Día de playa. Enrique García, con su madre,en Benalmádena a última hora de la tarde.

Enrique García, un verano de película

Siempre quiso contar historias con imágenes, pero de ello no fue consciente hasta el verano de 1988, cuando se puso a rodar cortos con sus amigos

miguel ángel oeste

Viernes, 26 de julio 2019, 00:24

Veranos azules como los de la mítica serie de Antonio Mercero, con el lema de «del barco de Chanquete no nos moverán», que cantaban los adolescentes en los ochenta después de ver aquel capítulo tan emotivo. Como dice el cineasta malagueño Enrique García, «para ... saber cómo eran nuestros veranos existe 'Verano Azul'. De adulto me hice con la colección completa de la serie, guardándola con cariño para el día en que mis hijas quieran un documento riguroso de a qué se parecían los veranos de su padre a principio de los 80».

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El verano evoca para el autor de '321 días en Michigan' arena, salitre, sillas metálicas de cine de verano, latas de Mirinda y bocadillos envueltos en plata para ver las sesiones dobles del cine de verano en La Cala. Embobado viendo de una tacada 'La espía que me amó', 'Moonraker', 'La guerra de las galaxias', 'Superman', 'Rocky II', 'Tiburón II' y otras muchas.

Pero cuando se trata de evocar el verano que más le marcó Enrique García no duda: «Fue el verano de 1988. Tenía 16 añazos. Estaba recién llegado del viaje de fin de curso a Italia (Venecia, Florencia y Roma). ¿Se puede empezar un verano mejor?», se pregunta. Este fue su primer verano «autosuficiente» de las salidas «sin papá y mamá». Ir por primera vez solo a la playa con amigos cogiendo el autobús o el cercanías, organizar las moragas de San Enrique a mitad de julio, ir al Piper's en Torremolinos los viernes, jugar partidos fútbol playa, organizar fiestas sorpresas de cumpleaños grabando cintas en plan guateque, echar interminables competiciones de palas, ir a la feria de Málaga con los amigos. «Mis padres compraron un apartamento en primera línea de playa en La Carihuela y ese fue el punto de encuentro de los compañeros de instituto que venían hasta el paseo y con un chiflido me avisaban para que bajara a la playa con las chanclas y la toalla hasta que el sol nos achicharraba. Ni cremas, ni ná. Todo el día en la playa. Sin preocupaciones. Con todo aprobado. Con mi padre y mis hermanos, con los amigos del instituto, o con la pandilla de La Carihuela. Y para quedar, la cabina trucada en la que, con sólo 15 pesetas, aprovechábamos para tres o cuatro llamadas. Cada día no era una aventura vibrante, pero sí un goce de paz», confiesa con cara de felicidad.

El cineasta Enrique García rueda desde el 1 de julio 'La mancha negra', su tercer largometraje, un filme «lleno de entusiasmo y de errores, de pasión por el cine y de riesgos innecesarios, con un guión que en catorce años ha cambiado tanto que solo queda la sinopsis»

Sin embargo, lo más emocionante del aquel verano del 88 «fue coger la cámara de vídeo y comenzar a rodar cortometrajes con Iván y José el Largo. Dos amigos del Picasso, con más cara que un saco sellos, compañeros míos del viaje a Italia, y con una sola finalidad: reírnos». En menos de dos semanas Enrique y sus amigos rodaron cinco o seis cortos, parodias de películas como 'Psicosis', 'El color del dinero', 'Rocky IV', 'E.T.', 'Batman', 'Indiana Jones', 'James Bond'. Eran cortos caseros, «llenos de chalauras y humor absurdo para enseñarlas luego en las reuniones de amigos». Hasta llegaron a mostrarlos en la semana cultural del Instituto Picasso al año siguiente, «con el salón de actos lleno hasta la bandera riendo cada tontería».

Aquello fue un chute de adrenalina total y la certeza de que él sería director de cine, que el cine estaba dentro de él, memorizando «todas las cosas que me encantaban de cada película que veía. Ese año fue la incombustible semilla de aquel sueño de querer ser cineasta. De querer ser el pupilo aventajado de mis adorados Hitchcock y Spielberg (Tarantino aún no existía). Además, aquel verano conseguí ver, por fin, 'Psicosis', en un ciclo veraniego de Alfred Hitchcock y en septiembre del 88 llegó a las salas del América Multicines una película que para mí supuso una explosión mental: 'Jungla de cristal'. A pesar de todo, el sueño de volver a dirigir cortos de una forma más profesional tardó 10 años más en llegar», dice. Por eso quizá ahora valora más este verano que «se convertirá en uno de los veranos más importantes de mi vida. ¿Que por qué lo sé? Porque no sé cuantas películas rodaré en mi vida. Tengo 47 años y llevo dos largometrajes».

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«Para saber cómo eran nuestros veranos existeuna serie como 'Verano azul'»

Desde el 1 de julio García rueda su tercer largometraje, 'La mancha negra', hasta el 29. Se trata de una historia que escribió en el 2005 para «poder presumir» de haber escrito un largometraje, lleno de entusiasmo y de errores, de pasión por el cine y de riesgos innecesarios, un guion que en catorce años ha cambiado tanto que solo queda la sinopsis, los personajes, el tono y algún giro, pero que con el tiempo ha madurado como el propio cineasta. «Me hace mucha ilusión que sea en verano, aunque las temperaturas de Mollina, Fuente de Piedra y Antequera nos adviertan del tortazo de calor que le espera a esta historia de velatorios y venganzas familiares ambientados en un pueblo del interior de Andalucía en 1971 (el año que nació el cineasta). La haré rodeado de amigos, tanto delante como detrás de las cámaras, con mi amor en el filme, con mis padres en un cameo, y mis tres hijas también… No sé como acabará el rodaje. Pero sólo sé una cosa con absoluta certeza: este verano de 2019 lo cambiará todo. Y se me sale el corazón del pecho de sólo pensarlo porque estoy hasta arriba de 'Good Vibrations'. Disfrutad del verano. De todos los veranos. Es un pecado no hacerlo».

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