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En estos días de recuperación de perlas digitales de Huelva entresacadas de las entrevistas de Jesús Quintero, uno cae en la cuenta de que nadie traspasó tanto las pantallas con su mirada. Se elogia ahora su dominio del silencio, la belleza de sus puestas en ... escena, la delicadeza de su verbo, su gracia para la picardía, o verbigracia, su digno trato a personajes de alta y baja estofa. Contó siempre, ahora nos cuentan, con un séquito de guionistas afilados que le ponían en bandeja preguntas certeras: pero de él era el don de bordarlas en un encaje, dejando hablar, musitando para sí, apretando las tuercas callandito, o carcajeando libremente. Nunca con nadie mejor que con Antonio Gala, en esos duelos inolvidables. Quizá aquella risa sonora suya fuera lo único que le emparentara al otro gran Jesús de Huelva del cielo televisivo: Hermida, o sea, otro genio entrevistador subido a los altares. Ambos, teatrales, pero diríase que Quintero ligado a la poesía y lo andaluz y Hermida agarrado al ensayo o a la prosa más afectada o americana.

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