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Fran Perea abraza con cariño a Mercedes Cosme, su ‘Mery’, esa profesora que le inculcó el amor al teatro cuando de niño vio su adaptación de ‘El pirata garrapata’. En la tercera fila del auditorio, Mercedes León, Adelfa Calvo y Joaquín Núñez sonríen al recordar «aquellos maravillosos años» en los que soñaban con comerse el mundo desde las aulas de El Ejido. Hoy la primera tiene una nominación al Goya y los otros dos exponen la estatuilla en casa. Unos minutos antes, Lola Marceli se reencontraba con antiguos amigos y compañeros, mientras Pablo Puyol se sorprendía del «barullo» que había generado el evento. Todos ellos (y muchos más) reivindicaron «con orgullo» que son ‘producto ESAD’ en la celebración del 70 aniversario de la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga.
«Vengo aquí y me siento como un alumno, todavía estoy aprendiendo. Es un día emocionante», aseguró Fran Perea. «Volvería a repetir, lo pasé muy bien en esta escuela», reconoció Adelfa Calvo, que sigue sumando premios por su valiente interpretación en ‘El autor’. «Aquí aprendí que hay que trabajar en equipo», destacó Pablo Puyol. Pero no estaban todos los que son. A través de la pantalla, María Barranco, Jaime Ordóñez, Nuria González, Alberto Amarilla, Noemí Ruiz, Virginia Muñoz, Maggie Civantos, PasiónVega y Natalia Roig, entre otros, enviaron sus felicitaciones al centro «en el que empezó todo». Y algunos de los culpables de que eso pasara estaban sentados en las butacas: la mayor ovación de la noche fue para los profesores y exdirectores del centro Óscar Romero, Mercedes Cosme y Juan Carlos Vilaseca, que recibieron en pie los aplausos del auditorio. «¡Tengo un subidón!», exclamaba Cosme ante tantas muestras de afecto. Ellos han sido pieza clave para que Málaga «sea una referencia» en la enseñanza de estas disciplinas artísticas, tal y como resaltó el delegado del Gobierno en Málaga, José Luis Ruiz Espejo, que acudió al acto acompañado por la delegada de Educación, Patricia Alba. Romero recordó, por ejemplo, como una tarde en el Paseo de la Castellana él y otros compañeros consiguieron que un ministro «dijera ‘sí’ a lo que parecía un sueño: que los estudios de arte dramático fueran superiores».
Fue una gala para el reencuentro (con abrazos en cadena de unos y otros), para hacer balance de la historia (del salto de un espacio compartido con músicos y bailarines en El Ejido al edificio propio en Teatinos) y para presumir de talento. Del que está por venir y del que hace un tiempo pasó allí. Un espectáculo musical con mucho ‘flow’ inauguró el evento, una pequeña muestra de la creatividad que ahora mismo ocupa las aulas de la especialidad de Teatro Musical. Demostraron entonación, coordinación de movimientos y dotes de interpretación en un fragmento que sirve de avanzadilla a un próximo estreno.
Lo nuevo dio paso a la veteranía de Pata Teatro, compañía gestada en la ESAD que celebra su veinte aniversario y que ayer ofreció un aperitivo de su trabajo ‘Debajo del tejado’. Con el anterior, ‘Frankenstein. No soy un monstruo’ optan a una candidatura a los premios Max. Y a dos aspiran los malagueños de Petit Teatro, a los que el auditorio también deseó suerte en forma de aplauso.
«Es una escuela muy productiva», admitía Fran Perea. «Málaga siempre ha sido una ciudad con mucho arte», corroboraba Pablo Puyol. «Y cuando uno de nosotros triunfa es como si lo hubieras hecho tú misma», añadíaMercedes León. Para los que ahora se forman allí, encontrarse cara a cara con actores de éxito que les precedieron en los pupitres les sirvió para confirmar que, aunque el camino no es fácil, «se puede». Es «un orgullo» para Lorena Adán, algo «motivante»para Joselete Yuste.
El acto, que inauguró una semana repleta de actividades, representaba en palabras de la nueva directora de la ESAD, Cristina García Pinto, la «oportunidad de hacer memoria, de recuperar lo transitado y tomar conciencia del momento presente para continuar el camino hacia el futuro». Y en esa mirada hacia adelante se perfila un nuevo reto: sumar la especialidad de Dramaturgia a su programa lectivo. Como ayer se escuchó una y otra vez en la sala, «mucha mierda».
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