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La emoción no lleva mascarillas

Sin el protocolo habitual, con distancia y con los rostros cubiertos, la Filarmónica conmueve en un bello recital lírico

REGINA SOTORRÍO

MÁLAGA.

Sábado, 18 de julio 2020, 00:04

Si a algo obliga la nueva normalidad es a replantearse todo lo conocido, y en ese ejercicio se descubren cosas. Sin los protocolos habituales, sin la solemnidad de un teatro y con los rostros de los músicos y del público cubiertos con mascarillas, hay una sensación que no cambia: cuando casi medio centenar de músicos tocan sus instrumentos a la vez, la emoción es la misma que siempre. Puede que incluso más, porque vivir una gala lírica con la calidad de la anoche (hoy se repite) es todo un acontecimiento en los tiempos que corren. La Orquesta Filarmónica de Málaga dio otro paso más en su desconfinamiento reuniendo a la mitad de su plantilla en el ciclo Jardines de la Térmica. A la batuta, un enérgico Salvador Vázquez. A las voces, las privilegiadas gargantas de la soprano Berna Perles y el barítono Damián del Castillo entonando populares arias y dúos de ópera y la zarzuela.

No había programa de mano, los saludos con el director se limitaban a un gesto con el codo y solo se libraban de la mascarilla los vientos, separados del resto de profesores por mamparas. Enfrente, unas 170 personas clavaban sus ojos en ese escenario insólito. Para muchos era la primera toma de contacto con el público y se notaba. Tras la Obertura de 'Le nozze di Figaro', una emocionada Berna Perles abrió la noche con 'Dove sono' ('La nozze di Figaro'). Desplegó la potencia de su voz en cada intervención, conmoviendo con su 'Casta diva' de 'Norma'. Siempre correcta y en su sitio, como el barítono Damián del Castillo. Juntos y por separado dejaron momentos brillantes muy aplaudidos. No necesitaron el más mínimo atrezzo para meterse en el papel. Con límites, como en ese final de 'Là ci darem la mano' de 'Don Giovanni' en el que con gracia evitaron que sus palmas se cruzaran.

Todos los que compartían escenario son viejos conocidos, y se hacía evidente en las constantes miradas y sonrisas de complicidad. La Filarmónica estaba cómoda y atinada bajo las indicaciones de un expresivo Salvador Vázquez, en un jardín que bien podría convertirse en un destino habitual de la orquesta. No era un concierto más, tampoco en la despedida. La soprano Berna Perles rompió la cuarta pared que suele separarle del público para agredecerles su «valentía» y lanzar un alegato por la profesión. «La música está disponible para nosotros siempre en momentos difíciles y es justo que tenga un hueco en la sociedad», concluyó.

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