-Bazán, cuya 'Cuestión Palpitante' causó un notable escándalo, y moría María Callas, diva entre las divasAlbas y ocasos ·
Tal día como hoy nacía Emilia Pardo-Bazán, cuya 'Cuestión Palpitante' causó un notable escándalo, y moría María Callas, diva entre las divasmaría teresa lezcano
Domingo, 16 de septiembre 2018
Tal día como hoy nacía Emilia Pardo-Bazán, cuya 'Cuestión Palpitante' causó un notable escándalo al ser considerada como un manifiesto a favor de la pornografía francesa, y moría María Callas, diva entre las divas, abandonada por Onassis para casarse con la viuda de América ... Jackie Kennedy.
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El dieciséis de septiembre de 1851 nacía en La Coruña Emilia Pardo-Bazán y de la Rúa-Figueroa, hija de una familia noble y pudiente que poseía muchos apellidos compuestos y tres casas en Galicia, siendo una de ellas el hoy celebérrimo Pazo de Meirás, en cuya capilla se casaría años después la escritora y en cuya torre bautizada como «de la quimera» instaló su biblioteca, siendo ofrecida la propiedad, diecisiete años tras la muerte de Pardo-Bazán, como residencia veraniego-generalísima de Francisco Franco, quien solazaba entre sus ménsulas y sus almenas el agotamiento que conlleva el siempre sacrificado oficio de dictador, mientras la hija y heredera de Emilia intentaba en vano recuperar las pertenencias que habían quedado atrapadas en la cesión de la finca. Pardo-Bazán se inició en la literatura oficial a través del naturalismo francés y de la novela experimental, causando el volumen 'La cuestión palpitante' un notable escándalo al ser considerada como un manifiesto a favor de la pornografía francesa y la literatura atea, hasta tal punto que el propio esposo, que hasta ese momento se había mostrado razonablemente condescendiente con la afición literaria de su cónyuge, le pidió que dejara de escribir. Pardo-Bazán siguió escribiendo, aunque puesta a dejar a quien dejó fue al marido, mientras se adentraba, Pazos de Ulloa abajo, en el idealismo y el simbolismo; vía epistolar arriba, en una relación con Benito Pérez Galdos, la cual evolucionó del papel a la piel en cuanto se presentó la ocasión; enfrentamientos con José María de Pereda mediante cuando el autor de Peñas Arriba manifestó con todo su papo costumbrista que una mujer no podía ser académica, y hasta paradójico campo racista a través, en unas convicciones antisemitas que de igual manera te ponían a bajar de un burro reaccionario a los sefarditas que a los azquenazíes. Aburiño y Albariño.
Ciento veintiséis años después del nacimiento coruñés de Emilia Pardo-Bazán, moría en París Maria Anna Cecilia Sofia Kalogeropoúlos, sopranamente divinizada como María Callas. Hija de una pareja de emigrantes griegos que llegaron a Nueva York en busca del american dream y que se separó quince años más tarde, María regresó a Grecia, donde empezó a estudiar bel canto bajo la supervisión de su madre, que para motivarla la elogiaba con cariñosos apelativos como «gorda» o «fea», siempre comparativamente inferior en cualquier caso a su hermana, quien al parecer era delgada y bella, aunque cantar cantaba como un grillo asmático. Tras debutar en el Teatro Lírico Nacional de Atenas, Callas dejó a su madre criticona y a su hermana perfecta pero silente y volvió a Nueva York con su padre, no tardando en ser fichada por la Metropolitan Opera House, de donde saltaría a la Scala de Milán y al londinense Covent Garden. Después de casarse con un industrial de la construcción y antes de representar a Medea, Maria perdió treinta y seis kilos, no por despiste sino por rigurosa dieta, y su madre dejó de llamarla «gorda» aunque la renuncia a seguir recalcando la fealdad de su benjamina no nos consta. Visconti y La Traviatta la convirtieron en leyenda lírica, aunque ya entronizada bajo la divina corona se quedó muda en una representación dedicada al presidente italiano y señora, no de asombro sino por un literal resfriado que le empolvorosó los pies, al final del primer acto y por una puerta trasera, ante la indignación de los asistentes en general y del mandatario en particular. Ya recuperada su sopranez, Callas se fue a girar artísticamente por el mundo mundial, recalando finalmente en un baile de máscaras del hotel Danieli de Venecia, donde conoció al armador Aristóteles Onassis, y como entre fuegos griegos andaban los arlequines, ambos no tardaron en enviar a los respectivos cónyuges a freír espárragos compensatorios y dieron rienda suelta a su helénica pasión hasta que en el camino del multimillonario se cruzó la viuda de América, Jackie Kennedy, ante quien Onassis se postró matrimonialmente de hinojos como nunca lo hijo ante Callas, la cual llevaba ya casi una década aguardando el pedrusco – ¿y el anillo pa cuando? –. Bien es cierto que el armador y la expresidenta consorte no demoraron demasiado en tirarse los trastos cruceriegos a la cabeza, con la consiguiente bajada de lomo y el intento de regreso raboentrepiernado de Onassis, pero no lo es menos que la Callas envió al armador a rearmar la osamenta de Jacqueline, y en ello estaba cuando a María la alcanzó la muerte, por una crisis cardíaca según algunas fuentes y por sobredosis de barbitúricos al decir de la rumorología operística. Sempre libera degg´io
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