Surgió en el jardín de casa de sus padres. Una imagen incompatible que parecía desafiar las leyes de la naturaleza. Jugando con pompas de jabón, ... una de ellas cayó sobre la espina de un cactus. Pero la puntiaguda lanza no rompió la burbuja, que envolvió la planta como un caparazón protector. Aquella visión fue el origen de '¿Por qué Pompa se encontró con Espina?', la performance creada por las hermanas Nicolás, Violeta y Miriam. Dicen que no se han repartido los papeles, sino que ambas son a la vez tan suaves y ligeras como las bolas jabonosas y punzantes y resistentes como las púas. Anoche lo demostraron en el patio del Museo Carmen Thyssen, donde abrieron el Ciclo de Artes Vivas eNiGMas con un espectáculo sensorial en el que predominó el lenguaje del cuerpo. Un idioma que Miriam habla con soltura. Su síndrome de down no tiene barreras ni espinas sobre el escenario. Porque allí, ella y Violeta son las que marcan sus propias leyes.
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«A mí me tira mi hermana que es la que me inspira. La admiro mucho», asegura Miriam que deja claro que Violeta, dos años mayor que ella, es la que le arrastra a este mundo del artisteo que le apasiona. Así, esta 'Pompa y Espina' es el tercer montaje que une a ambas sobre las tablas. «La idea de colaborar surgió en la Feria Marte que trataba de visibilizar a colectivos minoritarios y empezamos a trabajar juntas a partir de ahí», cuenta Violeta, que ahonda en esa línea con la nueva performance que, más que contar una historia, trata de comunicar sensaciones mediante la danza, la interpretación, la música y la fotografía, entre otros estímulos. «El cactus habla del miedo», descifra la pequeña de la familia, que también da una interpretación para las burbujas que, entre otras cosas, simboliza el «mundo de los sueños».
La idea es que aquello que parece amenazador y produce temor se rechaza. Algo que ambas hermanas conocen muy bien. «Miriam sorprende porque es muy lúcida, fuerte y creativa, pero existe mucho estereotipo y da miedo lo que no se conoce», confiesa Violeta que, con la ayuda de su hermana, también da testimonio sobre el escenario de todo lo contrario: inclusión y fronteras desdibujadas. Algo que Miriam, extrovertida y espontánea, no solo consigue cuando actúa. En la charla se apropia de lo que escucha y deja claro que la «idea» del espectáculo es de su hermana, pero reclama la maternidad de algunos elementos como la danza.
«Me gusta mucho y llevo aprendiendo desde los 16 años», asegura la artista, que también pide la autoría de incluir en la performance la danza de guerra maorí (haka) que ha hecho popular el equipo de rugby de Australia. «Es que me gusta mucho el deporte», descubre la joven actriz, que abre todo un episodio autobiográfico al confesar que tiene debilidad por el golf y que incluso participó en los Special Olympics de Idaho (EE UU) en atletismo y natación. De esto último da testimonio sus anchas espaldas. «Se trajo de allí una medalla de plata», añade Violeta, ejerciendo de hermana orgullosa.
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La complicidad entre ambas salta a la vista. Antes de la entrevista se han puesto un gorro lleno de espinas -curiosa reinvención de la corona que llevó Jesucristo- que usan en la representación y han llenado el Carmen Thyssen para de pompas de jabón para las fotos de Migue Fernández. Y durante la charla, se sonríen continuamente, se interrumpen, se apoyan, se piropean e incluso Violeta hace a veces de traductora cuando alguna idea de Miriam no queda clara. «Ella siempre le ha echado valor y tiene tablas porque desde adolescente ha bailado delante del público, así que yo tenía cierta seguridad de que lo iba a hacer bien», confiesa la mayor del tándem sobre su trabajo conjunto, ante lo que su hermana tiene algo que decir para su sorpresa: «Admiro mucho a mi hermana, aunque a veces es muy exigente, pero la quiero». Ninguna de las dos puede aguantar la carcajada.
violeta nicolás sobre su hermana miriam
miriam nicolás sobre violeta
Miriam confiesa que, además de la danza y la interpretación, también pinta y modela cerámica. «Además trabajo en un comedor de lunes a miércoles», añade la joven murciana que recuerda que pasó por Málaga para participar en un taller en el Museo Picasso. Ahora la ha traído de vuelta otra pinacoteca, el Thyssen, un espacio en el que no se siente fuera de lugar. Tampoco Violeta. Además de autora y actriz, también escribe versos -la performance tiene mucho de poesía visual-, es fotógrafa y tiene buena mano para el retrato. Está claro que el arte lo llevan dentro, aunque confiesan que en la familia no hay antecedentes más allá de la escritura. Lo que las diferencia tal vez es la seguridad. Violeta tiene cierto cosquilleo antes de cada función. «Arrancar es lo que más me cuesta», comenta, a la que su hermana añade con naturalidad: «Pues yo voy tranquila». Efectivamente. Solo hay que verla aparecer en escena.
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