Emilio Gutiérrez Caba, en una foto de archivo. Efe

Emilio Gutiérrez Caba: «No es que sea pesimista, es que soy muy rebelde»

Como Fray Luis de León, no rehúye el debate ni mira hacia otro lado. El actor da voz al poeta en el Cervantes, donde recibirá el Premio Málaga de Teatro

Sábado, 13 de enero 2024, 00:07

Al teléfono parece que los años no hubieran pasado por él. Emilio Gutiérrez Caba conserva una voz poderosa, con cuerpo, que remite inmediatamente al enamorado Lorenzo de 'Nueve cartas a Berta', al joven Andrés de 'Los chicos del Preu' o al malvado vecino Emilio de ' ... La comunidad'. Su nombre es sinónimo de cine español, pero antes que nada estuvo el teatro. Y en las tablas sigue, aunque «poco (...) que tampoco tengo 40 años». 81 ha cumplido. El actor regresa al Teatro Cervantes de Málaga con 'Decíamos ayer, decimos hoy' (viernes 19 de enero, 20 horas. 30 euros), una puesta en escena de textos de Fray Luis de León con esa voz inconfundible y las melodías de Los Músicos de Urueña. La última apuesta de una dilatada carrera teatral por la que recibirá el Premio Málaga que concede el Festival de Teatro de la ciudad.

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–¿Cómo está?

–Bien. Dentro de un orden, pero bastante bien.

–En Málaga le entregarán el Premio Málaga de Teatro. ¿Cómo se reciben los reconocimientos cuando, como en su caso, dejan de ser una excepción?

–Con mucha alegría y con mucha gratitud. Es también el reconocimiento a la labor de mucha gente que está trabajando con uno. Cuando me dan un premio siempre considero que parte es de los demás, porque me han ayudado a tenerlo.

–¿Uno se llega a acostumbrar a esto?

–No, siempre sorprenden. En realidad te recuerdan que va pasando el tiempo. Y a lo bueno yo creo que te acostumbras generalmente menos que a lo malo. Lo malo, por desgracia, abunda más.

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–En Málaga es el único que le faltaba. Fue la primera Biznaga de Plata del festival y luego recibió la Biznaga Ciudad del Paraíso.

–Efectivamente, ya tengo las dos grandes ramas nuestras de la creación.

–Y, sin embargo, le leí en una entrevista que no se siente parte de la historia del cine español.

–No, no quería decir eso o se me malinterpretó. Sí siento que formo parte de la historia del cine, pero no una parte importante.

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–¿Por qué hace ese matiz?

–Bueno, formo parte del cine, pero seguramente no en la medida de la importancia de otros intérpretes. Lo cual está muy bien. Hoy en día las estrellas de cine tampoco tienen la importancia de la época del Hollywood dorado. No tienen la valoración social ni siquiera la económica que tenían en la época de las grandes 'majors' americanas.

–De la valoración social y económica de los actores en España, ni hablamos, ¿no?

–Eso mejor no tocarlo para vergüenza nuestra, de la cultura española. Pero igual que pasa con los investigadores, con los médicos, con los periodistas incluso. Profesiones que son muy útiles para la sociedad y que, sin embargo, no están reconocidas socialmente ni económicamente. Es una pena.

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–Sobre todo con la facilidad que hay hoy día para el insulto rápido y anónimo.

–Esa es la parte cobarde del individuo, el insulto fácil y enmascarado en el anonimato. Estamos acostumbrados a eso. Nosotros somos unas personas a las que nos han criticado desde el principio de nuestra vida a través de nuestra carrera, cuando hemos hecho una buena o una mala interpretación. Pero el insulto es algo que desgraciadamente en la sociedad moderna se está imponiendo mucho y es un cambio de costumbres muy malo y muy poco recomendable.

–La suya es una profesión de extremos. Igual que hay crítica, también hay mucho halago desmedido que hay que saber gestionar.

–Sí, se pasa del insulto al halago de una manera muy rápida. Eso significa una frivolización de los sentimientos y del afecto, del amor y del odio. Y esa frivolización se ve en toda la sociedad en general.

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«Uno puede no estar de acuerdo con las cosas, pero no puede ni destruirlas ni ignorarlas. Eso es propio de animales»

–Ahora vuelve al Cervantes con 'Decíamos ayer, decimos hoy'. Es una propuesta arriesgada. Fray Luis de León no es un Lorca o un Machado, que tienen una conexión directa con el público.

–Sí, efectivamente. Fray Luis es muy complicado en cuanto a la comprensión auditiva. Así como a Lorca o Machado los oye uno y enseguida se queda con la copla, el caso de Fray Luis de León es distinto. Es un autor para ser leído, más en privado que en público. Pero yo creo que la propuesta es interesante como portada, como apertura del libro del conocimiento de Fray Luis de León.

–¿Y por qué Fray Luis de León?

–Es una propuesta que nos hizo el entonces director del Festival de Almagro a Salvador Collado, que es el productor, y a mí. Es un recital que acompañado por Los Músicos de Urueña, que son fantásticos, tiene como una especie de panorama Renacentista que casa muy bien con los tiempos tan raros que estamos pasando hoy en día. Nos retrotrae a otra época en la que la contemplación de los creyentes, de los católicos, era mucho más profunda, intensa y solidaria con la doctrina cristiana de lo que es hoy en día.

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–Usted se considera agnóstico, ¿no es así?

–Sí, totalmente. Pero no puedo dejar de reconocer la belleza, la belleza de las imágenes, de los edificios y de las frases. Y hay que respetarlas y quererlas porque forman parte también de la humanidad y son nuestras. Uno puede no estar de acuerdo con las cosas, pero no puede ni destruirlas ni ignorarlas. Destruir e ignorar es algo solamente propio de animales, no de personas.

–Con esa coletilla 'Decimos hoy', indica que hay cosas que no han cambiado desde entonces.

–Los sentimientos no han cambiado casi nada. Desde las Guerras Púnicas a estas guerras de Ucrania y de Gaza, lamentables y vergonzosas guerras que se producen dentro de la llamada civilización, pues no cambia mucho la cosa. Admitimos la caída de Cartago y admitimos la caída de Roma, sin embargo no estamos admitiendo lo que pasa en Palestina o lo que está pasando en Ucrania, y nos parece normal. Es desolador y estremecedor.

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–¿Ahora la Inquisición adopta otros nombres?

–Por supuesto que sí. Los ha adoptado siempre a lo largo de la historia. Inquisición, represión del poder o control de los individuos, como se quiera llamar. Hoy en día es mucho más sofisticada y yo diría que mucho más diabólica de lo que podía ser en los tiempos en que se quemaban a las brujas. Porque esos eran tiempos de barbarie. Un sociólogo alemán decía que estamos viviendo una época de tecnología feudal. Lo feudal ha tomado las riendas de lo tecnológico y nos está intentando, a través de la Inteligencia Artificial, someter a todos a su control, al control de cuatro poderosos. Cuando hay protestas, inquisiciones mínimas, yo creo que son cortinas de humo que ocultan la gran Inquisición, que es el control del individuo, de la mente.

«La inquisición de hoy es mucho más diabólica de lo que podía ser cuando quemaban a las brujas»

–Si hay algo que no podrá sustituir la Inteligencia Artificial será el teatro. Pero veo que le preocupa este tema.

–No se sabe bien, ¿eh? La inteligencia artificial en sí misma no es mala. Es una cosa fantástica y extraordinaria, soy muy partidario de ella. De lo que no soy partidario es del mal uso y la explotación que puede tener. Se ha demostrado a lo largo de los siglos que los hombres hacen un cuchillo no para cortar carne, sino para matar a otro. Me temo que los poderes fácticos la utilicen para controlar más a la gente y para utilizar más su poder económico y de opresión sobre los demás, más que para beneficio de la humanidad, para la cura de enfermedades, para hacer que la gente sea mejor... Hay gente que no ve ese lado oscuro de la inteligencia artificial o no quiere verlo porque no le interesa.

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–O a lo mejor también es que confían en el ser humano.

–Si el ser humano fuera un niño estaría lleno de chichones, porque se está dando golpes en la cabeza constantemente. No confío en el ser humano, las muestras históricas son que no se puede confiar mucho en que de pronto las cosas se hagan bien. En el siglo pasado tuvimos dos terribles guerras mundiales y no hemos aprendido nada.

–También hay buena gente que hace la vida más fácil a los demás.

–Sí, hay buena gente que compensa la balanza. Pero solo en parte porque esa buena gente es muy manejable y manipulable, precisamente porque son buena gente.

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–Tiene una visión muy pesimista de la realidad.

–No, si el cielo está nublado no puedo decir que hace un día radiante de sol. No hay pesimismo y optimismo, hay lo que hay. Y lo que hay son muchas cosas desequilibradas. Podríamos estar en una época esplendorosa de reparto de la riqueza, de convivir entre todos como es debido en paz. Y sin embargo, nos estamos haciendo más bestias.

–Comparte usted con Fray Luis de León la rebeldía.

–Evidentemente. No es que sea pesimista, es que soy muy rebelde y me indigna aceptar que mis semejantes sean tan corruptos y tan insolidarios.

–¿Miramos mucho para otro lado?

–Por supuesto. Y además somos muy cobardes. Pero no es malo, es como somos. Los seres humanos somos cobardes porque tenemos razones para serlo.

–Y ante esto, ¿qué podemos hacer?, ¿qué cura tenemos?

–La cura es el tiempo, las equivocaciones y continuar avanzando poco a poco, lentamente. Hoy se vive mucho más, se tiene unos niveles de confort y de tranquilidad que no se tenían hace muchos años y eso es la parte positiva del ser humano. Tiene mucho más conocimiento y se respetan muchas más cosas. Y luego hay otra parte que es la que aún no hemos dominado, que es la parte sentimental.

«No confío en el ser humano. Si fuera un niño estaría lleno de chichones, porque se está dando golpes en la cabeza constantemente»

–Hace unos días se conoció que Vox dejaba sin subvención al premio de poesía Miguel Hernández de Orihuela. Luego rectificó alegando cuestiones técnicas.

–Es probable que haya sido un fallo. Mientras que yo no vea los hechos sobre la mesa, me puedo creer de buena fe que ha sido un error. Pero igual que las prohibiciones. No hay prohibiciones en los ayuntamientos, lo que hay es una no programación, que es distinto. No se puede manipular, eso es una mala información. No están prohibiendo nada, lo que están diciendo es que no dan una subvención determinada a una obra que desde su punto de vista no interesa, y dentro de su idiosincrasia están obrando con coherencia.

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–Eso se llama censura.

–No, la censura sería prohibir la obra, pero la compañía puede hacer la obra perfectamente. Lo que prohíben en realidad es cobrar una subvención del Ayuntamiento, que es la que paga la representación, es una negación de ayuda económica.

–¿No cree que la cultura debería estar libre de esa utilización partidista?

–A lo largo de la historia, la cultura nunca ha estado libre de ideologías. Ha sido utilizada por el poder cuando le ha interesado.

–Dígame, ¿por qué sigue en los escenarios?

–Sigo pero poco. Sigo porque me gusta y porque, de vez en cuando, hacer un espectáculo en vivo te pone en contacto con las gentes y contigo mismo. Pero la verdad es que yo últimamente no hago ya tanto teatro, porque tampoco tengo 40 años. Hay muchas limitaciones, incluso económicas, que te impiden hacer una serie de cosas que te gustaría hacer. Hay cosas que no compensan ni artística ni económicamente, y no las haces.

–¿El cine tampoco le compensa?

–Se hace mucha más producción en televisión que en cine, pero naturalmente las cantidades que se cobran por esa producción son mucho más bajas comparativamente con las que se cobraban hace 20 años. Eso hace que el producto haya bajado mucho en cuanto a calidad en todos los sentidos. Para las actrices y actores de hoy en día es complicadísimo abrirse camino porque los mal utilizan y enseguida los tiran a la papelera.

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–¿Usted mantiene la ilusión?

–Yo la sigo manteniendo igual. Y hay mucha gente todavía de mi generación también. Están Nuria Espert, Sacristán, Manuel Galiana... Es nuestra vida, no podemos dejar de vivirla. Mientras el cuerpo aguante y nosotros aguantemos, es una manera estupenda de vivir.

«Todos escribimos y tenemos hijos para que no nos olviden»

–Tengo entendido que le preocupa mucho lo poco que cuidamos el patrimonio teatral español.

–Aquí no se valora nada. Tampoco el patrimonio de la Iglesia se valora en su sentido más místico y maravilloso. Ni se valora la literatura, ni la poesía, ni la música. Es mucho más fácil no aprender nada y, sobre todo, no fijarse en algo con una disciplina absoluta. El español es muy indisciplinado en sí mismo, aprende de golpes como una ola. Pero enseguida las olas se pasan y llega la mar lisa. Y sí, yo me quejo de eso, pero me quejo como persona que le gusta la cultura. Otra cosa es el intelectual, que es distinto. A veces a nosotros los ignorantes nos tachan de intelectuales. Pero no lo somos. El intelectual es una persona que puede aportar ideas socialmente.

–Lo que ahora se valora por encima de todo son los seguidores de Instagram y de otras redes.

–Eso sí, efectivamente, nadie podía prever cuando uno era joven que esto fuera a desembocar en unas redes que de pronto condenan o hacen viral una noticia. Este futuro no lo preveíamos en ningún caso, era absolutamente impensable. Lo que va a quedar de esta civilización estará en la nube y la nube es algo que no se sabe muy bien qué es. Si se hace un libro de investigación sobre el teatro en el futuro, va a ser muy difícil consultar sobre lo que se hacía porque no hay nada tangible.

–El año pasado publicó 'Memorias de cine' (Cátedra). ¿Usted escribe por eso, para que no se quede en la nube y se olvide su historia?

–Todos escribimos y tenemos hijos para que no nos olviden. Y para que no se olviden esos datos de la historia del cine y del teatro español. Lamentablemente la gente hoy no sabe incluso quién era el almirante Carrero Blanco. Y tampoco saben quién era Tyrone Power o Marlene Dietrich. Es muy lamentable la falta de interés general, ahora gusta mucho más el culto al cuerpo. Y solamente eso no conduce a ninguna parte.

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