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Es el inventor del café de Málaga; en enero tendremos que lamentar otra baja. Cae el Café Central, herido de una estirpe que se detiene. Una nueva ola borra los pasos que no se persiguen ni se imitan. El Central es un lugar que lleva ... en la plaza de la Constitución toda la vida, desde mucho antes de la propia Constitución, y casi desde antes de que aquello fuera plaza. Después de varias generaciones, el último Café Central estaba regentado por Rafael Prados, al que alguna vez he visto cantando y tocando la guitarra como un profesional.
En el Central, el tiempo suele pasar despacio. Allí se practica el arte de habitar, y la lentitud es una fiesta. Hoy he pasado por ese lugar sabiendo que empezará a formar parte de la memoria poco a poco: el Central será pronto una cosa de puretas, de gente que envejece, que echa barriga o pierde pelo, personas que sentirán un pellizco inexplicable cuando caigan también febrero o marzo y al pasar por allí y descubramos que han abierto una tienda de yogures helados, de turrones españoles, de empanadillas o de cualquier franquicia. Cuando ese sitio ya no sea nuestro, el vacío dará vértigo.
En 'Elogio del bistrot', Marc Augé habla de uno de estos sitios. En lugares como en el Central, siempre hay alguien que sabe lo que quieres cuando pides un 'sol y sombra'. Es uno de los pocos sitios en el universo en el que puedes pedir una nube y un pitufo mixto y seguir siendo comprensible. La cafetería malagueña de los cafés de Málaga, va a desaparecer cuando cumple 101 años que son como dálmatas, años blancos y negros, blanquinegra la memoria de un lugar en el que brota el Larios y donde le dedicas un cruasán a tus hijos, a tus sobrinos, y a los amigos de tus hijos.
Hay nueve más una formas de pedir el café que se han inventado en el Central. Aquella manera tan sofisticada de comunicar la cantidad exacta del café que se quería superó a la medida de los dedos y trajo a Málaga la verdadera civilización, el verdadero humanismo. Los azulejos del Central son Lex Flavia moderna.
Hay sitios en los que la vida se hace artesanal. En la barra se admira el sentimiento de lo cotidiano. La nostalgia, en su etimología, es el dolor del que regresa. Quiero volver a las barras que abren todo el día y ofrecen una eterna disponibilidad. Donde se dan los buenos días con un fonema que garantiza el carácter fraternal de ese café. Saludarse por la mañana con un gesto es como un brindis.
Quedará el Café Central de La Malagueta (junto al Bilmore de Pérez Estrada y a pocos metros del siempre sublime Refectorium), donde se elabora uno de los mejores sándwiches mixtos del mundo, punto de encuentro de la sabia experiencia del barrio y de los admiradores de SUR y de las pulguitas. Pero vamos a hacernos a esta idea. Concebir una plaza sin su centro. Málaga sin Central.
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