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cristina pinto
Viernes, 9 de julio 2021, 00:25
«¡Qué ganas tengo ya de salir a bailar! Y de volver a actuar en Málaga, es como que juego en casa», esas son las primeras palabras que reflejan la emoción de la bailaora Sara Baras por su vuelta al escenario en la ... capital de la Costa del Sol. Y lo hace con su nombre por primera vez en el cartel de la Bienal de Flamenco de Málaga, que esta misma noche arranca con su séptima edición. La bailaora está conectada con tierras malagueñas por muchas razones: su cuñado es de Málaga, la Semana Santa que le apasiona, la Cofradía de Estudiantes, muchos amigos y muchos recuerdos: «Hay tanta gente querida en Málaga que me siento en casa. Tengo pasión por esta tierra». A suelo malagueño llegará mañana para pisar el escenario de la Plaza de Toros de La Malagueta e inundar la noche con 'Momentos', su nueva gira que celebra con ilusión. «Es un espectáculo que es un regalo: un cañonazo de energía positiva, bonita y alegre. Basado en momentos ya vividos pero dándole una lectura nueva», matiza Sara Baras. Sobre las tablas no le hacen falta las palabras: su cuerpo y movimientos hablan por sí solos. Pero aquí, en esta entrevista, pone voz a algunos de los momentos de su vida.
–Si se habla de momentos... ¿Cuándo empezó todo?
–Desde niña. Realmente es gracias a mi madre, que me enseñó a amar la cultura y este arte, el flamenco sobre todo. No puedo decir un momento en el que yo pensara que me iba a dedicar a esto, que el baile fuese a ser mi vida. Pero desde que tengo 7 años es parte de mí, yo ya no conozco la vida sin baile.
–¿Recuerda el momento en el que se dio cuenta que el éxito comenzaba a llegar a su vida?
–Cuando con el nombre tú puedes ayudar a gente que lo necesita. Ese es el verdadero momento en el que hay un cambio grande en tu persona, porque realmente lo bailar siempre lo he seguido trabajando duro por mucho nivel que tenga. Sin embargo, tengo la suerte de poder ayudar como madrina en la Asociación Mi Princesa Rett, con la Fundación de Síndrome de Down de Madrid o con VerbeRett aquí en Málaga, además de muchas otras.
–¿Se puede elegir el mejor momento de cada espectáculo?
–Cada uno tiene su cosa. Antes del espectáculo hay un momento que no es bueno: el de los nervios, los cristalitos, las mariposas o como queramos llamarlo. Esa responsabilidad de querer hacerlo bien. Pero una vez que se sube el telón todos los momentos son importantes y cada día se crea magia en un momento diferente. Aunque yo creo que el mejor momento es en el que existe esa conexión con los tuyos y con el público, cuando todos estamos en el mismo espacio. Y después, por supuesto, el agradecimiento cuando todo ha salido bien. O ese momento en el que nos inspiramos entre compañeros: uno canta, el otro baila y estamos todos en un juego, en equipo. Fíjate que me está dando mucho que pensar todo esto de hablar de momentos, es muy bonito...
–Al fin y al cabo la vida son eso, momentos.
–Totalmente. Y cada momento tiene que estar y pasar. A lo mejor un día te podría decir que para mí un momentazo es cuando termino de bailar la Soleá por bulerías... O no, o realmente es cuando entras, cuando el aplauso, cuando te has dejado el alma entera... O cuando baja el telón y estamos todos ahí que acabamos de entregar nuestro corazón y llega ese abrazo que también es un momento bestial.
–O cuando pega el último golpe en el escenario y mira al frente...
–Sí... Otro momento bestial y que no siempre surge en el mismo momento del espectáculo es el silencio total. Ese en el que todo se para y tú estás ahí, que a lo mejor simplemente levantas una mano y de pronto ese silencio se rompe en forma de ovación. Cuando miras al público y las mil personas que hay son solo una. Buah... Momentazos.
–¿Sigue sintiendo lo mismo en ese momento de subir al escenario?
–La verdad es que en eso tengo mucha suerte porque sigo sintiendo ilusión y entrega, sigo poniéndome nerviosa, sigo sintiendo la emoción de un trabajo y un equipo bien hecho después de 25 años que llevamos de compañía. Sinceramente tengo la suerte de seguir emocionándome. Me parece un regalo de la vida que se puedan seguir manteniendo la ilusión y las ganas.
–¿En algún momento se ha planteado dejarlo?
–Ya empieza la madurez que te da la oportunidad de poder pensarlo todo. Es curioso pero todavía me siento muy fuerte. Aunque es humano que ya lo piense, no lo dejar el baile por dejarlo, sino por ley de vida, por edad. No porque quiera cambiar o esté agotada, porque yo quiero estar hasta el final. Pero entiendo que también hay que darle paso a otros y hay que hacer otro tipo de cosas en esta profesión, como por ejemplo dirigir y coreografiar, que a mí me gusta mucho. Sí que lo pienso, pienso que habrá un momento que tenga que parar. Pero por ahora no, me encuentro fuerte.
–Si pudiese elegir el mejor momento de su carrera, ¿Cuál sería?
–¡Qué difícil! Realmente es que he tenido muchos. De jovencita era la ilusión de compartir y conocer a grandes artistas como Paco de Lucía, Morente, Moraito, Camarón... Les he tenido un cariño especial y esos fueron momentos muy bonitos de jovencita. Después ya llegaron los reconocimientos, que siempre me han hecho mucha ilusión y, por supuesto, el del público, que es el reconocimiento más grande que puedo tener. Cuando miras los años que llevas ya y ves que siguen reaccionando es increíble. Y no quiero ser pesada, pero voy otra vez a lo mismo, de los mejores momentos de mi carrera es que gracias al baile pueda ayudar a personas que lo necesitan. Eso no se compara con nada, es lo más importante que me ha podido pasar. Que mi baile sirva de voz para esas personas que sufren tanto.
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